Willy Fog en silla de ruedas por Tarragona

La crónica | La odisea de José Irala recaló en Tarragona. El onubense, con una distrofia, da la vuelta a España en silla de ruedas para dar visibilidad a los discapacitados

19 mayo 2017 17:17 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:50
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En la esquina de Pere Martell con Ramón y Cajal, de madrugada, duerme José Irala sobre un colchón tirado en la acera, mojada por la lluvia. Ahora descansa del ajetreo y el esfuerzo del último viaje. Ha tardado cuatro días en ir de Barcelona a Tarragona. Se desplaza en silla de ruedas, y la etapa forma parte de un proyecto mucho más ambicioso, casi una temeridad.

Así reza su cartel: ‘Vuelta a España en silla de ruedas. Colabora con tu ayuda’. José, o Pepito Irala como se define en su facebook, lleva tiempo convertido en un trotamundos. «Lucho para dar visibilidad a la enfermedad que padezco desde pequeño, una distrofia muscular», explica.

Ahora culmina la Vuelta a España. De Tarragona viajará a Castellón, en su trayecto más inminente, y de ahí a Madrid. Calcula llegar a su Huelva natal hacia el mes de febrero, aunque la dimensión de su travesía ha sido internacional. En su odisea, según cuenta, le ha pasado de todo. «Me han pegado, me han robado varias veces. En Alemania me lanzaron a un río cinco nazis», lamenta.


Dormir en la calle
En Suiza le dejaron tirado las baterías y no son excepcionales las ocasiones en las que le han quitado lo poco que tenía. Por eso, cuando se ha quedado sin dinero –vive de una pensión que ronda los 400 euros–, ha tenido que dormir en cuevas o, directamente, en la calle, como es el caso de Tarragona. Un rastreo en internet añade peripecias a su periplo: le multaron por ir en silla de ruedas por el arcén de una autovía, aunque él dice que, guiado por su GPS, suele moverse sobre todo por nacionales y comarcales.

La pregunta es obligada: ¿por qué? «Porque quiero demostrar que, a pesar de estar en este estado y con estas limitaciones, se pueden hacer cosas. Quiero dar ejemplo», contesta curtido, convencido e impasible al frío y a los obstáculos. Hay más anécdotas: en Barcelona le quemaron la bandera de España que siempre lleva y en el Puerto de Pajares le multaron por exceso de velocidad.

«Me han llegado a decir de todo, que estaba loco, pero yo soy feliz así, me gusta hacer esto», asume. Allí donde llega vive también de la caridad de la gente. «Me han comprado polvorones, tabletas de turrón...», dice señalando a los alimentos, situados junto a él, en el colchón donde descansa. José durmió esa noche a la intemperie y a la mañana siguiente partió temprano, sobre las ocho, en dirección a Castellón, su próximo destino. Su viaje no acabará en Huelva dentro de unos cuatro meses. Allí tiene pensado pasar unos días en la caravana donde reside y luego emprender nuevos retos: «Quiero viajar y recorrer Latinoamérica».

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