Un sorbito de caos

Nos cortan la luz un par de horas y no sabemos cómo continuar con nuestras vidas. Y eso que era a media mañana... Por cierto: el dinero de los Juegos sigue siendo un acto de fe

19 mayo 2017 16:20 | Actualizado a 24 diciembre 2019 23:11
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Se va la luz un par de horas y se nos desmorona la rutina. A media mañana, no crean. Y de un día soleado y luminoso. Pero en algunas facetas, quedarnos sin electricidad es lo más parecido al caos. Fue el martes a las 9.35. Servidor se encontró, de repente, en una clase de inglés medio a oscuras. Me cuentan que a otros les cancelaron la hora en el dentista, porque sin luz no hay maquinaria, ni tampoco luz, claro (valga la redundancia). Y una cosa es hablar en inglés en la penumbra, y otra que le hurguen a uno las muelas.

En la calle, los semáforos del centro dejan de funcionar y la Guàrdia Urbana tiene que desplegarse. En el impás, un porcentaje elevadísimo de conductores demuestra desconocer la normativa: esa que dice que, si el semáforo no funciona, es como si no existiera y hay que hacer caso al resto de señalización. O, lo que es lo mismo: cuando el semáforo no funciona (y no hay ningún agente policial dando órdenes), los cruces se convierten en pasos de cebra de los de toda la vida, con prioridad para el peatón. Pero hay muchos, insisto, que eso no lo recuerdan. O ya les va bien que lo parezca. Menos mal que el corte de suministro no se produjo durante esas horas de la vista gorda con la doble fila, de entrada o salida de los colegios. Habría sido memorable.

En los bares, escenas de lo más románticas, tan apropiadas el día de San Valentín: café con leche y bocadillo a la luz de las velas. Y a cobrar de memoria o con calculadora, desde luego, porque las cajas registradoras, sin luz, no existen. Tres simples horas sin suministro y nos damos cuenta de lo vulnerables y dependientes que somos. Y eso a media mañana, insisto.

Otra cosa: cada vez que leo el titular de la entrevista que publicamos con el secretario para el Deporte, José Ramón Lete, más inquietante me resulta. «Los 13 millones que nos pide Tarragona podrían rebajarse», dijo.


‘Podrían rebajarse’
¿Podrían? En condicional. Dependiendo de...¿? Y rebajarse, ¿en cuánto? ¿En 10 euros? ¿A la mitad? Y, lo que más me intriga: si la frase del secretario de Estado es cierta –y debo suponer que sí, claro. Si no, ¿para qué iba a soltársela al Diari de Tarragona, con lo impopular que es?– y las consiguientes preguntas no tienen por ahora respuesta, ¿cómo es posible que el alcalde y el propio Lete se atrevieran a asegurar, en su comparecencia, con rotundidad y firmeza, sin pestañear siquiera, que «desde hoy es imposible la no celebración de los Juegos» y que «la renuncia no está sobre la mesa»?

No digo que no lo crean de verdad. Sólo me sorprende que, si efectivamente es así, si efectivamente lo creen y lo afirman con tal contundencia, no puedan apoyarlo en alguna concreción más allá del «trabajaremos para que sea así». No me cuadra.


‘¿Farts de Silenci?’
Mientras, en la Part Alta comienzan a aparecer, gota a gota pero cada vez son más, vecinos que dicen que ellos no están tan hartos del ruido. Que a Farts de Soroll se le ha hecho caso –mediática y políticamente– porque daba la impresión de que su voz era de consenso. Y, desde luego, mientras no han surgido voces contrarias, ha dado esa sensación. No tengo ni idea de qué colectivo es el mayoritario, pero por su propia convivencia, harán bien en entenderse.

Por lo pronto, el Ayuntamiento ya ha comenzado a cumplir lo que le prometió a la plataforma. Después de suspender las nuevas licencias en la Part Alta, ahora se ha acordado que la Fira Aquelarre se celebre fuera del barrio (será en el Camp de Mart) y se piensa hablar con las cofradías para que los ensayos más ruidosos sean también en el exterior del núcleo antiguo. A este ritmo, intuyo pronto el nacimiento de la plataforma Farts de Silenci.

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