Una colilla por cada metro de acera en Tarragona

Nos dedicamos a contar los desperdicios en  1.218 metros de acera de ocho calles muy concurridas. Ganan las colillas, los orines de perro y los excrementos de paloma 

20 septiembre 2018 08:47 | Actualizado a 20 septiembre 2018 09:08
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¿Cuán sucia está una acera cuando decimos que está sucia? ¿Qué la ensucia? ¿Quién? Son preguntas difíciles de responder sin recurrir a una percepción subjetiva, así que decidimos realizar un experimento recorriendo tramos de calles muy concurridas para observar los desperdicios del suelo.

Para la prueba elegimos ocho calles que figuran en el Pla de Mobilitat que elaboraron expertos para el Ayuntamiento de Tarragona. Todas pertenecen a la «Red principal de viandantes en el núcleo urbano», porque unen centros generadores y atractores de desplazamientos a pie.

Revisamos tramos equivalentes a una manzana en la Rambla Francesc Maciá, las calles Prat de la Riba, Reial, Apodaca, Rambla Nova, Rovira i Virgili, Vidal i Barraquer y Avinguda de Roma. En total, 1.218 metros. 

Toma la limpieza por su mano

Arrancamos por la Rambla Francesc Macià. A la altura del Mercadona encontramos a una señora con un carrito de la limpieza fregando los orines de las esquinas. Cuenta que no es lo que tiene encomendado (es la encargada de la limpieza la comunidad que está encima), pero prefiere limpiar también la calle «porque esto la Rambla ¡La Rambla! y tiene que estar bonito», exclama.

Son las nueve de la mañana y la mujer nos cuenta que el día anterior pasó la máquina que limpia con cepillos y esta mañana ya ha trabajado el barrendero. Se nota: la imagen dista de la de  principios de verano, cuando la resina de los árboles dejaba una película pegajosa en el suelo.

Con todo, esta calle, la más limpia de las que recorremos, arroja un resultado sorprendente: en 182 metros que recorremos encontramos 201 colillas. A lo largo del recorrido por las ocho calles contaríamos 1.355 colillas, lo que da una relación de 1,11 colillas por metro. 

En ninguna de las calles había cenicero y, en su defecto, las bases de los árboles se han convertido en ceniceros improvisados. Más de un fumador debía pensar que es una solución más ecológica, pero en realidad el filtro de acetato de celulosa de una colilla tarda 10 años en degradarse.

Orines en cada esquina

Más allá de las omnipresentes colillas, el segundo elemento más común en casi cada esquina son los orines de perro. Un barrendero nos advierte, no obstante, de que no son sólo de perro, sino de peronas, sobre todo en las proximidades de una discoteca.

También es atribuible a los humanos la gran cantidad de desperdicios fuera de los contenedores, un problema que se da independientemente de si la calle es más o menos distinguida. Abundan las cajas de cartón, seguramente provenientes de comercios, pero también bolsas de basura domésticas.

Contar los chicles pegados a las baldosas ya daría para otro reportaje, pero también llamaba la atención encontrar pegotes de alimentos que se cayeron en algún momento y que nadie limpió, restos de excrementos de perros, manchas imprecisas... Toda suciedad imposible de acometer con una simple escoba.

Y no es todo, encontramos envoltorios de caramelos, bolsas de azúcar, una gasa ensangrentada, pañuelos, bolas de papel de aluminio, un bote de yogur, vasos, botellas, cáscaras de pipas... 

El rastro de las palomas

Lo que sí no es atribuible al incivismo de los tarraconenses son las hojas que se acumulan en algunas calles, como en la Reial, la más sucia de las que visitamos.

Aunque si hay algo común en las calles del centro y la Part Baixa es el rastro de las palomas, tan visible por los excrementos como por las plumas. Nos encontramos, incluso, restos de huevos y un polluelo muerto. 

Lo dicho, no es fácil saber qué y quién ensucia, pero este experimento da alguna idea.

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