Xavier Segú, el psicólogo de Vilabella con mejor nota de Catalunya

El joven de Vilabella obtuvo un 9,2 sobre 10 en la prueba de psicólogo interno residente, PIR. Era el tercer año que se presentaba a la convocatoria y asegura que no pensó en rendirse

27 marzo 2019 11:00 | Actualizado a 27 marzo 2019 11:05
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Xavier Segú tiene una sonrisa que no se le borra de la boca y no es para menos; acaba de ver el fruto de tres años intensos de estudio  en los que no siempre las ha tenido todas consigo. Acaba de conseguir la mejor calificación de Catalunya en el examen PIR (Psicólogo Interno Residente), el equivalente al MIR de los médicos pero para los psicólogos. 

Xavier, de 25 años y natural de Vilabella, logró un 9,2 sobre 10 en la convocatoria de este año, lo que le sitúa en el quinto puesto a nivel de España y el primero de Catalunya. Se da el caso, además, de que es el único hombre entre las diez mejores notas del Estado. «Puedo alardear de tener un cerebro femenino», dice. 

El examen, al que se presentaron 4.079 psicólogos, es el que se emplea para asignar las 141 plazas que ofrecen los hospitales y centros de salud mental de todo el Estado. En resumen, sólo entran uno de cada 29 aspirantes. A Xavier la cifra le parece irrisoria, ya no sólo pensando en el esfuerzo de todos los que se preparan para el examen, sino en la escasa presencia de los profesionales de la psicología en la sistema de salud. Valga recordar que para que un psicólogo clínico ejerza en la sanidad pública, es imprescindible haber superado los cuatro años de residencia. 

El valor de perseverar
Pero Segú no sólo tuvo que competir con el resto de compañeros de toda España, sino con sus propios miedos. Esta era la tercera vez que se presentaba para el mismo examen. El año pasado, de hecho, sacó la misma nota, un 9,2, aunque esa vez, como el examen era más sencillo no le dio para conseguir la plaza. Se quedó a un paso, literalmente, de conseguirlo. Se convocaron 135 plazas y él quedó en el puesto 136. 

Sus jornadas de estudio eran de al menos diez horas diarias, combinadas el año pasado con el trabajo por las noches en un restaurante. «Al principio cuesta, pero luego te das cuenta de que la atención es un músculo que se puede ejercitar». 

Recuerda que siempre ha procurado hacer los respectivos descansos y tener un día libre a la semana, pero le costaba horrores cumplir este propósito porque pensaba que podía estar estudiando un poco más. «Me costaba irme de la biblioteca, perdí la vida social, pero agradezco a la familia, mi pareja y los amigos la paciencia que tuvieron», cuenta. 

Ni siquiera después de la desilusión del año pasado se planteó abandonar, aunque reconoce que el de este año fue su examen más duro. La prueba en sí es estresante, explica, porque hay muchas preguntas fuera del temario y comienza con las más difíciles, lo que no ayuda en nada a la confianza de los aspirantes. 

No perder los nervios
Reconoce que «siempre he tenido la suerte de tener un carácter templado, así que he podido ir tranquilo a los exámenes, pero en este no sé que sucedió y de repente me encontré temblando y pensando: ‘¿qué hago yo aquí?’... Estoy contento no sólo por la nota sino porque estar contra las cuerdas te hace madurar, tuve que luchar contra mis propios demonios». 

Ahora deberá decidir a qué hospital quiere ir a formarse los próximos cuatro años, por lo que está acudiendo a diferentes jornadas de puertas abiertas. Le gustaría algún centro donde, además, se haga investigación. Le hace ilusión, por proximidad, ir a ver e Institut Pere Mata, pero asegura que de momento no tiene nada decidido.  

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