Tormenta perfecta en Corsini

La mañana del sábado. Terrazas ocupando la plaza, la Fira de l’Oli, música en directo y la cola de Correos. Se registraron aglomeraciones

08 diciembre 2020 19:40 | Actualizado a 09 diciembre 2020 05:20
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La tormenta perfecta. Así se podría definir lo ocurrido el pasado sábado en la Plaça Corsini y alrededores. La Fira de l’Oli, las terrazas llenas –o un poco más que llenas–, las compras en el mercado y la eterna cola de Correos. Todo esto confluyó en Corsini, provocando, a los ojos de algunos, aglomeraciones. Esas que no son muy amigas de la lucha contra la Covid-19. Las redes sociales evidenciaron la polémica y algunos tarraconenses denunciaban lo ocurrido colgando imágenes probatorias. De la Guàrdia Urbana ni rastro.

Todos estaremos de acuerdo en que el perfecto lugar para socializarnos –aunque cuando menos mejor– es ahora la Plaça Corsini y su entorno. Un espacio amplio, donde los más pequeños pueden correr y jugar, y los padres comprar y, cuando nos dejan, tomar algo en una de las terrazas de moda. Además, es el centro neurálgico de ferias y mercadillos. En fin, los hábitos y costumbres cambian y la Part Alta hoy en día solo se llena durante el fin de semana. Recuerdo cuando los vecinos de la zona centro alertaban del peligro de que Corsini se convirtiera en una Plaça de la Font 2, por el exceso de bares y terrazas. Pues se quedaron cortos.

Durante este puente, con las restricciones por la pandemia más presentes que nunca, se ha hecho evidente este miedo. Sobre todo, durante la jornada del sábado. Entre las paradas de la Fira de l’Oli, la música en directo en terrazas, las sillas y mesas que ocupaban buena parte de la plaza y calles adyacentes, la larga cola de Correos y un sinfín de detalles más, Corsini ha estado en boca de todos los tarraconenses. Y no para bien.

Quien pasaba por el lugar, sin intención de sentarse en ninguna terraza, se quejaba. «Esto no es la Plaça Corsini, esto es la plaza de la vergüenza», aseguraba Eloy Gaspar, quien añadía que «como ciudadano de Tarragona, me avergüenza ver cómo algunos restauradores no respetan la normativa. Las restricciones, sean justas o injustas, deben cumplirse. Luego se quejarán si cierran bares». Las redes ardían. «La única manera de controlar que cumplan las medidas es cerrándolos. Les dan la mano y cogen el brazo», decía uno. Otro añadía: «Es muy triste que la Urbana no multe y cierre la paradita. Después pagan justos por pecadores». Y la última: «Parece que la mayoría de gente tiene ganas de morir. O esto aparentan. El problema es que se llevarán por delante a los que quieren vivir».

Las normas para los restauradores son claras: dos metros de separación entre las sillas de diferentes mesas, y referente al número de comensales en cada mesa, seis si son personas convivientes y cuatro si no lo son. No todos lo cumplían.

Pero hay que ser justos, no criminalizar el sector y dejar claro que una parte de los restauradores respetaban las medidas. Es el caso de Maribel Rubio, del bar Reding 22. «El sábado confluyeron muchas actividades en la Plaça Corsini pero también es cierto que estaba muy ordenado. Y si en algún punto había desorden, es responsabilidad de quien organiza otras actividades, no de todos los bares», dice Rubio.

«No haremos de policía»

Por su parte, el presidente de la Asociación de Empresarios de la Hostelería Ciudad de Tarragona, Javier Escribano, deja claro que «nosotros informamos a nuestros asociados de los protocolos que van saliendo pero no podemos hacer de policías. Esto es una labor de la Urbana». Escribano añade que algunos empresarios han sufrido un agravio comparativo al ver cómo el bar de al lado se ha saltado las normas y ha sobrepasado el aforo. «Al final, los restauradores que cumplen han tenido un perjuicio económico. Pese a ello, queremos decirles que la asociación está de su lado y que las restricciones, sean justas o injustas, deben respetarse siempre», acaba Escribano.

Al fin y al cabo, la percepción de aglomeraciones es un asunto muy subjetivo. También hay quien opina que la cosa no era para tanto. Es el caso de Dídac Nadal, presidente de Espimsa –empresa municipal encargada de organizar la Fira de l’Oli–. Según Nadal, «el pasado sábado, Tarragona entera estaba llena pero no hubo masificaciones». Respecto a la Fira de l’Oli, destacar que había cuatro personas de seguridad que controlaban el aforo de la plaza y que, en ningún momento, tuvieron que activarse.

¿Y quién manda en la ciudad, sabía lo qué estaba pasando? La respuesta es sí, aunque tarde. «Nos llegó la información a media tarde y avisé a la Guàrdia Urbana para que enviase una patrulla. Ya estaba todo en orden. Pese a ello, la policía ha estado pendiente de la Plaça Corsini durante todo el puente y hemos podido comprobar que todo estaba dentro de la norma», explica Manel Castaño, portavoz del gobierno municipal y concejal de Seguretat Ciutadana. Castaño reconoce que el sábado tuvieron lugar algunas aglomeraciones y que, el próximo lunes, se reunirá con la Urbana para evaluar la situación.

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