Vanesa Lorenzo: «No se pierde autoridad cuando se le pide perdón a un niño»

La modelo y diseñadora publica 'Crecer juntos', libro en el que aboga por la disciplina positiva para una mejor comunicación familiar, entre padres e hijos

23 noviembre 2020 20:52 | Actualizado a 28 noviembre 2020 12:00
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Vanesa Lorenzo es una de las modelos más reconocidas del momento, que ha trabajado con algunos de los fotógrafos más prestigiosos de la industria de la moda. Graduada en diseño, su trabajo ha sido galardonado con el Prix Marie Claire. Asimismo, también ha colaborado en varias colecciones de la marca de niños The Animals Observatory, de la que es socia. Todo ello, compaginado con la práctica del yoga, en la que se introdujo hace más de 15 años en Nueva York. Su pasión por esta filosofía la ha llevado a ser, en 2014, la madrina de la Free Yoga Masterclass que organiza Oysho en Madrid y Barcelona, consiguiendo reunir a más de 3.000 personas en cada convocatoria. Como escritora, Vanesa publicó en 2016 Yoga, un estilo de vida (Editorial Planeta) y ahora llega con Crecer juntos. Yoga y disciplina positiva para afrontar los retos de la educación (Editorial Planeta), en un momento especialmente delicado, de compartir tiempo y espacio en familia y en el que no siempre se evitan las tensiones.

¿Cómo podemos afrontar mejor este invierno atípico?
Durante el confinamiento pasado, cuando estaba escribiendo los capítulos de Crecer juntos, me di cuenta de que tenía entre manos unas herramientas que podía utilizar 24 horas al día. Estábamos en una convivencia muchísimo más intensa en la que, como todos, había mucha tensión y podía empezar a aplicar más que nunca lo que divulga este libro a través de la disciplina positiva y el yoga para niños. A mí me ha ayudado muchísimo y es muy útil.

Normalmente, a ningún ser humano le gusta obedecer porque sí, nos rebelamos ante eso.

Habla de desaprenderlo todo, de tratar a los niños como adultos. Pero ¿qué ocurre cuando un adolescente dice ‘no’ constantemente?
En Crecer juntos hay muchos ejemplos de edades de preescolar y primaria, pero también sirve en la adolescencia e incluso en parejas y equipos de trabajo. Con el tema del ‘no’, venimos más o menos todos de una educación que es orden y obedezco. El padre o la madre ordena y el niño obedece. Normalmente, a ningún ser humano le gusta obedecer porque sí, nos rebelamos ante eso. 

¿Qué propone la disciplina positiva?
Cómo podemos llegar a que nuestros hijos cooperen en el hogar, que no sea una cuestión de que obedezcan nuestras órdenes. Plantear que sean partícipes y se sientan útiles porque entonces lo llevarán como una responsabilidad. Es un cambio de prisma total. Yo lo veo con mis hijas. Si las implico en decidir sobre lo que quieren hacer, colaboran mejor. Es también un cambio de comunicación, tan necesario en estos momentos, en los que pasamos muchas horas juntos. Cada vez trabajamos más desde casa.

¿Qué hacer cuando a pesar de todo hay que repetir las cosas, insistir?
Es importante hacer una lista. Los mayores, por escrito. Los más pequeños, a través de fotos o dibujos. Y son ellos los que van a decidir. Luego hay que recordárselo, claro. Y entonces se dan cuenta de que el listado lo han hecho ellos. Les da una posición para que sientan que son importantes en el hogar.

Usted habla de machismo y maternidad. ¿La lista también sirve para los padres? 
(Se ríe). Pues claro que sí. Si la pareja no colabora vamos a tener que trabajar también la disciplina positiva. Es cierto que sobre todo la carga mental de la logística de un hogar recae muchísimo más en la mujer. Y a veces ni siquiera te das cuenta, lo haces por inercia. Tenemos que intentar cambiarlo porque si no, no avanzaremos. Es importante que nos atendamos a nosotras también y que respetemos nuestros límites, ya que eso es bueno tanto para los niños como para nuestra pareja. Es bueno en convivencia en general. Aunque las dinámicas cuesta cambiarlas, por lo menos hay que estar atentos en intentar ponerlo encima de la mesa y hablarlo para mejorar.

