Tensión en el gremio de taxistas: «¡Si paramos, paramos todos!»

Crispación en el AVE. El parón fue mayoritario pero no total. En la estación los taxistas en huelga se encaran con los que no la hacen

30 julio 2018 18:42 | Actualizado a 02 agosto 2018 18:40
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En la estación del AVE del Camp de Tarragona hay calma. El grueso de taxis en ruta de protesta por carreteras, que ha colapsado lugares como Salou o la Imperial Tarraco, no recalará aquí de forma masiva, pero desde primera hora de la mañana hay guardia: unos pocos taxistas agolpados en la puerta de entrada a la estación. Los carteles que llevan en los cristales lo dicen todo: ‘Ley 1/30’ y ‘Taxi en lucha’.  

Los pasajeros llegan en alta velocidad y en esta mañana sólo tienen una opción: subirse al autocar para llegar a su destino. «Estamos aquí haciendo fuerza todos juntos», dicen los taxistas, bien unidos, compenetrados en la causa. «En Tarragona no nos afecta mucho el tema de las licencias de VTC, pero sólo por el momento. Estamos aquí en solidaridad con Barcelona o Madrid pero es algo que puede llegar aquí en unos pocos años, y seguramente entrará por el turismo», cuenta uno. 

Los vehículos de Uber o Cabify se han visto a cuentagotas, pero la picaresca está bien presente. Algunos hablan directamente de taxis piratas y otros de empresas que, aun con licencia en su haber, suplantan la labor taxista en las zonas de más demanda. 

«Si es tu mujer, dale un beso»

Casos representativos hay a espuertas, como el de aquel conductor sospechoso que llegó a la estación y dijo que, en realidad, iba a buscar a su esposa, ante la desconfianza del resto. Entonces uno le dijo: ‘Si de verdad es tu mujer, dale un beso cuando salga’. No lo hizo porque no lo era. «¡Aquella mujer tenía 30 años menos!», denuncia un taxista, y la anécdota sirve para ilustrar este grito compartido: los VTC hacen empleos y servicios que pertenecen al taxi. 

Y así, unos cuantos de ejemplos –cada uno tiene el suyo– y la sensación de impotencia. «Te dicen que si no denuncias no sirve de nada. Es muy difícil pillarlos. Lo único es sorprender al conductor con un pasajero y que este diga que él llamo a un taxi y se le presentó él», cuenta uno. No han faltado tampoco enfrentamientos más o menos agrios entre plataformas en los últimos tiempos. 

Algunos comen un bocadillo en la espera. Otros piensan en pizzas. Otro sigue pendiente de teléfono, porque se ocupa de servicios mínimos, y puede ser requerido en algún momento. «El turismo va a ser el más perjudicado. El problema va a entrar por Salou, PortAventura o el AVE», cuenta otro. 

La unidad, pese a todo, es solo una apariencia, porque no todos los taxistas están secundando la huelga. Eso genera algún momento de tensión que por suerte no va a más pero provoca crispación y diversas escaramuzas verbales. Pasa sobre todo cuando algún taxi entra en la estación a descargar a pasajeros. «¿Cuándo empieza la huelga en Torredembarra?», le pregunta uno con ironía a un conductor de ese municipio. 

Algunos se paran y dialogan; otros se van. «No puede ser, esto es una vergüenza. ¡Si paramos, paramos todos!», argumentan. Las redes sociales y los grupos de WhatsApp arden, porque el compromiso no siempre es el mismo. «Algunos hacen una carrera y se incorporan luego a la marcha de taxis. Lo hacen para no perder 20 euros». Hay cierto resquemor. Algunos están dolidos. «¡Estamos en huelga!», le gritan a un taxista de Salou que viene al AVE. Después de que le interpelen, se para, baja y entra al trapo pacíficamente, como excusándose. «Es el último servicio que hago. Ya me voy para casa, pero es que era un compromiso», dice él. Nadie le cree. Se acaba marchando. 

«No sabía que hoy se paraba»

Llega otro, también de Salou. «Yo no tenía ni idea de que hoy se paraba. Yo no tengo emisora, no sabía nada, pero ya no voy a hacer más servicios», se justifica. Tampoco nadie le cree. Y otra argumentación más, que en ningún momento convence: «Es que perdían el tren si no les traía». 

«Los de Salou estáis siendo los únicos que no paráis, eso no puede ser. La huelga es buena y los beneficios serán para todos», le asestan. Y llega otro más, también de Salou. Algunos paran antes de llegar a la zona en la que están los taxistas, acaso por temor a un encuentro que no sería agradable. Por supuesto, nadie vuelve a cargar, porque eso sería una provocación ante los presentes, y se marchan de vacío. 

«No sé por qué los de Salou no están con nosotros. Sólo ponen excusas, cuando ellos van a ser los máximos afectados si Uber o Cabify siguen creciendo así. ¿Qué te soluciona ganar 20 euros? Dicen que no van a hacer más carreras, pero ya llevan el jornal en el bolsillo. Muchos se van con la cabeza gacha», lamentan los taxistas, que matan el tiempo de todas las maneras, haciendo guardia en la estación, básicamente informando a los viajeros de su lucha.

Al final se quejan de su suerte: un descenso del negocio en los últimos años y esa losa de la licencia. «No puede ser que nosotros por una licencia de taxi paguemos 100.000 euros y una de VTC valga muchísimo menos, aproximadamente, la mitad, y luego la emplean para hacer servicios como los nuestros», comentan, resignados, pero fuertes: prometen seguir con el parón. 

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