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    «Allí estaban las urnas. Yo no me lo creía»

    Unas 100 personas se concentraron ante el Institut Martí i Franquès para recordar el referéndum. Hubo relatos de emoción («sentí que hacía algo histórico») y también mucho enojo contra los políticos por no cumplir con el mandato del 1-O

    01 octubre 2022 20:31 | Actualizado a 02 octubre 2022 07:00
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    A las cuatro y cuarto se levantó Rosa Rossell aquel 1 de octubre. Con su hija cogió una nevera llena de agua y fruta, para poder aguantar todo el día, y se dirigió al Institut Martí i Franquès. El director del centro por entonces, Jean-Marc Segarra, dijo que hacían falta presidentes de mesa. Rosa Rossell aceptó, claro, y allí se vio. Hubo personas que habían dormido dentro. Revela un momento casi epifánico cuando se topó con las seis mesas dispuestas. «Recuerdo la ilusión de ver allí las urnas. Las teníamos. No las habían podido encontrar. No creías que estuvieran allí. Estábamos como niños», reconoce.

    Lo cuenta ahora cinco años después, no como exconcejala de ERC en Tarragona, sino como militante de base y parte del magma popular que posibilitó aquella votación. Ante el mismo instituto se conmemoró ayer ese lustro. Se congregaron unas 100 personas, que desplegaron una gran estelada, entre pancartas con lemas como ‘Ni oblit ni perdó’ o ‘Fem la República’. «Podría hablar desde mi vertiente política, pero no lo haré. Hablaré de lo que viví y sentí. Si digo lo que siento hoy acabaría en el juzgado y en la cárcel», anunció.

    Su testimonio sintetiza lo que corre por las venas del independentismo en un día así, una mezcla de orgullo y decepción. «Sentía que estaba haciendo algo histórico», explicaba por un lado, en un relato que incluyó también el miedo. Las imágenes de la respuesta policial no tardaron en circular por los móviles esa mañana. «Este no fue de los centros en los que vinieron a abrirnos la cabeza, pero al otro lado de la Plaça de Orleans estaban los policías que nos decían ‘ahora venimos’. Los Mossos, eso sí, fueron muy respetuosos siempre. Vinieron, nos dijeron que no podíamos hacer esto, nos dieron un papel y se marcharon», cuenta Rossell, convencida y satisfecha.

    «Ayudamos a la gente a votar. Recuerdo a personas mayores poniéndose la papeleta en el corazón y depositándola en la urna. Sentimos miedo porque pensábamos que vendrían a por nosotros pero eso duró poco. Aquí había que votar. Por la tarde vino gente que votó que ‘no’ y personas que no tenían previsto acudir pero después de lo que había pasado decidieron dar el paso», decía Rossell. En el acto se reivindicó el poder de la calle, del pueblo, y se lanzaron pullas a los políticos. «Si no hubiera sido por la gente el 1-O no se habría hecho. Quienes llevaron las urnas no fueron los políticos», culminó Rossell. Pep Prats, asistente a la concentración, denuncia: «No podemos esperar nada de los políticos. Ha sido decepcionante». Les acusan de inmovilismo y parálisis, de no haber hecho efectivo el mandato del pueblo emanado de aquel día. Zacarías Henar, presidente de Òmnium Cultural en el Tarragonès, dijo que «no tener que esperar 20 años depende de nosotros» y reivindicó el «valioso patrimonio». Para ello «tenemos que cambiar el marco», apuntó.

    Ayer hubo sentimientos a flor de piel, alto contenido emocional. «Nunca lloro, pero cuando veo esas imágenes por la tele...», se sinceraba una mujer, porque nadie sabe muy bien cómo sentirse cuando se acuerda de una jornada que tuvo mucho de ilusión pero también de dolor, y que ha dejado un poso de desazón.

    María José Jerez, secretaria de la ANC, supo resumir bien la mezcla de tonos: «Nos acostumbramos a celebrar derrotas. Perdimos pero ganamos a España, a su prepotencia, a los que se rindieron antes de luchar». ¿Y ahora, con el soberanismo tan fracturado y sin la independencia? «Ahora les seguimos ganando, porque todavía les damos miedo. Ganamos perdiendo, para saber que algún día les ganaremos», decía Jerez. El acto, contenido y sobrio, culminó con ‘L’estaca’, de Lluís Llach, cantada y tocada con saxo, clarinete y trompeta. Se improvisó al final ‘Els segadors’ para poner el broche.

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