La hija de la única víctima de ETA en TGN: «Me da igual lo que hagan los etarras con su vida»

Amelia de Querol Orozco es hija de Francisco de Querol,  juez tarraconense del Tribunal Supremo asesinado por ETA en Madrid el 30 de octubre de 2000

03 mayo 2018 15:37 | Actualizado a 03 mayo 2018 16:17
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Un coche bomba con 30 kilos de explosivos estalló el 30 de octubre de 2000 en Madrid al paso del coche en que viajaban el general y juez del Tribunal Supremo Francisco de Querol Lombardero; el chófer, Armando Medina, de 53 años; y el escolta del juez, Jesús Escudero, también de 53 años. Los tres fallecieron en el acto.

La explosión provocó 34 heridos y alcanzó a un autobús. El conductor, Jesús Sánchez, de 35 años, murió días después. Francisco de Querol Lombardero había nacido el 30 de noviembre de 1930 en Tarragona, pero se fue de niño. Dejó viuda y cuatro huérfanos, tres chicos y una chica, Amelia, que estuvo en Tarragona el pasado 9 de marzo para inaugurar una plaza dedicada a su padre. 

Ahora que ETA ya es definitivamente historia, hay que dejar que las víctimas se expresen.
Sí. Es un error decir que las víctimas no podemos opinar porque tenemos una implicación emocional. Si no podemos opinar las víctimas, que somos las que más hemos perdido, ¿quién va a poder opinar? Las víctimas tenemos cosas que decir.

¿Por ejemplo?
Tengo asumido desde hace tiempo que en algún momento ETA se tenía que acabar y que habría que hacer borrón y cuenta nueva. Las víctimas tendremos que poner mucho más en la balanza. 

El fin de ETA ha tardado, pero era inevitable.
Ha habido una lucha policial importante que la ha ido frenando, la sociedad no les ha apoyado nunca... Ellos mismos estaban saturados. El tema es si las víctimas nos creemos o no el fin de ETA.

¿Usted se lo cree?
ETA ya no puede matar porque no está operativa, no tiene efectivos. El problema es que ellos mismos tienen que apagar el odio que sienten, uno mismo tiene que ser responsable de sus carencias.  Si ellos siguen teniendo ese odio dentro, ETA no morirá. Yo creo que no lo han soltado del todo. Tengo más ilusión de que se acabe, que una certeza absoluta.

Se lo dice más el corazón que la cabeza.
Sí. Quiero que esto termine de una puñetera vez. Tienen que desaparecer del escenario y no continuar con su relato falaz. No han entendido que el terrorismo ha sufrido una derrota real. Sólo les queda el relato de «fuimos malos, matamos de más, sí, pero porque teníamos la razón...». Nunca hay justificación para matar. Ni siquiera la pena de muerte. Ellos eran jueces, fiscales, abogados...

...Y verdugos.
Es una locura. No pueden vendernos que había un «conflicto» y que eran unos «héroes que salvaron a su patria de una agresión». ETA mató mucho más cuando ya había democracia en España. A mi padre lo asesinaron en 2000.

Tanto dolor, tanta muerte, para nada. Es absurdo.
Claro que es absurdo. ¿Pero qué  pretendían? Las cosas hay que hablarlas. La única forma de llegar a una solución que no deje cicatrices por el camino es la palabra. Tenemos un Estado de derecho que nos permite hablar. Sé que es un camino lento para quien desea ciertas cosas, pero saltarse el camino lento, sin respetar otras opiniones, te quita los argumentos.

¿ETA se mira en el espejo de Catalunya? 
Creo que sí. Si a mí me plantean que el 100% o un porcentaje muy alto de los vascos o los catalanes quieren la independencia habrá que darla. No puedes tener a toda una población en contra. El problema es que no representan ni al 50%. ETA está viendo que en Catalunya se ha conseguido mucho más de forma pacífica. Dentro de unos años el escenario será otro. No digo que sea bueno o malo, pero será diferente. Catalunya ha conseguido unos avances que no ha conseguido el País Vasco.

