Un horizonte cultural cada vez más incómodo

Tendencias de consumo. Netflix y Amazon Video convierten al espectador en adocenado y perezoso

10 abril 2019 12:37 | Actualizado a 10 abril 2019 12:46
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De un tiempo a esta parte, hemos pasado de recorrer los pasillos de los innumerables videoclubs de nuestras ciudades, a sentarnos plácidamente en el sofá de nuestro salón y, a la distancia de un clic, poseer el mayor catálogo cinematográfico del mundo.

El tiempo se ha revelado factor decisivo para una sociedad con prisas para casi todo, incluso para escoger una película el sábado por la noche. De este modo, tiempo y distancia son dos handycaps que las plataformas en streaming han eliminado, pero no nos llevemos a engaño, Netflix o Amazon Video no sólo ahorran tiempo al usuario, sino que lo convierten en un espectador adocenado y perezoso, devorando su criterio cultural en busca de una mirada peligrosamente uniforme.

La personalidad es enemiga por sistema del mundo neocapitalista y la gentrificación empresarial, que nos empuja a un consumismo masivo, no busca espectadores, necesita consumidores. Empleando la misma terminología, en el modo de ver cine en el siglo XXI no interviene individuos libres y sí agentes económicos. 

El consumidor de cine o series en streaming crea un perfil para poder disfrutar de su contenido y, a partir de ese momento, el algoritmo usado por la plataforma recalcula y establece productos afines al usuario. 

De tal modo, hemos sustituido el dedo posándose sobre las carátulas de vídeo o dvd o la búsqueda de información en revistas o prensa, por una distopía cultural en la que el producto viene asignado, recomendado por defecto a través de múltiples etiquetas: lo más popular, tendencia de ahora, más cómo lo que te gusta o recomendaciones. 

Netflix se erige como mediador y censor entre el producto y nosotros. Aterrador. En primer lugar es necesario que el consumidor vea los productos con la marca de la plataforma anunciados a bombo y platillo. 

Sin embargo, existen films ocultos al no estar indexados sobre ningún perfil concreto y ninguneados por el algoritmo. Regularmente, los contenidos de las plataformas en streaming se renuevan, eliminando películas e incorporando nuevas. 

Es así como el usuario siempre puede disfrutar de productos nuevos, pero siempre similares a juicio del algoritmo. El factor sorpresa, la arbitrariedad en la elección del que se arriesga con películas nuevas o series de televisión fuera de sus gustos habituales encuentra un obstáculo prácticamente insalvable.

Con el cambio de paradigma audiovisual los cinéfilos de antes se han visto desplazados, cuanto no marginados, a la sala oscura del cine o la compra de cine doméstico en tiendas especializadas o grandes superficies. El cinéfilo del siglo XXI es un consumidor de productos en serie (vale para ambas acepciones) atosigado por el tiempo y tele dirigido por un complicado algoritmo que cree conocerle. 

El control es tan férreo por parte de estas plataformas que incluso han eliminado el sistema de comentarios, simplificando la voz de los usuarios en un pulgar hacia arriba o hacia abajo, de tal modo que la única información sea la suministrada por la compañía. 

Sobre nosotros se acerca un horizonte cultural dónde cada vez la libre elección resulta más incómoda, la capacidad de sorpresa y la belleza del error en busca de un camino alternativo son enemigas de la trituradora cultural impuesta por un sistema depredador que nos quiere iguales, uniformes, domesticados. 

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