Un tarraconense abre el primer centro europeo para criopreservar cadáveres

El médico Albert Estrada dirige Cecryon, una empresa de Valencia en el punto de mira de la administración. Ofrece congelar el cuerpo tras morir para intentar una reanimación futura

19 enero 2019 19:28 | Actualizado a 20 enero 2019 17:38
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Albert Estrada posa en Twitter alzando el pulgar, junto al mensaje: «Ya ha llegado a Cecryon la cámara de enfriamiento». Estrada es un doctor de Tarragona, director médico de esta empresa constituida en 2016 y a punto de empezar su actividad en la criopreservación humana de cuerpo completo. 

La propuesta, casi de ciencia ficción, se ha materializado en un proyecto bien concreto. La empresa se ha instalado en un tanatorio con aires futuristas y asépticos en Riba-roja del Túria, en Valencia. Se ha invertido más de un millón de euros para reconfigurar un espacio de 1.500 metros cuadrados de terreno. El experimento va en serio: detrás está Demium Startups, una aceleradora española de empresas tecnológicas. 
Otra muestra de lo avanzado de la iniciativa: ya se han instalado criocrápsulas y ya hay precio. El servicio para congelarse una vez se fallece y pensando en una eventual ‘resurrección’ cuesta 200.000 euros más IVA. Ya hay una sala criobiológica para albergar los cuerpos de lo que ellos llaman pacientes. «Criocápsulas homologadas, que junto a la telemetría permanente que poseen, nos permiten afirmar que los cuerpos de nuestros pacientes estarán totalmente seguros en nuestras instalaciones durante el tiempo que sea necesario», dice la empresa. 

Albert Estrada entró en Cecryon en abril de 2018. Es licenciado en Medicina y especialista en Bioquímica Clínica de la UAB. Ha trabajado como facultativo especialista del ICS en el Laboratori Bon Pastor. Es hijo del doctor Lluís Estrada, una especie de eminencia de la criónica en España que lleva más de 40 años viviendo en Tarragona. A sus 72 años, ya jubilado, es presidente de Criónica, la Sociedad Española de Criogenización. Ha sido jefe de la sección de neurofisiología clínica del Hospital Joan XXIII. Además de médico y cirujano, es neurofisiólogo por la Universitat de Barcelona, donde ha sido profesor asociado. 

Desde hace más de 25 años se ha dedicado al estudio y la investigación de la biología del envejecimiento y de las posibilidades de incrementar la longevidad, a través de diversas asociaciones y plataformas. Por eso Albert, su hijo, ha mamado desde bien pequeño esta vertiente de la medicina, explotada en Estados Unidos pero aún no en Europa. 

Tras el expediente informativo abierto a finales de 2018 por parte de la Generalitat Valenciana, ni la empresa ni el propio Albert Estrada hacen declaraciones por el momento. Sin embargo, Estrada indicó recientemente que Cecryon ya cuenta con dos clientes que desean mantener su cuerpo en una cápsula a -196 grados al menos 100 años, el sistema de conservación preparado y que debe ser pionero en Europa. «Nuestra idea es que en el 90% de las muertes ya sepamos que el paciente está en una situación de riesgo vital y nos traslademos donde esté para empezar el proceso», explica Estrada, que añade que lo ideal es actuar antes de cinco minutos tras certificarse la muerte. 

Así, una vez ha fallecido, se enfría al paciente con agua con hielo, se mantiene latiendo de forma automática el corazón, se le pone heparina para evitar coágulos en sus arterias y se le puede comenzar a perfundir líquidos en función de lo cerca o lejos que esté de las instalaciones Cecryon.

A continuación, el proceso, ya en el centro, incluye la sustitución de la sangre y los líquidos celulares por unas sustancias crioprotectoras. Eso se acompaña con un descenso de la temperatura hasta los 196 grados bajo cero. El paciente queda sumergido boca abajo en un tanque de nitrógeno líquido, una criocápsula a la que solo hay que reponer el hidrógeno a medida que se evapora. 

Estrada considera que la licencia funeraria de la que dispone es suficiente para poder poner en marcha el centro, ya que el reglamento de policía sanitaria mortuoria establece las normas legales para la preservación, «y es lo que nosotros hacemos».

En su web, Cecryon presume de «uno de los centros de criónica más avanzados del mundo» y ofrece el servicio: «Nuestro deseo, igual que el suyo y el de su familia, es el de restituir sus funciones y actividad vital cuando el avance científico permita revertir los problemas de salud que le hubieran afectado. Para ello, nos comprometemos en la guardia y custodia de su cuerpo durante el tiempo que sea preciso, hasta alcanzar dicho grado de desarrollo tecnológico». Cecryon no habla de cadáveres, «aunque así lo estipule el legislador», sino de «personas en animación suspendida que podrán ser recuperadas en el futuro». 

Aunque son numerosísimos los recelos de la comunidad médica y científica, la compañía sostiene que «la tecnología actual ya permite, en muchísimos casos, efectuar maniobras de desfibrilación y resucitación cardiopulmonar que permitirían devolver a la vida a pacientes moribundos que acaban de fallecer». Tanto Estrada como otros defensores de la criopreservación reconocen que, hoy en día, es imposible revertir el proceso que sí se realiza, por ejemplo, con embriones. Hacerlo con millones de células es el desafío de la ciencia en el futuro.

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