Un paso adelante, aunque peligroso

Sólo tiene sentido querer mayor edificabilidad si se sabe para qué uso

19 mayo 2017 17:43 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:31
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¡Ya era hora de que se conociera a los ganadores! Ha llegado el momento de ejercitar la transparencia y de que se expongan las 25 propuestas iniciales que el Colegio de Arquitectos gestionó en la primera fase del concurso, y en qué orden quedaron. Además, deben exponerse las 5 propuestas que pasaron a la segunda fase gestionada por la Diputació, y conocer el orden final de puntuación. Por las noticias, yo, como otros muchos mortales, hemos sabido quien ha sido el ganador: Fusas-Viader-Mansilla-Perea. Valga pues la ocasión para mi pública y efusiva felicitación.

Me toca opinar en este caso con la debida prudencia de quien no ha visto las propuestas, quizás demasiado secretas. No he formado parte del jurado. Por tanto, me remito a las luces y las sombras de las noticias publicadas en prensa, a las que debo otorgar el principio de veracidad y precisión, como no podría ser de otra manera. Además, me remito a los pocos o no tan pocos conocimientos que tengo sobre el Preventori de la Savinosa. Una opinión personal que forjo desde una perspectiva no sometida ni a nada, ni a nadie.

Me remito a lo positivo de este concurso, por haber motivado a 25 equipos contrincantes de prestigio. Quizás es la primera vez que se dan cita en Tarragona tantos equipos pluridisciplinares de reconocido ámbito nacional e internacional. Por tanto, aplaudo la participación.

Quiero felicitar también a aquellos miembros del jurado que, de inicio, se retiraron para otorgar la debida transparencia. Se trataba de un concurso en el que se precisaba independencia y ecuanimidad respecto a cualquier equipo y persona participante. No por ello voy a dejar de afirmar que no me gustan los jurados definidos de antemano, cuando aún no se sabe quién participa. Es indudable que pueden surgir tachas e incompatibilidades por amistades o enemistades manifiestas entre participantes y miembros de jurado. Valga por ello la reflexión que defiendo hace tiempo como postulado de las licitaciones públicas. El jurado debería configurarse una vez cerrados los participantes.

Entrando de lleno en el fondo de la cuestión, debo decir que hay cosas que me gustan y otras que no de esta propuesta ganadora. Me gusta que el conjunto permanezca entero, como idea arquitectónica y paisajística preexistente, como icono o huella histórica. Las partes hacen al conjunto, como el conjunto se debe a las partes. Y el lugar, el territorio, el paisaje, se deben tanto a la forma como ésta, al sitio. Me gusta la sensibilidad de no derribar los edificios porque la rehabilitación es posible y es de sentido común en una sociedad en crisis. Rehabilitar 10.000 metros es más sostenible que derribarlos y edificar de nuevo, si se hace desde un sentido coherente.

Me gusta porque además da sentido a una catalogación BCIL merecida como una preexistencia razonada y razonable. Lo contrario hubiera sido desprestigiar a quienes lo catalogaron con sobradas razones. Ellos no son responsables de su deplorable estado actual y de que la finca, de unos 80.000 metros, esté cerrada a la ciudad desde hace 37 años. Vergonzoso.

No me gusta la idea de una edificabilidad adicional del 30%. Sumar a los casi 10.000 metros edificados otros 3.000 más me da mala espina. No me gusta como final si no hay argumento de principio. Porque solo es posible querer más edificabilidad si se sabe lo que se quiere, qué uso y para qué se quiere. Y extraña, en palabras de Ruben Viñuales, de C’s que no queden claros los usos. Por ello, no entiendo por qué más edificabilidad. Deberá justificarse muy, y muy bien, el qué, el cómo, el porqué y el para qué o para quiénes es esta edificabilidad.

Me gusta que haya una ampliación de espacio destinado a la ciudadanía, abierto y libre, que es lo que se desprende de las noticias. Pero no me gusta que se dé a la ciudadanía una pequeña parte del pastel de esta gran zona verde mientras se mantenga una valla de delimita lo público de lo que no vaya a ser público. No tiene sentido en el siglo XXI.

¿Tiene sentido un equipamiento público vallado, o lo que se pretende es una valla separadora entre lo que es paseable y lo que jamás lo va a ser? Y si el «leimotiv» de la propuesta es una zarzuela o caldillo de usos múltiples, ¿se habrá pensado en vivienda social, pública o privada? ¿Y si es así, no estamos ante la creación de un barrio? En este caso, pues, no entiendo cómo no es posible abrir la totalidad de espacios no edificados a la ciudadanía. En Holanda, Alemania, Bélgica... hay usos residenciales, terciarios y de otros tipos entremezclados y envueltos dentro de suelo calificado como verde público. ¿Por qué no somos más atrevidos y honestos con la ciudadanía?

Me preocupa profundamente la terminología difusa del «uso múltiple», así como el uso de palabras noticiadas estos días como «operador». Me dan miedo. Quiero creer que la fórmula de «múltiples operadores» no se va a referir a operadores turísticos que exijan una línea divisoria a una finca que debe volver a la ciudadanía. No me gustaría un pastiche de usos diversos a modo de lo que es la Roca Village y un hotelillo con grandes zonas verdes privadas. Francamente no sería el fin que se merece esta pieza de 8 hectáreas en primera línea de mar.

Antes de acabar, seguramente mejor que yo, historiadores o gente más ilustrada podrá refrendar el verdadero motivo de donación de estos terrenos a la ciudad y en qué condiciones. Un preventorio para la salud pública encajó en su momento en un uso social y público, necesario en un determinado momento histórico. No me gusta la retórica actual de los usos múltiples, como si se tratara de una sala multicines donde todo cabe. En el mejor de los casos, los usos múltiples se denominan barrios, y los barrios están vivos y abiertos, sin vallas. La ciudad ya no debe tener guetos.

Ya lo ven, lectores. Un paso adelante, aunque peligroso. No entenderé una propuesta que no sea capaz de devolver a una ciudad al menos entre un 80% y un 90% de los espacios libres de protección paisajística que desde hace 37 años están negados. Llega un momento que una sociedad inteligente y democrática no puede ya trazar líneas divisorias como en ciertas repúblicas bananeras, entre lo que es el dominio público y lo que son cortijos turísticos.

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