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    La historia de amor entre Blázquez y
    el arte de la joyería

    Sin fecha. La joyería cerrará definitivamente sus puertas cuando se haya vendido todo el género

    16 noviembre 2022 19:50 | Actualizado a 17 noviembre 2022 07:00
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    Me cito con Joan Blázquez, el joyero más reconocido de la ciudad, en su taller de la calle Major. Quiero conocer las razones por las que ha decidido cerrar su tienda –aunque no tiene fecha concreta ni a corto plazo– y, de paso, hacer un repaso a su trayectoria personal y profesional. Me abre la puerta de su taller y nos sentamos en uno de los sofás. Blázquez me explica que esa habitación había sido, años atrás, el plató 1 de Tarracovisión, la primera televisión de la ciudad. Se nota por el decorado y la disposición. Presiden las paredes tres grandes pósters. En uno se puede ver él y sus dos hijos haciendo un pilar de cuatro en Cuba, con una camisa de la bandera de Tarragona. A la derecha de esta imagen, hay una foto del Rolls-Royce que tenía el protagonista, con la Catedral de fondo. Blázquez me explica que, hace años, dejaba este coche a sus mejores clientes cuando se casaban los hijos. Era una manera de agradecerles su fidelidad. El último póster, también XL, es una foto suya con una modelo, en los vestigios de Centcelles. Era para una especie de catálogo, cuenta.

    Una de las mesas en las que trabaja el joyero es la que se utilizaba antiguamente para hacer los informativos de Tarracovision; la otra mesa la hizo él con sus propias manos. En unas estanterías se pueden ver algunas de las esculturas que ha elaborado. Para quien no lo sepa, Blázquez, a parte de joyero, también es escultor.

    Entrevistando al protagonista, no puedo sacar mi vista del colgante que lleva puesto. Es un busto suyo, que se abre y, que en su interior, se puede ver una miniatura del cuerpo entero y desnudo de Blázquez, con unas alas de ángel y la mano en el reloj. «El tiempo solo pasa cuando miras el reloj. Cuando llegue mi hora, me iré», comenta Blázquez, explicando el significado de la joya. Y después de esto, pongo en marcha la grabadora.

    La revelación

    Joan Blázquez nació hace 72 años en la Plaça del Pallol. Su padre era un Guardia Civil de Salamanca destinado a Tarragona. «Mi madre, con mucha visión, le dijo que pidiera Catalunya», recuerda. Cuando Blázquez cumplió los dos años, la familia al completo se mudó al Pla de la Seu, concretamente a la Casa Balcells, donde el protagonista pasó toda su infancia, junto a sus cinco hermanos. Blázquez ya era artista desde bien pequeño; se hacía él sus juguetes y construía lamparas romanas.

    Estudió formación profesional hasta los 14 años, cuando decidió dejar los estudios y empezar a trabajar. La suerte quiso que Blázquez encontrará trabajo de aprendiz en un taller de joyería que había en la Rambla Vella. «Cuando entré allí tuve una revelación total. Empezaba entonces una historia de amor tan fuerte que no podré dejar hasta el día que me muera», explica Blázquez. Ese día supo que la joyería marcaría su vida.

    Con 15 años y solo 8 meses de experiencia, decidió abrir su propio taller. «Tenía mucha inquietud y quería hacer mis cosas», apunta. A partir de entonces, empezó con los arreglos y encargos para otras joyerías. A sus 22 años, abría su primera tienda en la Plaça de la Font. «Necesitaba dejar ir mi creatividad e imaginación. Quería vender mis propias joyas y tratar directamente con los clientes», explica.

    El imperio Blázquez ya no tuvo freno. Abrió más tiendas, en la calle Major, en Altafulla, en la calle Sant Agustí e, incluso, en Reus. Además, involucró a sus hermanos en su proyecto. Tanto que todavía algunos trabajan con él, llevando la contabilidad o atendiendo al público. Actualmente, la única tienda abierta es la de la calle Sant Agustí, donde detrás del mostrador nos podemos encontrar a su hermano Vidal.

    En la calle Major, Blázquez sigue teniendo su taller. Un taller que, mientras él esté vivo, nunca dejará de funcionar, asegura. «No pienso dejar de jugar. Quizás dejaré de trabajar para vender, pero seguiré haciendo mis cositas», explica Blázquez, mientras muestra los más de 6.000 moldes que ha hecho y que tiene organizados a la perfección en su taller. La tienda de Sant Agustí cerrará, pero no hay fecha concreta. La idea es bajar la persiana cuando se acabe el género.

    Un estilo propio

    Las joyas de Blázquez tienen una particularidad. Sin ver la firma del diseñador, todo tarraconense puede reconocer que están hechas por él. Tienen una personalidad propia. «Pretendía que mis joyas fueran atemporales, que no siguieran ninguna moda. De hecho, me fijo en la moda pero para no seguirla. Se ha demostrado que lo he conseguido. Todavía vendo relojes que diseñé hace 30 años», explica Blázquez. El joyero tarraconense ha sabido crear un estilo, no lo ha copiado, ni ha intentado nunca parecerse a nadie. Lo que le hace especial, opina él mismo, es ser a la vez joyero y escultor. Esta es parte del éxito.

    Entre las muchas obras maestras de Blázquez, hay una que destaca sobre las otras. Se trata del reloj Comander. «La esfera parece el cuentarrevoluciones de un coche o de un avión. Se llama así porque pienso que, quien lo lleva, es el comandante de la nave», comenta. La obra de Blázquez es tan amplia que no cabría en este artículo. Desde una escuela de joyería en Cuba, pasando por el sagrario de la iglesia de Sant Joan, y acabando por la escultura conmemorativa de la Rambla, por los 125 años del Nàstic.

    Entre los muchos reconocimientos, Blázquez fue galardonado en Bruselas con premios internacionales y, en 2016, obtuvo el título de Mestre Artesà de la Generalitat, sin apenas tener ninguna formación, pero si una obra importante detrás. Blázquez dejará el legado para la ciudad. No hay ninguna duda de que el joyero con más estilo y personalidad lo tenemos aquí.

    Joan Blázquez montó su propio taller de joyería en Casa Balcells, cuando tan solo tenía 15 años
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