El espíritu de Carnaval invadió la ciudad. Superhéroes, princesas, unicornios, tortugas ninjas y todo tipos de disfraces originales paseaban por las calles con el mismo objetivo: hacerse un hueco en el recorrido y disfrutar de una de las citas más esperadas del Carnaval: La Rua de l’Artesania.
Cuando las primeras carrozas comenzaron a avanzar, la ciudad se transformó en un estallido de música, plumas, confeti y purpurina. Las coreografías no daban tregua a la vista y el público sabía que apartar la mirada un segundo podía significar perderse algo. Algunos bailaban y cantaban sin pudor, mientras otros, más tímidos, aplaudían desde las aceras. Los más pequeños, sentados en primera fila, miraban con asombro cada nueva carroza que desfilaba.
La diversidad de disfraces parecía no tener fin: hadas del bosque, piedras preciosas, Jazmines y Aladines, reinas de corazones, zombies y un sinfín de personajes más.
Algunas comparsas aprovechaban los minutos previos para refugiarse del frío en el Parc Central, donde sus espectaculares trajes robaban la atención de los clientes que, entre compra y compra, se encontraban con personajes que parecían sacados de un cuento de fantasía.
Montse Alonso, de la comparsa La Unió, esperaba su turno cuando hablaba con el Diari: «Llevo veinte años en esta comparsa y los nervios siempre están. Vamos histéricos hasta el último día para que todo esté perfecto», comentaba mientras se ajustaba los últimos detalles de su traje.
La espera valía la pena. El desfile, que había comenzado a plena luz del día, se alargó hasta el anochecer. Cuando los primeros grupos llegaron al final del recorrido, las últimas carrozas todavía no habían salido. Porque el Carnaval de Tarragona no entiende de prisas y las comparsas sacan a relucir son orgullos el resultado de meses de trabajo. Lucía Pedreira, de la carroza L’Albada, no podía ocultar su emoción al terminar: «Nunca había salido y ha sido una experiencia muy bonita porque creo que todo el esfuerzo que hemos hecho ha valido la pena».
Entre tanto brillo y colores, también hubo un espacio para perder la vergüenza. Max Fortuny y Ander Aberasturi, los DJs Pd. Pelacanyes que salieron con el Club Maginet, lo resumieron con humor al final de la noche: «Ha sido una locura. Se nos ha acabado la vergüenza para toda la vida», confesaban mientras reían recordando la experiencia que acaban de vivir.
Mientras las luces de las últimas carrozas se apagaban, los participantes aprovechaban para sacarse fotos las últimas fotos antes de cambiar sus exuberantes trajes por sudaderas que les abrigaran más. El compañerismo entre comparsas también se hizo presente y eran varios los que felicitaran a miembros de otras carrozas por la faena.