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    «En el comedor social estamos al día; ya no hay despensa,
    todo lo que llega se entrega»

    El aumento del precio de los alimentos hace que los usuarios necesiten más ayuda para cubrir sus necesidades básicas. Las entidades también notan la subida de la inflación

    03 mayo 2022 20:00 | Actualizado a 04 mayo 2022 15:38
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    A María (nombre ficticio) todos la conocen en el comedor social de Bonavista por su nombre. Explica que hace tiempo que no venía «por vergüenza». Ella y su marido viven con una paga de 600 euros que no llegará hasta la semana que viene. Se ha quedado con 15 euros en la cuenta y teme el momento de ir al supermercado: «Miro mucho los precios, pero es que todo ha subido tanto...», se lamenta. Ha venido a por algo para desayunar. Le dan leche, café y galletas; también le ofrecen cacao, pero lo rechaza. «No quiero abusar, sé que hay mucha necesidad», comenta.

    Raquel Quílez, encargada del comedor que gestiona la entidad Joventut i Vida, explica que cada vez ven más casos como el de María. «La línea de la pobreza es muy fina y los que viven al límite caen... Cualquier compra que hacen en el supermercado es un esfuerzo», señala.

    Mientras hablamos con ella el desfile de voluntarios acarreando cajas de comida es constante y sin embargo Quílez advierte: «La comida como viene se va, lo damos todo, no hay despensa como antes, estamos al día». Es algo que se puede comprobar a simple vista. Las estanterías están casi vacías y ahora se puede pasar por sitios antes atestados.

    Reconoce que «estamos más preocupados de lo normal», aunque enseguida aclara que «también tenemos la confianza de que quienes colaboran con el comedor no fallan, son fieles y no se cansan».

    La pandemia ha supuesto un aumento exponencial en el número de personas que atiende el servicio. Si en 2019 fueron 568 personas, el año pasado, 2021, llegaron 4.062.

    Quílez explica que este año están atendiendo a un volumen similar al del año pasado de personas derivadas por el Institut Municipal de Serveis Socials de Tarragona, IMSST, «con quienes tenemos una relación muy estrecha», pero la diferencia está en que precisan más alimentos porque con sus propios recursos ahora pueden comprar menos en el supermercado. Se nota especialmente en las familias a las que les entregan comida para preparar en casa. De hecho, han tenido que ampliar un turno los viernes para hacer más repartos.

    Desde que comenzó la pandemia el comedor tuvo que transformar su actividad y entregar la comida preparada en envases de usar y tirar. Actualmente se están preparando para reabrir el comedor como tal, algo que esperan con ganas, puesto que tienen muchos usuarios que viven solos y agradecen mucho el rato de comer en compañía.

    Es el caso de un vecino que está esperando a que abra el comedor y a quien todos saludan por su nombre. Tiene 83 años, vive solo y pese a que toda la vida trabajó como cocinero, hoy el párkinson no le permite cocinar. Del equipo del comedor dice que «los quiero mucho, son una brigada muy maja».

    Eso sí, recuerda Quílez que todo este trabajo es una cadena y solo se sustenta por quienes colaboran económicamente (Ayuntamiento, Diputació y Generalitat y entidades como la Caixa) y en especias, como el Banc d’Aliments, cadenas de supermercados, negocios de distinto tamaño y particulares.

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    En el comedor social Taula Amiga de la fundación Formació i Treball aprovecharon el confinamiento para reformar el local ubicado en la calle Cardenal Cervantes y renovar los electrodomésticos y el mobiliario. La intención es seguir fieles a la idea de que los usuarios (la mayoría, personas sin hogar, pero también otras que tienen un techo pero están en una situación muy precaria) se sientan en un ambiente acogedor.

    El responsable del Taula Amiga, David Borràs, explica que reabrieron en octubre y actualmente están en unos 70 usuarios derivados por Serveis Socials; una cifra ligeramente superior a la que tenían antes de la pandemia.

    Donde sí ha aumentado sustancialmente la demanda es en el grupo de familias que recogen alimentos para preparar en casa. Entregan alimentos no perecederos, carne, pescado y verdura. En total atienden a 120, pero a diferencia de lo que sucedía antes de la pandemia, ahora tienen lista de espera, y es de dos o tres meses.

    En este comedor tampoco tienen posibilidad de almacenar; los alimentos procedentes de donaciones entran y se entregan.

    En lo que se refiere a voluntarios, están satisfechos: «Mucha gente quiere colaborar», lo que les ha permitido hacer turnos.

    Se necesitan voluntarios i ‘caliu’

    En Esmorzar i Caliu, proyecto de Cáritas Interparroquial de Tarragona, también se están planteando volver a ofrecer los desayunos presencialmente en su local de Peixateries Velles. En su caso, no obstante, el problema para reabrir el local es que la pandemia les ha castigado duramente porque la gran mayoría de los voluntarios eran personas mayores o muy mayores que debieron dejar la actividad por cuestiones de salud. Actualmente están en pleno llamamiento para tratar de encontrar más manos.

    Noelia Echenique, trabajadora social del proyecto, explica que poder abrir presencialmente en lugar de dar los desayunos para llevar les permitiría volver a dar sentido al apellido de ‘caliu’ del proyecto. Explica que al compartir mesa «se genera un vínculo, tienen un espacio para relacionarse de una manera sana, se cuentan sus experiencias, se ayudan... Y sienten que son parte de la ciudadanía».

    En su caso atienden especialmente a personas sin hogar, pero también han notado un incremento de «personas que tienen ingresos económicos pero vienen a solicitar alimentos. Hay personas que viven de alquiler en una habitación y después de pagar la luz y el agua no les da para comer. Gente que tiene ingresos pero sigue siendo pobre», resume.

    Igual que en los dos comedores sociales de la ciudad, aquí reciben donaciones del Banco de Alimentos y de otros establecimientos, pero para garantizar que pueden ofrecer los desayunos cada día también tienen que comprar. «Las facturas se han multiplicado, gastamos más del doble que antes en materia prima», reconoce.

    Entre los usuarios hay más personas que tienen ingresos pero necesitan ayuda para alimentación
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