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    De náufragos, piratas y castillos... de arena

    De manera simultánea, ayer la Platja del Miracle acogió la Travessa d’Andròmines, y la Arrabassada un concurso de castillos y esculturas de arena

    16 agosto 2022 09:09 | Actualizado a 16 agosto 2022 09:14
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    Eran las once de la mañana, y una brisa razonablemente fresca aliviaba el calor de los concursantes de una de las actividades más saladas de estas fiestas: la Travessa d’Andròmines, un evento organizado por el Cau Alverna que, como de costumbre, se celebraba frente a la poco agraciada plataforma de la Platja del Miracle.

    A las once y cuarto casi todos los artilugios flotantes estaban prácticamente finalizados. Al fin y al cabo, la fase de montaje es previa a la competición, y, de hecho, algunos de los concursantes reutilizaban estructuras de años anteriores. Como mucho, a algunos les faltaba terminar los decorados o ponerse el disfraz.

    A pesar de lo que pudiera pensarse, la gran mayoría de participantes pertenecían a la edad adulta, puesto que se trataba de familias y amigos que a menudo estaban acompañados por su descendencia.

    Por esta razón, la categoría infantil, que tenía que estar formada exclusivamente por niños y niñas, consistía tan solo de dos pequeños de entre tres y cinco años.

    El primero era un incansable náufrago que se mantenía a flote gracias a un neumático el doble de grande que él. El segundo, en cambio, era un intrépido pirata (con sombrero incluido) que surcaba las olas en un sólido y diminuto artilugio flotante.

    Tras batirse en duelo singular, los jueces acordaron que la competición había sido tan igualada que ambos merecían el premio. Con gran compostura, los dos niños se aproximaron al jurado y recibieron una deliciosa bolsa llena de golosinas.

    El evento aún no había terminado. Faltaban los adultos, mucho más numerosos, cuyas diez o doce embarcaciones derramaban imaginación. Entre ellas, una llamativa ballena azul, que más adelante se alzaría como ganadora, criticaba la caza ilegal de este animal en peligro de extinción.

    Las embarcaciones debían ser impulsadas exclusivamente con la fuerza de sus participantes ya que los motores estaban prohibidos

    El artilugio flotante del Esplai Sant Fructuós, en cambio, consistía en un palet que parecía haberse desprendido de un navío naufragado, y que transportaba unos peculiares tripulantes: unos jóvenes disfrazados de neurona que llevaban unas antenas de lo más extravagantes.

    Sin embargo, una de las que más destacaron fue la del carro de Sant Magí: un armatoste enorme, sólido y estable que difícilmente volcaría. Sobre sus tablas viajaba el santo patrón, un pequeño niño ataviado con las vestimentas pertinentes y acompañado de su leal séquito.

    Mientras que en la Platja del Miracle una docena de navegantes guerreaban a bordo de sus embarcaciones, en la Arrabassada una actividad mucho más tranquila se desenvolvía.

    En una zona rectangular claramente delimitada por una cinta de plástico blanca y roja, tanto niños como adultos competían en el terreno de la creatividad: el objetivo era diseñar y construir el castillo más bello, impactante u original en el tiempo acordado.

    En esta ocasión, existían cuatro categorías: dos infantiles, una individual y otra grupal; y dos adultas, divididas de la misma manera. Existían grupos mixtos, pero solo hacía falta la presencia de un mayor de quince años para que participaran en la categoría adulta.

    El Taj Mahal de arena

    Impactaba observar la conjunción entre los castillos infantiles y los de los mayores. La mayoría de los niños disfrutaban creando montañas, siluetas de animales y pequeñas torres, que más adelante cubrirían de animales y coches de juguete, conchas y otros objetos.

    Los adultos, en cambio, tal y como era de esperar, edificaban castillos de mayor complejidad y dimensiones. Destacaba especialmente una réplica del Taj Mahal, obra de Òscar Sagristea, que armado con una fina lámina metálica refinaba con presión la silueta del portentoso mausoleo. Era imposible no reconocerlo.

    No solo se conformó con moldear el castillo en sí, sino que su diseño abarcó también parte de los jardines, con árboles incluidos, y la entrada de la fortaleza. Sin lugar a dudas, no debió extrañar a nadie que Sagristea se llevara el primer premio de la categoría individual adulta.

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