Mari Carmen tiene 70 años y es vecina de Coma-ruga. Durante el confinamiento, tuvo que ser atendida por su médico a través de llamada telefónica por problemas de salud. Mari Carmen asegura que la trataron de diez, «pero prefiero que el médico me vea y me examine, en lugar de tener que hablar por teléfono».
A los cuatro o cinco días de estar confinada, Mari Carmen perdió el olfato, tenía fiebre y vómitos. «No llamé al CAP y pronto se me pasó. Lo superé», relata. En abril, la cosa empeoró. Sufrió una especie de infección en los ganglios del cuello. Volvía a tener fiebre y apenas podía abrir la boca. «Llamé al centro de atención primaria de El Vendrell y, después de hacerme unas cuantas preguntas, me recetó un antibiótico. Mi marido lo fue a buscar a la farmacia», explica Mari Carmen, quien días después de recuperó.
El Covid-19 marcará un antes y un después en la sanidad
Ir a urgencias sin cita previa, esperarnos más de dos horas en una sala de espera o visitar a nuestros familiares en la planta de hospitalización. Estas son algunas de las prácticas habituales que hacíamos antes de la llegada del Covid-19 a nuestras vidas. Sin embargo, ahora estas rutinas van a cambiar para siempre.
La voz de la enfermera
En la otra cara de la moneda está Imma Martí, una enfermera de un centro de atención primaria de Tarragona y delegada sindical de SATSE, quien durante estos dos últimos meses ha llevado a cabo el seguimiento de algunos pacientes a través de llamadas telefónicas. «Tenemos una lista cada día. La administrativa hace el triaje y luego empezamos a llamar. Si lo puedo solucionar yo, bien, y si no, derivamos el paciente al médico», explica Martí. «Esta nueva manera de atender deja una puerta abierta a que no haya tanta demanda en el mostrador», explica Martí, quien añade que «la gente ha reaccionado muy bien a las llamadas, porque algunas personas no se atrevían a venir al CAP».