Una madre de bebé robado fue internada en Tarragona 'por ligera de bragas'

Dio a luz, fue ingresada en un sanatorio de Tarragona por su familia sin motivos y su hija, que creció con otros padres, ha reconstruido su historia  
 

25 septiembre 2018 10:22 | Actualizado a 25 septiembre 2018 10:41
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Algunas de las madres llegaban a ser ingresadas a la fuerza en manicomios con diagnósticos como «le gusta estar con hombres» o «es ligera de bragas». Una hija de una mujer a quien se le diagnosticó distrocia social y fue ingresada en un centro de salud de la provincia ha tenido acceso al historial médico de su madre, en el que se indicaban este tipo de justificaciones.

Así se expresa este testimonio en el libro escrito por la doctora en antropología Neus Roig: «Cuando me enteré de que a los adoptados nos entregaban la documentación con nuestros datos reales, acudí al juzgado a solicitar la jurisdicción voluntaria que me permitiera saber quién era mi madre. Una vez tuve la  documentación, con la ayuda de un detective privado conseguí encontrar a la familia y ellos me contaron la historia. O, más bien dicho, ‘su historia’, porque poco tiene que ver conmigo». 

Su madre tuvo una relación de la que quedó embarazada, según explica. Su abuelo la internó en el convento de Santa Isabel y esperaron el parto. La chica continúa su relato: «A mí me dieron en adopción y a mi madre la internaron. Fui al sanatorio donde estuvo y el director me dijo que mi madre ya había muerto, pero que me facilitaría toda la información que pudiese sobre ella».

Entonces llegó la sorpresa en las pesquisas que arrojaban luz sobre su pasado: «Leí en varios informes médicos que no había motivo para que estuviera interna, pero que, a petición de la familia, seguía internada. Con el paso de los años se adaptó y fue ella misma quien ya no quiso salir. Preparaba la medicación oral que se administraba a los demás pacientes y ayudaba a dársela. Tan mal no estaba porque sino, no se lo habrían permitido». 

Pero la investigación terminó siendo también dolorosa y dura de asimilar: «Lo que me hizo llorar de verdad y no supero es leer en varios informes que ella decía que había tenido una niña y preguntaba dónde estaba. Por orden de mi abuelo le contestaban que lo había soñado. ¿Puedes imaginar crueldad peor? Murió en el año 2000. No pude conocerla porque pedí la documentación con 12 años de retraso». Pese al mal trago, procura hallar algo de alivio: «Es algo que no puedo perdonar ni al sanatorio ni a mi abuelo. Eso sí, me consta que fue feliz allí dentro. Quizá mucho mejor que vivir con un padre que la internó y le mintió». 

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