Costa Daurada, tierra de vinos

El territorio goza de una larga tradición vinícola donde la cultura del vino se ha preservado generación tras generación

20 enero 2020 11:10 | Actualizado a 20 enero 2020 11:20
Se lee en minutos
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

El vino ha tomado una posición de honor en la restauración. Una posición que durante años se veía mermada por el protagonismo que se otorgaba a otro tipo de bebidas y a que el mundo de la alta gastronomía quedaba lejos para el gran público. La humildad de los viticultores, así como su arduo y constante trabajo, no les hacía pensar que tenían ante ellos un producto con semejante categoría, carisma y capacidad de seducción.

Tradicionalmente despuntaban tan sólo unas pocas denominaciones de origen nacionales. Por suerte, el creciente interés por la cultura vinícola ha puesto en auge a muchas otras denominaciones con vinos excelentes, pero que antaño quedaban un poco en el olvido. Priorat, Montsant, Conca de Barberà, Penedès… ya son opciones que los consumidores conocen con gusto, apuestan por sus variedades y son a las que acuden con seguridad para los brindis especiales. El entorno geográfico y climatológico del que gozan abrió el camino para la producción de vinos de enorme calidad y especial singularidad.

La fuerza y personalidad de los vinos del Priorat, la serenidad de los caldos del Montsant, la suavidad de las copas regadas con la DO Tarragona, la singuralidad de los vinos de la Terra Alta, la sorpresa al destapar una botella del Penedès y el estilo genuino de los vinos de la Conca de Barberà hacen de la provincia una tierra vinícola insuperable.

El placer por catar nuevos caldos ha puesto en la picota a muchas bodegas que gozosamente abren sus puertas a los amantes del buen vino con completas visitas, cautivadoras actividades, interesantes ofertas e incluso experiencias apasionantes.

El turismo donde la esencia es el vino

El enoturismo define un turismo donde el protagonista es el vino: la cultura, el trabajo, el paisaje, la gastronomía, la arquitectura… se suman en una propuesta que busca trasmitir la esencia de una región por medio de su vinculación al producto vinícola. El enoturismo engloba muchos conceptos que convergen en un estilo de turismo de calidad con un hilo conductor en las actividades: el gusto por las cosas buenas y lo que nos ofrece la tierra y transforma el hombre. En conjunto y en esencia: el vino.

Las bodegas que conforman las DO del territorio de Costa Daurada y Terres de l’Ebre ofrecen excelentes experiencias enoturísticas, donde vivir en primera persona las actividades que se llevan a cabo en ellas. Visitar los viñedos, catar vinos, pasear entre cepas, acariciar barricas, como ofrecen el Celler Masroig o el Perinet y combinarlo con actividades como ebike, kayak o un paseo a caballo, son algunos de los ejemplos que se pueden realizar en el Priorat.

Además, como todas las cooperativas de la DO se han sumado al auge del kilómetro cero y del turismo rural, nos permite organizar planes más allá de un día con toda la familia.

El creciente interés por la cultura vinícola ha puesto en auge a otras DO con vinos excelentes

Las visitas a las catedrales del vino son otro buen ejemplo de estas actividades enoturísticas. En ellas, consiguen que los asistentes caten buenos vinos mientras se sumergen en las historias de vida de generaciones y generaciones de personas que han cuidado con cariño y estima la tierra y que ayudaron a configurar este paisaje. Además de disfrutar de la belleza arquitectónica de estos templos del vino y ser conscientes de la suerte que tenemos de que se mantengan llenos de vida.

Las ocho joyas modernistas

Las DO de la provincia cuentan además con diferentes espacios singulares: ocho bodegas de una estética y arquitectura impresionantes.

Proyectadas desde el cooperativismo como respuesta a la peor crisis que nunca había atravesado la agricultura catalana (la plaga de la filoxera), a las obras de estas bodegas se les sumó un mensaje basado en el ADN del pueblo catalán: la unión hace la fuerza.

Una nueva generación de arquitectos, discípulos de los grandes exponentes del modernismo y con bastante influencia del novecentismo, encontraron en la construcción de estos templos del vino su oportunidad para pasar a la historia.

Diseñados por seguidores de los grandes referentes del modernismo como Cèsar Martinell (Valls, 1888- Barcelona 1973), discípulo de Gaudí y gran conocedor del mundo del vino, o Pere Domènech i Roura (Barcelona 1881- Lleida 1962), se han convertido en cellers de autor. Y más allá de su obvia belleza arquitectónica, lo importante es que estos arquitectos crearon en su momento un espacio funcional destinado a la producción de vino que sigue todavía activo. La cooperativa agrícola de Nulles es probablemente el máximo exponente de esta tendencia. Martinell erigió este edificio imponente, de piedra y ladrillo, diseñado de manera que la luz y la temperatura se regulan a través de sus ventanas, jugando un papel muy favorable en la elaboración del vino.

De Martinell también destaca la Catedral del vino de Pinell de Brai, una auténtica joya, hecha desde los sueños y deseos de un pequeño pueblo.

La Terra Alta ofrece otra maravilla de Martinell: el Celler Cooperativo de Gandesa, reconocido en 2007 como una de las siete maravillas de Cataluña.

En el Montsant se encuentran la Cooperativa de Falset Marçà y la bodega cooperativa de Cornudella, ambos puro patrimonio, orgullo local y esencia del modernismo.

Pioneros e inspiradores en la Conca de Barberà, con su bodega agrícola y la obra de Domènech Roura en Sarral, una historia de crecimiento y proyección.

Terminamos la ruta con la Cooperativa Agrícola de Vila-rodona, donde tocan la producción de cava en un espacio lleno de silencio, espiritualidad y viñas.

Comentarios
Multimedia Diari