'Vivo encerrada en mi casa por culpa de las palomas'

Una vecina no abre las ventanas por miedo a que entren los animales. Un caso peculiar que ilustra un problema extendido

26 octubre 2019 09:40 | Actualizado a 26 octubre 2019 11:07
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Desde fuera, el piso de Pilar Ferrer, en la Rambla Vella, parece decorado para una Navidad que no acaba de llegar. Hay pequeños objetos de distintas formas recubiertos por papel de aluminio entrelazados y colgados del marco de la ventana y del balcón.

Ha sido una de las medidas que ha intentado (en vano) para que las palomas no entren en su casa. Muy cerca de su fachada hay un árbol y, desde allí, los animales lo tienen fácil para entrar.

Es por eso que, desde hace meses, Pilar vive con las persianas bajadas. Además, si abre las ventanas, solo lo hace los centímetros justos para que las palomas no entren. La última vez que le pasó fue este verano: una persona que estaba de visita y no sabía nada abrió la ventana de la sala para aliviar el calor. Un animal se coló casi al momento.

A Pilar la visitamos antes de que comenzaran a bajar las temperaturas y en todas las estancias tenía las persianas bajadas, así que el único aire que entraba se colaba por las rendijas.

Con las persianas bajadas

Caso especial es el de la cocina, que da a un patio interior, propiedad suya, y que también está ‘decorado’ con las mismas figuritas de papel de aluminio. Lo tiene cubierto por una alfombra de periódicos para poder recoger los excrementos y algún huevo roto. Aquí las palomas entran sin problemas y lo dejan todo perdido.

Pilar tiene problemas de movilidad y una salud precaria, así que, una vez al mes, contrata a una persona para limpiar que se ocupa, sobre todo, de retirar lo que dejan las palomas. Enseña su móvil con fotos de todo el patio lleno de excrementos. «No dura nada limpio, y no puedo pagar para que vengan con más frecuencia», se lamenta. También tiene otras imágenes, como las del día que anidaron en la ventana de la habitación.

La mujer se enfrenta a la situación con mucha angustia: «Vivo encerrada por culpa de las palomas, estoy como en una jaula en mi propia casa», señala.

El sistema ¿funciona?

Aunque el caso de Pilar puede ser extremo, por la angustia con que lo vive, lo cierto es que las molestias que producen las palomas afectan en mayor o menor medida a los vecinos de diferentes zonas de la ciudad.

Caso especial es el de la Part Alta. El presidente de la asociación de vecinos, Manel Rovira, explica que el problema, en lugar de solucionarse, va a peor. Asegura que hay calles por las que cuesta pasar con tanto excremento y que están especialmente afectadas las zonas donde hay casas abandonadas, porque allí las palomas campan a sus anchas. En su opinión habría que revisar si el sistema que se esta usando para controlar la población de estas aves realmente es eficaz.

Actualmente, en la ciudad la población de palomas se controla mediante la colocación de 15 jaulas que se ponen en los tejados de distintos edificios. Allí se capturan las palomas y las que están enfermas se sacrifican. También se hacen capturas masivas con redes hidráulicas. Hace poco salió a licitación un contrato para comprar 25 jaulas nuevas, pero, consultados al respecto, desde el Ayuntamiento de Tarragona explican que se seguirán empleando solo 15. Las que se compran son para sustituir las que están dañadas y para hacer mejoras técnicas.

El contrato actual termina en diciembre, pero adelantan que el servicio deberá seguir «hasta que salga la licitación del nuevo contrato, previsto en medio año aproximadamente».

Lo que, de momento, no parece estar sobre la mesa es cambiar de sistema y apostar por el pienso anticonceptivo (nicarbazina) por el que han optado municipios como Reus o Barcelona. Aquí los servicios técnicos están evaluando su efectividad porque la proximidad del Port «haría difícil que el control sea estricto».

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