Como ella misma explica, «detrás de Mercrominah está Ana Jiménez, una chica que nació en Tarragona y creció en Vilafortuny entre perros, gallinas y naranjos». Crecer en el campo, jugando con su hermana y sin internet, fomentó su imaginación desde pequeña. Su alter ego, ‘Mercrominah’, nació en Suecia, donde se mudó para trabajar en el videojuego Candy Crush. Compartir sus viñetas en Instagram la llevó a publicar su primer libro, Traumitas, en octubre de 2019. Apenas unos meses después, en plena crisis de la Covid, vio nacer a su segundo ‘chiquillo’ literario: Pandemiah.
Antes que nada, ¿por qué ‘Mercrominah’?
Soy de la generación de los potes de Talco, las tiritas feas marrones y las manchas de mercromina en las rodillas. Me encantaba la palabra y por eso la “apadriné”.
¿Qué tienen de diferente Ana Jiménez y Mercrominah?
Realmente nada. Mercrominah me viene muy bien como excusa para decir lo que me da la gana. Afortunadamente en mi trabajo también, pero a veces tengo que guardar más las formas. Así que abro Instagram y grito al mundo mi queja disfrazada de viñeta.
Tu humor es directo, incisivo y gamberro sobre temas y situaciones comunes, ¿crees que es el motivo de tu éxito?
Me han comentado que les gusta que sea sincera y diga «verdades como puños». Sinceramente, yo soy así en mi vida y decir la verdad a veces me ha traído problemas, pero sigo y seguiré sin filtro porque no me apetece vivir en un mundo rodeada de mentiras.
En pleno estallido del coronavirus nace tu segundo libro, ‘Pandemiah’, ¿cómo surge?
Sin querer, aunque ha llegado en la etapa más dura de mi vida para darme aire en el duelo. Es un libro dedicado a mi padre y a todos los que han fallecido durante esta pandemia, ya que me ha tocado vivirlo muy de cerca. Mi padre murió en abril, estaba ingresado con una enfermedad muy avanzada cuando empezó la locura del Covid. De hecho, el día que tuve en mis manos Traumitas por primera vez, me enteré que su enfermedad no tenía cura. Llevaba muchos meses trabajando en ese libro y la celebración se me atragantó. No he podido disfrutar de ninguno de los dos libros, porque tampoco me ha apetecido. Pero tengo muchos años para celebrarlo y cuando esta pesadilla termine, montaré una buena fiesta. Estáis todos invitados.
Debe ser algo innato (¡y liberador!) conseguir sacar humor del dolor… ¿Te ha ayudado personalmente crear este libro?
Para mí ha sido una liberación y un desbloqueo que arrastraba desde que la enfermedad de mi padre empezó. Y sentía que tenía que gritarle al mundo que debía coger conciencia de lo serio que era el tema. He posteado viñetas muy enfadada y se notaba, pero quería transmitir lo egoístas que somos y estamos siendo, por eso he publicado Pandemiah. Yo también salí a aplaudir al balcón, pero ver a sanitarios que postean fotos con mi libro me hace la persona más feliz del mundo: veo que les ha llegado mi regalo.
Tu primer libro, ‘Traumitas’, recogía momentos del día a día que nos devuelven a la realidad distanciándonos de la perfección ‘instagramera’, ¿crees que el mundo está lleno de ‘haters’ o simplemente la gente necesita menos dosis ‘Mr. Wonderful’?
La gente necesita empezar a ser más sincera en las redes sociales, dejarse de filtros y de colgar fotos aparentando ser feliz cuando no lo están. Reírse de sus traumas y compartirlos con los demás. Así se darán cuenta que todos tenemos los mismos problemas. Si a la gente le va bien tener una libreta con un mensaje positivo me parece genial, pero en el fondo lo que necesitan es hablar más de los problemas y decir públicamente «¡pues estoy jodida hoy!». Yo lo recomiendo, va muy bien para eliminar las arrugas.
En las redes también es conocida tu crítica cómica al mundo ‘influencer’: ¿qué es lo que más detestas de ese mundillo?
Uso mi humor para reírme, pero es algo que me preocupa seriamente. No quiero que dejemos esta herencia a las generaciones que vienen detrás. Un ‘influencer’ vive en un mundo que no es real, sin pagar hoteles, vacaciones regaladas, ropa regalada y ganar mucho dinero por subir la foto de tu cara. La gente joven empieza a querer sólo eso... A mí tampoco me gusta madrugar, pero estoy segura que puedo darte una conversación en un bar más amena e interesante que una cena con Dulceida.
Con cerca de 90.000 seguidores en Instagram, ¿no serás un poquito ‘influencer’...?
Si me llamas influencer, me cabreo seriamente. En mi contrato de trabajo pone Lead Artist y en Instagram viñetista, artista o me encantaría que me llamaran humorista. Yo no tengo la culpa de que la gente me siga, si eso me hace influencer pueden llamarme como quieran, pero si me lo preguntan les diré lo que soy: runner porque corro mucho, ‘carnívora’ porque detesto el veganismo y varios términos más: gamer, hater,... ¡y policliner!. Que me lo acabo de inventar, pero describe que voy mucho de festivales.
De todas tus viñetas, ¿guardas especial recuerdo de alguna?
La más significativa es la del final de este libro. En la que Mercrominah le está diciendo a alguien que ha muerto su padre mientras la persona le interrumpe diciendo lo jodido que está porque le duele mucho la espalda de trabajar desde casa. Siento que he meditado mucho e intento no olvidarme de lo aprendido. Me llevo cosas muy positivas de todo este desastre. Y por supuesto, la adaptación del dibujo que hay al principio del libro. Es un dibujo que mi sobrino hizo a mi padre hace unos años donde lleva un mensaje además muy bonito. Mi padre lo conservaba en una caravana donde guardaba sus azadas del huerto. Para mí, es el mejor dibujo del mundo.