Un centenar de Seat 600 visitan Tarragona

El 27 de junio de 1957 salió a la venta el primer vehículo del modelo que motorizó a la España de la posguerra. Para celebrar su sexagésimo aniversarion han visitado la ciudad

24 junio 2017 18:07 | Actualizado a 25 junio 2017 15:31
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«Yo vivía en Campoclaro y el tremendo estruendo nos despertó. Por la ventana entraba el reflejo de las llamas y al asomarnos vimos la dimensión de las mismas. Fue realmente espantoso y el susto jamás lo olvidaremos. En mi casa no teníamos vehículo, por lo que un vecino que tenía un 600 nos dijo que nos fuésemos con su familia. Todos juntos, nueve personas en su coche, ya os podéis imaginar la imagen». Es el testimonio de Cristina Campos sobre el atentado de ETA conta el rack de Empetrol, ahora hace 30 años.

Que la huida de Cristina y su familia fuese a bordo del 600 de un vecino quizá sea mera anécdota, pero refleja una realidad: que el vehículo salido de la fábrica de Martorell permitió que la clase media se motorizase y empezase a dejar atrás los años oscuros de la posguerra. El 27 de junio de 1957 se puso a la venta el primer Seat 600. Los tarraconenses hacían realidad el sueño de poder escaparse de sus casas en fin de semana o en vacaciones. Ir en coche ya no era un privilegio de ricos. Podía viajar toda la familia –padre, madre, niños, abuelos...– aunque el Seat 600 sólo tuviese capacidad para cuatro personas.

«Hay coches clásicos y hay Seat 600. Fue un coche que permitió que la gente viajase pasada la posguerra», asegura Jordi Olivé. Jordi es uno de los organizadores de la segunda edición de la ‘Traveseat 600’, que desde el miércoles pasado recorre los 626 kilómetros que separan Madrid de Barcelona. Etapa a etapa,hoy llegaron a Tarragona, procedentes de Peníscola. Los coches estuvieron expuestos en la Rambla Nova, en medio de la expectación de cientos de personas. A primera hora de la tarde partieron hacia Vilafranca, donde participantes y coches durmieron. Tienen previsto llegar hoy a la fábrica de Martorell. 
En la primera edición de la ‘Traveseat 600’ tomaron parte cerca de medio centenar de coches. Salieron de Barcelona y llegaron a San Sebastián en cuatro días, tras visitar Cardona, Andorra, Ainsa, Olite, Pamplona e Irún, en un viaje que mezcló turismo, gastronomía, recuerdos y buen rollo. Como el de esta semana, con paradas en Cuenca, Albarracín, Teruel, Cantavieja, Morella y Peñíscola. El punto de partida: el circuito del Jarama, en Madrid. 

La diferencia entre ambos viajes es que en el de este año se han  más que doblado los participantes hasta llegar al centenar. El 60 aniversario es un buen atractivo. 

¿Pero qué tiene de especial un coche aparentemente tan sencillo como el 600?: Nostalgia, sobre todo nostalgia. Olivé presume de que en cualquier lugar que se detiene con su 600 «se me acerca un señor y me pregunta si se lo puede enseñar a su hijo o a su nieto. Lo miran y curiosean».

Olivé compró su 600 y lo restauró hace 15 años. De pequeño, sus padres le llevaban a él y su hermano en el 600. «En esa época no había tanto control y podía moverme y jugar con mi hermano en los asientos traseros», rememora, antes de visualizar con la mente el periplo que emprendía toda la familia desde Barcelona hasta L’Ametlla de Mar. Eran 150 kilómetros por carreteras que no tienen nada que ver con las de ahora, puerto del Ordal incluido.

«Salíamos de noche para no pasar calor y para evitar que el 600 se recalentase. Tardábamos seis horas. Nos pasábamos toda la noche viajando», comenta Olivé, que ya tiene sucesor en su pasión por el 600. «Mis abuelos iban en el 600, mis padres también, yo también y ahora se monta mi hijo», se enorgullece. 
También comparten afición ‘seiscentil’ Joan Maria Llorens y su hijo. Están al frente del Biela club 600, con sede en Reus, pero que tiene unos 150 socios de toda la demarcación y algunos que residen en países del extranjero como Alemania, Bélgica o Mónaco.

«El 600 marcó una época. Fue un emblema. Estuvo en casi todas las casas del país. Fue muy popular», señala Llorens. Él mismo aprendió a conducir con un 600. Hace 25 años, Joan Maria compró un 600 «hecho polvo» y lo restauró. 

Desde entonces el 600 le da casi tanto trabajo «como un hijo» de tanto mimo y cuidado que necesita. Buscar una pieza de repuesto es casi una odisea hasta el punto de que en ocasiones tiene que pedirle a un tornero que se la fabrique expresamente.

El 600 también tiene un toque tarraconense. O, mejor dicho, su transformación. Entre 1960 y 1971, Siata, una empresa con fábrica junto a la Universidad Laboral, se dedicó a transformar coches Seat –incluido los 600– en otros modelos. 

Llorens, igual que Olivé, ha vivido mil anécdotas al volante de un 600. Como el viaje entre la Prioral de Reus y la catedral de Santiago de Compostela. Fue una peregrinación en toda regla. ¿Quién dice que uno no pueda ganarse el cielo a bordo del coche más popular de la historia de España?

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