«Les he perdonado. Pero perdón no significa reconciliación. Pretendo que el daño que me han hecho no me lleve a estar deseando venganza»

El comunicado de ‘perdón’ de ETA distingue entre víctimas.
Ninguna víctima es culpable. Mi padre, que era militar, presidió la Junta Electoral Central. Le dio la razón a Herri Batasuna en un recurso porque tenía razón. ¿Qué culpa tenía él de nada? ¿Y las demás víctimas? Mi padre era un servidor de la Justicia. 

Fue magistrado del Tribunal Supremo. 
Era un hombre muy templado, muy cabal, con un sentido de la Justicia innato. Manejaba la legislación de una manera muy lúcida y muy lucida. (Ríe por el juego de palabras).

En el atentado contra su padre también falleció el conductor de un autobús municipal.
Unas declaraciones de Arzalluz (Xabier, expresidente del PNV) poco después del atentado dijo que los autores del atentado «se equivocaron. Tenían que haber esperado a que pasase el autobús». Mi padre era exactamente igual de inocente que el conductor. Los dos merecen el mismo respeto. A su familia le piden perdón en el comunicado. A nosotros, no.

¿Les ha perdonado?
Ya hace tiempo. Si no perdonas y te dejas llevar por el odio, tu vida es una locura. Yo tenía dos hijos pequeños, una madre que se había quedado viuda... Tienes que sobrevivir al horror como sea.

¿Se ha reconciliado?
Perdón no es reconciliación. Aquí no hay reconciliación alguna. Pretendo que ese daño que me han hecho no me lleve a estar toda la vida deseando venganza. Yo no quiero saber nada de ellos. Quiero que no volvamos a hablar de ETA nunca más. Me da exactamente igual lo que hagan con su vida. A la tía que apretó el botón que hizo explotar la bomba que mató a mi padre no le deseo la muerte.

«Los terroristas tienen que apagar el odio que sienten. Si continúan teniendo ese odio dentro, ETA no morirá. Creo que no lo han soltado del todo»

Alude a Ana Belén Egues. Sigue en prisión, si no me equivoco.
No sé si sigue en la cárcel. Corro un tupido velo. Ni me acuerdo como se llama la tía, ni quiero acordarme. Por mucho que perdone o no perdone, que odie o no odie, mi padre no resucitará. Una cosa sí podría hacer ETA.

¿Cuál?
Ayudar a cerrar los 300 casos que no están aclarados, en que no se ha juzgado a nadie. A la que mató a mi padre la han condenado por otros atentados, no por el de mi padre. En un primer momento, confesó que había participado, pero luego se retractó. Tengo derecho a que se juzgue a los asesinos de mi padre. No han condenado a nadie por su muerte. Muchos procesos se han cerrado en falso. Eso es una espina clavada y no lo digo con rabia ni odio.

Tampoco cumpliría la sentencia. Fue detenida en 2001, justo después de cometer un atentado, y sentenciada en 2005 a una pena de 1.042 años de cárcel.
Sería añadir años a una condena kilométrica, pero al menos podríamos decir que se la juzgó.

¿Cómo pudo superar la fase de odio hasta llegar al perdón?
¡Ufff! Sufriendo mucho, llorando mucho, muchas horas conmigo misma. Tuve una depresión brutal. Estuve tres años metida en la cama llorando, pero tu vida tiene que seguir. Un día dije «se acabó». Mi padre me enseñó cosas muy bonitas.

¿Qué cosas?
El sentido de la Justicia, por ejemplo. Era un hombre muy comprensivo. Mi padre habría hablado incluso con sus verdugos. Era un hombre honesto, familiar, muy religioso. Yo no soy religiosa, nunca lo he sido, y él lo aceptó plenamente. Era muy tolerante, abierto, dialogante, muy divertido. A nivel profesional era un hacha. 
 

Sabía que era objetivo de ETA.
Sí. Me decía que «lo que me joroba es que si ETA me mata dejará más viudas porque matará también al chófer y el escolta». No quería llevar escolta, pero le obligaron a llevarlo. 

Tarragona le ha dedicado una plaza. 
Me sentía un poco huérfana de homenajes a mi padre. Y este año le han hecho dos: el del Tribunal Supremo y el de Tarragona. Fue muy grato, sobre todo porque la plaza es donde se ubicarán los juzgados. De algún modo mi padre seguirá vinculado al mundo por el que lo dio todo. Se fue de Tarragona de muy niño, pero siempre se acordó de su tierra.

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