Grupos de personas sin hogar 'acampan' en parques del centro de Tarragona

Sociedad. Dormir, asearse, lavar... Algunos jardines son ahora la casa de los que no tienen, mientras los vecinos se desesperan sin respuesta

19 septiembre 2021 06:20 | Actualizado a 19 septiembre 2021 06:31
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«Tenemos personas viviendo todo el día en el parque, aquí al lado... Desde que se instalaron, los niños ya no bajan a jugar y los vecinos, la verdad, no estamos tranquilos», explica el presidente de la escalera de uno de los edificios que da al parque de la calle Pompeu Fabra, al lado del Palau de Congressos, cerca de la estación.

Y es que, como cuenta otro vecino, desde hace unos meses tienen a pequeños grupos de personas (no siempre las mismas) viviendo, literalmente, en el parque. Él, en particular, tiene un hijo pequeño y procura que salga lo menos posible al balcón, que está a pocos metros de la zona donde acampan, «porque nunca sabes qué vas a ver, igual están haciendo sus necesidades que otras cosas. ¡Es que el parque es su casa!», exclama.

Los vecinos nos envían las fotos que ilustran este reportaje en las que se les ve durmiendo en el césped, aseándose con el agua de la fuente o lavando la ropa y extendiéndola a secar en la red de escalada que está en medio la zona de juegos infantiles.

Además, la suciedad, señalan los vecinos, se ha convertido en un problema y los operarios de la limpieza pasan de largo por el sitio. La semana pasada, explican, estuvo la Guàrdia Urbana y les hizo recoger sus cosas y tirar la basura. Ese día se fueron, pero esta semana la situación vuelve a repetirse. Están así desde que, durante la pandemia, el Ayuntamiento de Tarragona habilitó el Palau de Congressos para que las personas sin hogar durmieran durante el toque de queda. Desde entonces llegaban antes de la hora de apertura y se quedaban en el parque.

Desde la Guàrdia Urbana explican que tienen constancia de que hay personas sintecho y se han entrevistado con ellas «para saber cómo se encuentran y se les ha ofrecido ayuda en varios temas: Servicios Sociales, asistencia sanitaria, comedores sociales y lugares para pernoctar».

Señalan que «también se está intentando reconducir los actos incívicos en los cuales se han visto implicados, como la ropa extendida en la zona de columpios». También les constan quejas sobre el consumo de alcohol en la vía pública «y han sido denunciados como cualquier otro ciudadano que infringe las ordenanzas».

Trasladar el problema

Pero, como explica la presidenta de la Associació de Veïns del Barri del Port, Mari Carmen Puig, el malestar de los vecinos no se queda solo en las molestias que la situación pueda ocasionar, sino en que no ven que se dé respuesta a estas personas que se encuentran en una situación evidente de gran vulnerabilidad.

Dice que «estamos viendo una ola de indigencia impresionante, y no solo en la Part Baixa. Donde suele ser más evidente es en las zonas próximas a las estaciones de trenes, de autobuses, donde están los servicios», explica. Uno de los vecinos del parque insiste: «Entiéndame, no se trata de que le trasladen el problema a otros, lo que queremos es que les atiendan».

«También son vecinos»

La presidenta de la Associació de Veïns i Veïnes Moviment Pere Martell, Lorena Holm, opina en la misma línea. «Hay que encontrar soluciones para estas personas en riesgo de exclusión social. No digo que no se esté haciendo nada, digo que lo que se hace no funciona o es insuficiente. Nosotros no vemos resultados».

Recuerda que desde julio los vecinos están recogiendo firmas para quejarse sobre diferentes aspectos, como la limpieza o la inseguridad, pero uno de los que más les preocupa es la atención a las personas vulnerables. «Al final son vecinos, como los demás, y deberían poder vivir con dignidad».

Sus palabras vienen a cuento porque en el Parc de la Ciutat, al lado de la estación de autobuses, también hacen vida personas sin hogar durante todo el día.

Basta con preguntar a los primeros transeúntes que nos encontramos por el parque paseando a los perros para que los ubiquen. «Siempre son los mismos y, según la hora del día, se les puede encontrar en un banco o en otro». Apenas han cruzado alguna palabra para pedirles tabaco, pero reconocen que tenerles allí les causa sensación de inseguridad.

Así pues, resulta fácil encontrar a quienes viven en el parque. Nos tratan con amabilidad, pero el más dispuesto a hablar es B. (35 años). Su compañero M. (31) sonríe, pero cuenta menos. Explican que junto con ellos vive y duerme otro joven de 20 años que llegó siendo menor y que ahora está sin papeles y sin casa.

B. nos pregunta con insistencia si le podemos ayudar. Le explicamos en qué consiste nuestro trabajo. Al final lo entiende e igualmente accede a contar algo de su historia. Dice con infinita tristeza que «esto es un infierno». Él trabajaba «en la obra» y se quedó sin empleo. Aguantó un tiempo hasta que hace tres meses se vio en la calle. Le preguntamos si le han ofrecido algún sitio donde dormir y explica que estuvo en un albergue pero la ayuda solo fue por unos días, así que tuvo que volver al parque. Nos lleva a ver el colchón donde duermen, muy cerca del parque, para poder entrar cuando lo abren por la mañana. Come en el comedor social, pero el parque y su entorno son su base de operaciones, aunque no siempre es un lugar seguro. A M. le habían robado el móvil la noche anterior, tienen miedo.

Están agradecidos de que alguien se detenga a hablar con ellos, tienen muchas dudas de dónde acudir o qué hacer. Están en el medio de la ciudad, rodeados de transeúntes, pero la sensación es que están completamente desconectados, como en una isla. M., por ejemplo, necesita ir al médico y no sabe bien dónde tiene que ir ni si le van a atender.

Proyecto de ciudad

Consultada al respecto, la concejal de Serveis Socials, Inés Solé, señala que en ambos parques los técnicos municipales ya se han acercado a ofrecer ayuda a estas personas sin hogar.

Apunta, no obstante, que «hay que tener en cuenta que no es posible una intervención que implique llevarlos de un sitio y colocarlos en otro. Estas personas viven en la calle pero en ningún caso han perdido su capacidad de obrar, ni su autonomía ni su voluntad; con lo cual si ellos no quieren recibir ayuda están en su derecho... Nuestra idea es trabajar para mirar de que se acojan a determinados recursos de los que tenemos... Pero hay que tener claro que el sistema en el que vivimos ha creado gente sin casa y casas sin gente y eso nos debería llevar a una reflexión más profunda más allá de que nos moleste o nos interpele más directamente porque lo vemos en nuestro parque o nuestra calle».

En conjunto reconoce que «somos conscientes de que hay un problema grave y por eso estamos ideando un proyecto de ciudad». Apunta que el contrato programa de la Generalitat con los ayuntamientos en materia de servicios sociales incluirá, por primera vez, una rama específica dedicada al sinhogarismo, lo que considera «nos ayudará a poder desplegar este proyecto».

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