Tarragona toca el último baile de Unió

UDC, creada en 1931, está en vías de extinción tras una deuda de 22 millones. Fuera del Parlament, del Congreso y del Senado, el tarraconense Josep Maria Prats es su principal cargo en esta etapa final

19 mayo 2017 16:38 | Actualizado a 19 mayo 2017 16:38
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La Plaça de la Font está siendo la gran protagonista de los últimos meses de vida de Unió Democràtica de Catalunya (UDC). La formación democristiana, fundada en 1931, se encuentra en proceso de liquidación tras acumular una deuda de más de 22 millones de euros a la que –después de quedarse fuera de las principales instituciones– no puede hacer frente, según ha decretado el juzgado andaluz que gestiona el proceso concursal al que se ha sometido el partido.

En Tarragona, Unió es –detrás del PSC– el partido que más años ha estado en el ejecutivo municipal, ya que asumió responsabilidades de gobierno desde 1989 hasta 2007 –mediante la antigua coalición de Convergència i Unió– y, desde el pasado mes de febrero, hasta la actualidad con los propios socialistas y el PP.

Después del divorcio con CDC –ahora PDECat– que comportó que Unió pudiera lograr los votos necesarios para poder entrar ni en el Parlament ni en el Congreso ni en el Senado, el concejal tarraconense Josep Maria Prats es su cargo público de mayor responsabilidad en esta etapa final. Fuera de los gobiernos municipales de Barcelona y Lleida, en Girona sus tres ediles –Isabel Muradàs, Eduard Berloso y Eva Palau– se dieron de baja del partido hace un año para irse a Demòcrates de Catalunya, un partido en el que también militan los exconcejales de Tarragona Carles Sala y Robert Vendrell.

Por todo ello, Prats es el principal estandarte democristiano, ya que ejerce como cuarto teniente de alcalde del Ayuntamiento de Tarragona después del pacto que el pasado 2 de febrero firmó junto al PSC y el PP tras romper pocas semanas antes con CDC.

‘Miramos hacia el futuro’

Prats reconoce que «estamos en un momento muy complejo, pero estoy seguro de que el espacio que ocupamos, el nacionalista moderado y socialcristiano, deberá reconstruirse». El edil indica que «ya estamos trabajando en el futuro, sumando voluntades con gente nueva que quiera estar en el centro», si bien descarta «pensar por el momento en listas y candidaturas». Este nuevo movimiento se construirá en base a la fundació de Unió: el Institut d’Estudis Humanístics Coll i Altentorn. Prats descarta, esto sí, sumarse al movimiento Lliures, tal y como ya han hecho destacados exdirigentes como Roger Montañola. «No somos liberales. Estamos cerca de la socialdemocracia que gobierno en la gran parte de Europa» remarca.

Por su parte, Albert Vallvé –que fue concejal entre 1999 y 2015– reconoce «estar en contra» del proceso concursal al que está sometido el partido al que milita desde 1984. Vallvé considera «una sorpresa» la elevada deuda que arrastra la formación, ya que «cada año se llevaban a cabo auditorías económicas que se aprobaban por unanimidad».

División por el ‘Procés’

La mayor parte de los exmilitantes de Unió de Tarragona abandonaron el partido por el posicionamiento sobre la independencia. Laura Castel –ahora senadora de ERC como representante del Moviment Demòcrata Català– lideró la marcha masiva de militantes en 2013, después de afiliarse en 1988. «Duran se dejó influir por lobbys de presión, se fue decantando por la ideología neoliberal y asumió un confederalismo que nada tiene que ver con la voluntad soberana de los fundadores del partido», lamenta. En la misma línea se expresa Raül Font, quien fue concejal entre 1999 y 2011. «Me fui por agotamiento, por el posicionamiento en el Procés y por la falta de democracia interna de un partido que Duran i Lleida convirtió en estructuras monolíticas lideradas únicamente por cargos electos».

Otro de los exafiliados es Carles Sala, quien fue edil en la Plaça de la Font entre 1991 y 2007. «Me produce mucha tristeza que Unió esté en manos de personas que han pervertido los principios fundacionales», ya que «se han alejado de la defensa del país para acercarse a Ciutadans» afirma el ahora Secretari d’Habitatge de la Generalitat. Esta teoría es defendida también por Robert Vendrell, quien resalta que «se trata de un partido donde no se permitía el debate ni la discrepancia con los postulados de Duran i Lleida», por lo que considera que «se trata de la crónica de una muerte anunciada».

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