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    El culto de los 1.000 aleluyas

    Música, coro, alabanzas y una más que apasionada prédica son los ingredientes de un culto evangelista. En la provincia hay 14 iglesias pentecostales, con mayoría de fieles de etnia gitana

    30 septiembre 2022 12:20 | Actualizado a 30 septiembre 2022 12:50
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    «Dime qué tienen tus manos que tanto acaricias mi alma (....) Dime qué es lo que tiene tu amor. Me despierta susurrando en medio de la noche». Podría ser la letra de una canción de amor. Y lo es, pero no un cadencioso bolero, en alusión a una relación de pareja, sino una de las múltiples alabanzas a Dios que se cantan, al ritmo de batería, teclado y congas, en un culto evangelista pentecostal.

    El ‘Diari’ asistió al culto dedicado a los jóvenes el lunes 26 de septiembre en la iglesia de Campclar. Más que una iglesia como tal, es un local en el que se reúnen los fieles, un 90% de ellos de etnia gitana y con mayoría de mujeres, un 70%, según explica Paco Demetrio, pastor y coordinador de la zona de Tarragona de las iglesias evangélicas pentecostales.

    En el del lunes, sin embargo, solo había hombres por ser un culto centrado en jóvenes. Hay otros cultos, como el que tendrá lugar el día 17 en la iglesia del barrio de San José Obrero de Reus, dedicado a chicas jóvenes. En los cultos habituales la mayoría de los asistentes son mujeres, afirma Paco.

    En la demarcación de Tarragona hay 14 iglesias de la rama pentecostal del evangelismo, integrada en la iglesia de Filadelfia. También hay de otras confesiones protestantes. Las unas se diferencian de las otras en matices doctrinales. Las 14 pentecostales se distribuyen en Tarragona (tres: Campclar, Torreforta y la calle Sant Francesc), Reus (tres), Tortosa (tres) y Constantí, Salou, Vila-seca, Cambrils y El Vendrell.

    $!Los pastores Kiles, Enrique, Titet, Antonio, Pepe, David, Juanjo y Paco. FOTO: ALFREDO GONZÁLEZ

    El lunes los aleluyas se repitieron una y otra vez. Los asistentes no dudaban en interrumpir con expresiones como «¡Cómo no rogarte! ¡Cómo no suplicarte!» o «Te rogamos que rompas las cadenas, que reprendas toda obra del diablo» a los tres pastores que intervinieron (el que dirigió el culto, Pepe; el que hizo una súplica, Juanjo, y el que predicó, David).

    El culto era pura pasión, entrega, conexión entre el pastor y sus fieles, todo muy diferente de la sobriedad de las misas católicas. Los asistentes se ponían de pie y lanzan una y otra súplica («quiero rogarte por la juventud no solo de Tarragona sino del mundo entero»), se sentaban y cerraban los ojos o, de nuevo en pie, se cogían de los hombros.

    Los chavales del Coro Regional de Tarragona alzaban las manos mientras cantaban, con tonos aflamencados, las alabanzas. Aarón, Vicente, Josué y Antonio permanecían sentados en primera fila, pero sus voces se elevaban para gritar frases como «si tú me faltas, Señor, se me muere el alma. Si tú me faltas, se me apaga el sol. Si tú me faltas, me falta el aire para vivir, Señor».

    Las letras de las canciones eran una declaración de amor tras otra: «Quiero que sepas que te quiero con el alma, Padre bueno. Que sepas que enfermo si tus caricias no siento. Sin ti no puedo vivir. Quiero que sepas que te quiero con todos mis sentimientos. Que sepas que te adoro. A ti me entrego por entero. Sin ti no puedo vivir».

    «Siento cómo conduces mis paso hacia tu cuerpo. Todo sopla a tu favor. Me llenas de tanta felicidad. Siento cómo me amas con ternura. Es una pasión tan pura la que nace de tu amor. Contigo puedo llegar. Contigo puedo vivir. Contigo puedo sobrevivir», decía otra de las canciones.

    $!Arturo, en las congas, y Naim, a la batería. También estaban en el culto celebrado en la iglesia de Campclar Moisés, al piano, y José, como bajista. FOTO: ALFREDO GONZÁLEZ

    La música combinaba ritmos frenéticos con suaves melodías. No solo servía para acompañar a las voces del coro. También escoltaba las prédicas. Música lenta cuando el pastor susurraba. Contundente percusión cuando gritaba. Arturo (congas), Naim (batería), Moisés (teclados) y José (bajista) eran el complemento al coro. Samuel dejaba constancia del culto con su cámara.

    El culto empezó de forma calmada pero fue in crescendo. Habló primero el pastor Pepe. Micrófono en mano se paseaba junto al atril. Repetía una y otra vez los Aleluyas. Como si fuera un mantra. «Eres digno de alabanza. Adoro a Dios esta tarde. Bendigo tu nombre...», recitaba, mientras la luz se apagaba y la sala del culto quedaba en penumbra.

