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La tripulación sentada en una terraza tomando una cerveza, trabajadores haciendo el mantenimiento en algunas de las embarcaciones atracadas y alguna pareja despistada que pasea. Es la situación que puede verse en una mañana de invierno entre semana en la Marina Tarraco. La ocupación de los amarres es notable y esto se traduce en un ir y venir constante de gente en los muelles.
Con una superficie de 12.000 metros cuadrados, distribuidos en seis edificios, la ocupación de la zona de oficinas está toda completa mientras que en la zona comercial y de restauración la cifra supera ligeramente al 60%. Esto supone que el 80% del espacio está ocupado, una cifra muy superior al 20% que registraba en 2011, cuando la actual empresa gestora asumió la titularidad.
Según datos de Port Tarraco, la Marina suma 76 empresas y 550 trabajadores. El salto definitivo se registró a partir de 2015 cuando algunas compañías como el grupo americano Fluor o Tecnocom apostaron por esta ubicación.
El gerente de Marina Tarraco, Marc Colls, apunta que «el reto está en acabar de llenar la parte comercial». Sin embargo, la ciudad tiene importantes problemas en este sentido. Las calles del centro están quedando vacías lo que dificulta que las firmas decidan ubicarse en una zona más alejada, junto al puerto.
Las empresas de servicios y de restauración son las que apuestan mayoritariamente por la Marina Tarraco. En cambio, los gestores han cerrado la puerta a cualquier posibilidad de que esto acabe convirtiéndose en una zona de copas y de ocio. «Es una situación no sostenible en el tiempo», apunta Coll. Además podría perjudicar a la llegada de barcos, ya que algunos de los patrones escogen este espacio precisamente por su tranquilidad.
Programas como el Sunset que se ha celebrado en los últimos tres años durante los meses de verano son una muestra de la actividad que se hace para que los tarraconenses se acerquen y disfruten de un espacio envidiable.