La disciplina positiva plantea cómo podemos llegar a que nuestros hijos cooperen en el hogar, que no sea una cuestión de que obedezcan nuestras órdenes.

Empatía, compasión, serenidad... ¿De qué manera a través del yoga se consigue llegar a todos esos valores con los niños?
Es una práctica que va mucho más allá de un beneficio físico porque se tratan temas de meditación, de control de la respiración. Eso es lo que hace que te lo puedas llevar fuera de la esterilla, que luego te acompañe y que puedas acarrear tu ser de una forma más calmada o por lo menos, identificar antes cuándo estás mal o incluso cuándo te vas a poner en un estado de furia, de rabia. 

¿Usted lo practica en familia?
Sí. Lógicamente muchas veces acabamos con malas formas porque no somos perfectos y yo me sigo equivocando, pero por lo menos intento que cada vez sea en menos situaciones. Intentar controlar la emoción porque al final, los niños aprenden imitando. Es muy valioso que entiendan que todos podemos pasar por momentos de rabia, de frustración, de nervios, pero que hay que darse cuenta de las emociones y hay que intentar controlarlas. Y el yoga te ayuda mucho en ese área de gestión de la emoción. Y a pedir perdón.

Es cierto que sobre todo la carga mental de la logística de un hogar recae muchísimo más en la mujer. Y a veces ni siquiera te das cuenta, lo haces por inercia. Tenemos que intentar cambiarlo

Difícil...
Parece que si le pides perdón a un niño vas a perder autoridad y es todo lo contrario. Porque cuando tú le pides perdón a un niño le estás enseñando que cuando uno se equivoca tiene que hacerlo. Es valiosísimo porque luego el niño te imita. Es una dinámica mucho más saludable de convivencia cuando todos tienen menos miedo a decir, lo siento, me he equivocado, lo siento, te pido perdón, qué necesitas tú y qué necesito yo. Qué necesitas para sentirte bien, qué puedo hacer para reparar este daño. Pedir perdón no es ningún fracaso.

¿Este yoga es también un juego?
Siempre es a través del juego porque es imposible pedirle a un niño que tenga capacidad de conciencia como la que tiene un adulto. Hay que tener en cuenta que dependiendo de la edad, la atención será mayor o menor. En el libro presento ejercicios físicos, de respiración y de meditación. Es una guía porque al final no es fácil hacer la secuencia completa con un niño. También hay que ser flexibles, disfrutar.

Es curioso que respiramos para vivir pero sin embargo no sabemos respirar.
Qué cierto es. Como no nos enseña nadie, llegamos cuando ya somos mayores y nos preguntamos por qué tenemos ese hueco en el estómago cuando nos ponemos nerviosos. Creo que es muy valioso normalizar desde pequeños estos conceptos en el hogar. Y cada vez más también lo están implantando en los colegios. Los educadores se dan cuenta de que toda la parte de respiración y meditación ayuda muchísimo a afrontar cualquier reto educativo, de estudio.

Es muy valioso que los niños entiendan que todos podemos pasar por momentos de rabia, de frustración, de nervios, pero que hay que darse cuenta de las emociones y hay que intentar controlarlas.

¿Qué les recomendaría a los padres y madres ante un nuevo confinamiento, ya sea total o parcial?
Que la paciencia tiene que ser una de las cosas más difíciles de perder en momentos de tensión. Para poder estar más en calma y poder mantener esa paciencia, clave para poder relacionarnos bien, tenemos que estar bien nosotros, tenemos que cuidarnos. Primero hay que enfocar una mirada hacia el interior y pensar qué necesitamos para estar bien porque si no, no vamos a poder sobrellevar cualquier momento complejo como el que estamos viviendo. No hay que sentirse mal por querer atendernos primero a nosotros y esto lo digo, sobre todo, por los padres y las madres.

¿Sobre todo por las madres?
Sobre todo por nosotras. Nos cuesta muchísimo más el cuidarnos, pensamos que es un acto de egoísmo. Por otro lado, les recomendaría que intenten crear un ambiente de cooperación en los hogares porque cuando estamos conviviendo tantas horas o intentas que todos cooperen o empiezan a saltar chispas. Para cooperar uno tiene que comunicarse y entender qué le pasa al otro y eso solo se puede hacer hablando. 

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