    «Una tarde más nos permites estar en tu casa. Quiero agradecerte este punto de atención», intervenía un hombre, puesto en pie, mientras el pastor seguía con su letanía. Casi como si de un encuentro deportivo se tratara, el pastor preguntaba «¿Para la zona de Tarragona?» Respuesta al unísono de la congregación. «¡Victoria!». Nueva pregunta: «¿Y para la zona de Tortosa»? «¡Victoria!». «¿Y para la zona de Barcelona»? Tercer grito de «¡victoria!» del auditorio.

    $!Abraham, de la Mina, entona las gracias a Dios. FOTO: ALFREDO GONZÁLEZ

    Juanjo, de Barcelona, también intervino. Es pastor y puede predicar, pero como no tiene una iglesia asignada se le denomina «obrero». Se dirigió a los jóvenes presentes para insistir una y otra vez en «que te esfuerces y seas muy valiente. Tienes que tener una vida de esfuerzos. ¡Aleluya! Este camino es solo para los valientes, para los que quieren andar en santidad».

    La conexión no se produce solo el día del culto. El pastor Paco explica que los pastores realizan una labor social. Él mismo predica en la cárcel de Mas Enric y visita a los enfermos en los hospitales. Los pastores intentan ayudar a los chavales a salir de la droga o «parejas con problemas matrimoniales llaman a los pastores para que medien, para que aconsejen, para que pongan paz porque nosotros somos hombres de paz», dice Paco.

    Para llegar a ser pastor hay que estar bautizado en la fe evangélica, llevar una vida «en orden» y completar cinco años de estudios bíblicos. ¿Qué es una vida «ordenada»? «No fumamos, no nos emborrachamos. Podemos beber un vaso de vino, por ejemplo, pero nunca perder el control. Tenemos que estar siempre sobrios. Yo no me he emborrachado nunca. No podemos salir a las discotecas ni estar en el mundo de la noche ni de la delincuencia», enumera.

    Todos los bautizos se hacen a personas adultas, nunca a niños. Paco: «El bautismo es personal. Yo no puedo bautizar a una persona que no quiera. Para bautizarla tiene que tener conocimiento, querer recibir a Jesús. A un niño pequeño no le puedes preguntar. No tiene conocimiento».

    El pastor precisa que los evangelistas defienden que no existe el limbo (el lugar intermedio entre el infierno y el cielo al que van los niños que fallecen sin ser bautizados, según la Iglesia católica). Por tanto no hace falta bautizar a los niños. Es necesario que se hagan adultos y entiendan el acto que protagonizan.

    Los bautismos evangélicos son por inmersión completa, ya sea en un río, el mar o una balsa. Es un símbolo de renacimiento, de que se abandona el pasado y se entra en comunión con Dios.

    $!El pastor que predicó el lunes 26 de septiembre en Campclar, David de Gerona, en un momento de la prédica. FOTO: ALFREDO GONZÁLEZ

    Una comunión que David de Gerona, el pastor que predicó el lunes en el culto para jóvenes, logró totalmente. Comunión entendida en una de las definiciones de la RAE: «Participación que los fieles tienen y gozan de los bienes espirituales, mutuamente entre sí, como partes y miembros de un mismo cuerpo».

    David dominó las técnicas oratorias a la perfección. En ciertos momentos susurró. Otros habló con voz media. Pero en los más alzó la voz de manera descomunal mientras sudaba a mares. Hasta el punto que tuvo que pedir que le dejasen unos pañuelos de papel. Pareció imbuido de un poder superior. Con su verbo fácil, David triunfaría en el mitin de cualquier partido político.

    La historia del apóstol Pablo le sirvió para explicar algunos pasajes de la Biblia. El pastor de Gerona presumió, a voz en grito, de que «no hay rincón en España en que no se haya predicado el Evangelio». Fue justo antes de exigir de modo contundente a su auditorio: «Predica el Evangelio. El tiempo apremia. Cristo viene. Vale la pena sufrir. Vale la pena luchar».

    Para David, «Cristo no es alguien digno de lástima. El que lo conoce ve al coronado de gloria, a alguien digno de admiración». «¡Viva los hombres de Dios!», atronó, mientras la batería y el teclado sonaban a todo trapo.

    Luego hizo una comparación: «Si hay un matrimonio roto y yo predico, si Dios quiere, lo arregla. Si hay un hijo en la droga y yo predico, si Dios quiere, lo saca de la droga. Pero cuando Pablo predicaba veía a mártires en potencia. Si les predicaba y aceptaban el Evangelio, se los iban a comer los leones, les iban a pegar fuegos». Y sentenció: «El que no conoce a Dios se queja. Menos mal que Dios tiene paciencia y nos ve como a niños».

    En el culto estaban presentes ocho pastores, todos hombres. En la iglesia evangélica no hay mujeres pastores, aunque las esposas de los pastores atienden a otras mujeres y dirigen oraciones en domicilios particulares. «Aunque no tengan un púlpito, un ministerio, se las denomina pastoras. Son una pieza fundamental. Sin su mujer, un pastor no es nada. Para ser pastor, un hombre necesita a su compañera», concluye Paco.

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