Una pulsión xenófoba en Tarragona que merece varias reflexiones

La exigencia explícita de expulsión para los delincuentes inmigrantes presupone una mentalidad que debería inquietarnos

11 octubre 2019 12:20 | Actualizado a 11 octubre 2019 18:36
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La Associació de Veïns de La Catedral ha comenzado a repartir entre los comercios del barrio una circular a favor de expulsar inmediatamente a los inmigrantes que acumulen antecedentes por delitos con violencia. Esta recogida de firmas se ha sumado a la propuesta de crear brigadas de serenos para combatir la inseguridad que provocan «los menas y exmenas», según el presidente de la asociación, Jordi Ferré. Semejantes iniciativas se producen tras varios meses en los que la Part Alta ha sido protagonista de diversos sucesos de carácter delincuencial.

Las propuestas de la AVV La Catedral han desatado un revuelo considerable, abriendo un enconado debate sobre las pulsiones racistas que permanecen latentes en un sector significativo de la ciudadanía. Como era previsible, el Ayuntamiento ha respondido inmediatamente señalando que «no toleraremos mensajes xenófobos». En el mismo sentido se ha posicionado el portavoz del gobierno local, Xavier Puig, considerando «repulsiva» esta circular, y también el concejal Hermán Pinedo, que la calificó de «fascista». Además, la propia Confederació d’Associacions Veïnals de Catalunya (CONFAVC) ha manifestado su rechazo a una iniciativa «que fomenta la xenofobia y rompe los lazos de buena vecindad».

Pese a las contundentes condenas públicas, hay que ser muy ingenuo para pensar que este tipo de acciones son una mera excentricidad personal de un representante vecinal que se ha venido arriba. Como botón de muestra, la edición digital del Diari ha publicado estos días dos noticias al respecto, que han generado una asombrosa cantidad de comentarios de los lectores, la inmensa mayoría de ellos respaldando la recogida de firmas con verdadero entusiasmo: «Yo apoyo totalmente a esta asociación», «expulsión inmediata ya», «qué casualidad que sólo pasa con magrebíes», «menas igual a problemas», «por buenistas os coméis con patatas fritas al invasor delictivo», «si os encanta la libertad multicultural, joderos y aguantaros», «nos están llenando la sociedad de vagos y mangantes», «los inútiles que gobiernan no van a solucionar los atracos perpetrados por estos menas», «lo más normal es defenderte de toda esa chusma, y luego aparecen los progres a defender a los chorizos», «esto no es xenofobia sino sentido común», «si ninguno nos ayuda, tendremos que ayudarnos nosotros», «seguro que a los que se oponen a la iniciativa todavía no les han robado», «pues yo soy fascista, racista, xenófobo, y me siento la mar de feliz», etc. Semejante ristra de barbaridades invita a plantear cuatro reflexiones básicas.

En primer lugar, nos hacemos trampas al solitario cuando pensamos que la mentalidad de los ciudadanos puede identificarse con el ideario explícito de sus representantes. Sólo VOX suscribiría actualmente las preocupantes frases que he transcrito, pero les aseguro que la proporción de tarraconenses que comparten esta mentalidad es muy superior al 6,32% de los votos que obtuvo en nuestra ciudad Santiago Abascal el pasado 28 de abril.

Por otro lado, resulta inquietante la asimilación mental entre inmigración y delincuencia que comienza a detectarse en amplias capas de la ciudadanía, una vinculación conceptual que resulta absolutamente injusta con los miles de recién llegados a nuestra ciudad, que sólo buscan ganarse la vida honradamente para proporcionar a sus familias una vida digna y un futuro mejor.

En tercer lugar, solicitar explícitamente medidas contra los delincuentes de origen inmigrante lleva aparejado, como presupuesto subliminal, que los ciudadanos autóctonos tienen más derecho a saltarse la ley que los extranjeros. De hecho, el propio promotor de la iniciativa señala que «ya tenemos suficiente con los delincuentes de nuestro país». Semejante planteamiento considera secundario el hecho cometido y pone el el énfasis en el origen, la raza o la religión del autor, sugiriendo una mentalidad que ha cimentado los mayores desastres de nuestro pasado.

Por último, la condena de determinadas actitudes xenófobas debe ser compatible con el reconocimiento de un verdadero problema de seguridad ciudadana. La impunidad de los pequeños delincuentes, sean de donde sean, es un hecho constatable que debe atajarse con una batería de medidas que acabe con la sensación de vulnerabilidad que sufren muchos de nuestros convecinos. Si no se hace, la historia nos enseña que el siguiente paso será la búsqueda de una cabeza de turco donde descargar toda esta frustración colectiva. Y ya está sucediendo.

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