«Tenemos complejo de superhéroes y de que no nos puede pasar nada»

El recreo en los institutos se convierte en uno de los momentos en los que los jóvenes se juntan, muy a menudo olvidándose de las medidas de seguridad que se les exige en los centros

30 octubre 2020 06:40 | Actualizado a 30 octubre 2020 06:59
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10.45 horas de la mañana, los primeros grupos del instituto Vidal i Barraquer empiezan el recreo. En el centro no hay patio. Los jóvenes tienen que salir a la calle y sentarse en los bancos de la Rambla Lluís Companys o en la plaza Alcalde Lloret para comerse el bocadillo y entablar tertulia.

La mayoría son grupos de tres, cuatro o cinco personas, aunque también los hay mucho más numerosos que aprovechan estos treinta minutos para tomarse un ‘respiro’ en medio de las medidas restrictivas que impone la situación actual.

Algunos alumnos se han quitado la mascarilla nada más bajar las escaleras del centro. Comen, hablan alegremente y siguen con sus ‘vaciles’. Aquí no importan las distancias de seguridad ni los grupos burbuja, de los que tanto hablan las autoridades sanitarias.

En los últimos tiempos se ha hablado mucho del papel de los jóvenes en la pandemia. Y los mensajes no siempre han sido en positivo. «¿Qué hacemos ahora en Halloween? Es que al final tan solo estudiamos y trabajamos. No nos dejan hacer nada más», lamenta Tania. Está sentada con otras cuatro amigas comiéndose el bocadillo y a la que se les acerca una servidora enseguida se suben la mascarilla para hablar. Confiesan sentirse «ansiosas» por la situación actual y no comparten que haya quien señale a su generación como irresponsable. «Hay jóvenes y jóvenes, porque también hay muchos adultos y mayores que no respetan nada y después está que las restricciones deberían ser en todos los ámbitos, porque no puedo ir a tomarme un café en un bar, pero luego venimos con el bus y está lleno», añade.

Helena, Alba, Elisabeth, Laia y Tania constituyen un grupo burbuja durante el recreo. Ellas mismas son conscientes de que muchos de sus compañeros no mantienen la misma precaución. «Dentro te marcan mucho en seguir unas normas, pero puertas afuera ya lo ves. Salen del instituto, bajan la escalera y ya se han quitado la mascarilla y está claro que dan una mala imagen, pero allí su propia conciencia», indican.

Elisabeth trabaja en un hospital y asegura que «he visto muchas cosas». Por este motivo es crítica con determinadas situaciones. «Tenemos complejo de superhéroes y pensamos que no nos puede pasar nada, pero es que ya no se trata de pensar solo en ti, sino también en los demás, porque todos tenemos abuelos o gente en nuestro entorno que pueden ser de riesgo», concluye.

A escasos metros, Uxue, Celeste y Berta son alumnas del Institut Tarragona y también lamentan que «siempre se asocia a los jóvenes con los botellones y esto es una imagen distorsionada y generalizada». Afirman que «cumplimos el máximo que podemos, pero está claro que la actitud de algunos nos perjudica a todos».

Los centros son conscientes de que les toca lidiar con un tema complejo. El Institut Vidal i Barraquer tiene 1.400 alumnos. Desde inicio de curso se planteó un sistema híbrido, en el que una semana la mitad de los estudiantes van al centro y la otra se quedan en casa. Asimismo, cuando salen al patio lo hacen de forma escalonada, con un cuarto de hora de diferencia. «Se han reducido mucho las concentraciones y los grupos, y promovemos que cojan el bocadillo y salgan al aire libre. El problema será cuando llueva o haga frío, que es un tema que no está resuelto», indica el director, Narcís Castanedo.

Puertas adentro se hacen controles de temperatura y se siguen todas las recomendaciones. Una vez en la calle, cada uno tiene que hacerse responsable de uno mismo. «El instituto es un espacio seguro. Prácticamente estamos trabajando para el control de la Covid, pero no podemos estar controlando lo que pasa fuera, porque son jóvenes y después muchos de ellos también quedan por las tardes», indica.

Ayer la Generalitat recomendaba la educación virtual para los alumnos de bachillerato y ciclos formativos. Según Castanedo, esto sería «un alivio para todo el mundo». El centro está preparado, lo que debe servir para reducir el contacto fuera de las aulas.

La situación también inquieta al director del Institut Pere Martell, Ángel Miguel Rodríguez. «Por suerte, dentro del complejo tenemos muchos espacios abiertos, pero está claro que el recreo y la hora de comer es un tema que nos preocupa, porque dentro de las aulas ponemos todos los medios, pero en cuanto salen hay una relajación», explica. Para ello, defiende que hay que insistir en la función pedagógica. La mayor parte de los estudiantes del centro tienen a desde 16 años hasta los veintipocos. «A lo mejor ellos no tienen la misma percepción del riesgo y en estas edades es más complicado, pero cuando ven a los sanitarios que vienen a hacer los PCR o que un grupo tiene que quedarse en casa, va calando», asegura.

El Ayuntamiento de Tarragona trabaja codo con codo con los Serveis Territorials d’Educació para insistir en que no haya una relajación durante el recreo. «En los centros las medidas de seguridad son importantes y los datos de contagio en este ámbito no son un problema, pero sí que hay una interacción social durante las entradas y salidas o en el recreo», indica el concejal de Educació, Manel Castaño.

El edil republicano defiende que es una situación que «no podemos dejar en manos de la Guàrdia Urbana y de Protecció Civil, ya que no llegamos a todas partes». En cambio, se está preparando una campaña informativa y de comunicación, para que, junto con la comunidad educativa y las familias, pueda insistirse en la función pedagógica. También incluirán recomendaciones como la designación de gestores informativos.

«En algunos centros los hay y más allá de los gestores Covid, que lo que hacen es atender y gestionar los casos, también debería haber esta figura, para apelar a la responsabilidad de los jóvenes», afirma Castaño.

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