Turno de noche: El ojo que vigila garajes

En un parking no todo son máquinas. Si falla algo de noche, surge Ignasi Palau Agente de aparcamientos en Tarragona, al otro lado del teléfono o la cámara. Hace rondas y soluciona problemas al usuario

19 mayo 2017 16:51 | Actualizado a 19 mayo 2017 16:51
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Ignasi Palau (56 años) está entre Gran Hermano y el señor Lobo, el personaje de Pulp Fiction encarnado por Harvey Keitel que solucionaba problemas. En las entrañas del parking Saavedra, el turno de noche le pone a este agente frente a un surtido de paneles y monitores, cual realizador de tele. Desde este control vigila los aparcamientos de Torroja, Francesc Bastos, Tàrraco –el ubicado bajo la estación de buses– y Francolí. «Al empezar la jornada miramos que toda la centralización funcione, que la megafonía, el ordenador y el sistema auxiliar estén en marcha», explica Ignasi, que lleva 11 años en este trabajo y tres décadas en la empresa. Él fue, según asegura, uno de los primeros agentes de zona azul que hubo en Tarragona, allá por los 80.

Quizás usted, como conductor, haya hablado con él alguna vez sin saberlo. Puede ser que, ante el agobio de los automatismos, esa voz humana le haya aliviado. Ignasi aparece al otro lado de la línea cuando usted pica el interfono si le ha ocurrido algún percance en un parking. Bandas magnéticas borradas, tickets estropeados, cajeros que no funcionan y ese reto a la paciencia que implica que la barrera no se levante. «Hay gente que pone la tarjeta de crédito allí donde debería ir el billete del parking. A veces las barreras se bloquean y las tenemos que elevar desde aquí», cuenta.

Con un click de ordenador, desde el puesto de control se alza la barrera que franquea el paso al conductor. «Te llega gente agobiada, nerviosa y colapsada por el problema que tiene. Lo mejor es ver que le puedes ayudar y el usuario se queda contento. Cuando ves que le has podido echar un cable es cuando te sientes realizado. Esa es la parte que más me gusta de este oficio», asume Ignasi.

Si el PC no contesta, hay un sistema auxiliar en una de las pantallas del que echar mano. Si tampoco surte efecto, la última opción es acudir ‘in situ’. «A veces nos toca ir al lugar a solucionar la incidencia. Por eso estamos dos en cada turno, para que uno se quede vigilando». El turno comienza a las 22 h .y se alarga hasta las 6.00 horas. «No siempre nos tocan las noches. También hacemos mañanas y tardes», cuenta Ignasi.

Las madrugadas suelen ser más tranquilas, a excepción de los fines de semana y las grandes celebraciones. Entre los usuarios apurados del Saavedra siempre aparece algún hombre en tensión que lleva a su mujer a dar a luz a los hospitales cercanos de Santa Tecla o la Clínica Monegal. Las cámaras que vigilan son también un instrumento perfecto para cazar cualquier asomo de vandalismo, algo poco habitual. «En realidad, es como si estuviéramos de guardia. Lo mejor es que no haya incidencias en toda la noche. Aunque aquí siempre hay trabajo por hacer», desglosa Ignasi.

Cada madrugada toca hacer entre una y dos rondas por cada uno de los aparcamientos a modo de vigilancia. Un control de las plazas vacías es otra de las tareas a realizar. El café es siempre un aliado para mantenerse despierto: «Procuro no abusar. No me tomo más de uno por la noche». Todo lo ocurrido se apunta con detalle en una libreta y a la mañana siguiente se da cuenta en un parte para que los responsables de mantimiento lo solucionen.

En este control lleno de pantallas y teléfonos suena la radio, y van goteando las llamadas. Ignasi descuelga y atiende servicial y eficiente. Una barrera de Torroja da problemas. Nada grave, pero aquí nunca se para. Apenas hay tiempo para hacer de voyeur, aunque alguna vez se vio por la cámara una escena elevada de tono: arrumacos de una pareja que flirteaba y que luego hasta se casó.

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