Yoga para batas blancas

En Santa Tecla han comenzado a ofrecer a sus empleados clases de esta disciplina sin salir del trabajo

04 julio 2019 09:07 | Actualizado a 05 julio 2019 13:27
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No es difícil imaginar la corriente de estrés que hay detrás de cualquier hospital o centro de atención primaria, independientemente de si quien trabaja allí se encuentra detrás de un mostrador o en contacto directo con el paciente.

Justamente con el objetivo de mejorar el bienestar emocional de estos trabajadores, la Xarxa Sanitaria Santa Tecla ha comenzado a organizar clases de yoga para sus empleados sin salir de sus distintos centros de trabajo.

La encargada de las sesiones es Amanda Dawn Blackley, profesora que se ha especializado en ofrecer clases de esta disciplina oriental en organizaciones como ESADE y en empresas.

Cuenta que a estas sesiones, que se hacen sin salir del lugar de trabajo, viene mucha gente que no había practicado nunca yoga y que probablemente no se habrían atrevido a probar si hubieran tenido que apuntarse por su cuenta a una clase.

Ni acróbatas ni hiperflexibles

Lo primero que hace Blackley es desmitificar la concepción de que hace falta ser muy flexible para practicar esta disciplina. «Yo he llegado a hacer yoga con personas de ochenta años que están en una silla de ruedas», explica.

Lo cierto, reconoce, es que los famosos, que publican fotos de posturas imposibles en su Instagram, han conseguido llamar la atención sobre el yoga, pero también han creado la falsa impresión de que hay que hacer figuras casi acrobáticas. Las posturas, explica, sólo son ‘llaves’ para acercarse a lo que cada uno siente física y emocionalmente.

Luego, viendo cómo se desarrollaba una de las sesiones, lo entendemos mejor. Aquí no hay nada de ese mito del ‘no pain no gain’ (sin dolor no hay ganancia). Aquí no se viene a sufrir o a pelearse con el cuerpo, sino a hablar con él. «Así también descubres tu espacio interior, y si te conoces mejor tomas mejores decisiones», ejemplifica.

Carme López es una de sus alumnas. El suyo es un trabajo de oficina, y cuenta que nunca había hecho yoga y que está muy contenta porque les ayuda con los dolores musculares y sale muy a gusto de la clase. Otras compañeras asienten; desde que hacen yoga tienen mejor postura y menos dolores de espalda.

Marta Ruiz, médica de atención primaria, dice que poder hacer yoga en el trabajo «es un regalo». Cuenta que los beneficios del yoga tanto a nivel físico como mental están comprobados. Ella, sin ir más lejos, los siente en carne propia: el día que hace yoga está más relajada, trabaja mejor «y hasta duermes mejor».

Cuando le preguntamos si recomendaría a otras empresas que incluyan esta disciplina en sus sitios de trabajo, dice que «se lo recomendaría a todas sin excepción, en todos los trabajos hay algún grado de estrés».

Cuestión de organizarse

Uno de los aspectos interesantes de esta experiencia tiene que ver con la forma como se han organizado. La idea de hacer las clases surgió del departamento de Recursos Humanos, como explica Dolors Márquez, pero luego se consultó la opinión a los posibles destinatarios.

Aunque quien lo organiza es la empresa, hay un copago: los trabajadores asumen el 70% del coste y la empresa, el 30%, con lo que el programa podría llegar a muchas personas sin un coste exagerado. En este caso los trabajadores pagan un precio modesto: tres euros por sesión... De fondo se escucha a la profesora invitando a poner la mente en ‘pausa’. La idea es tentadora, dan ganas de quedarse a la clase.

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