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La URV es la universidad catalana con más alumnos becados: tres de cada diez

Mientras miles de estudiantes se examinan para acceder a la universidad, un informe alerta de que la situación económica familiar todavía es clave al elegir estudios y mantenerse en ellos

09 junio 2025 20:28 | Actualizado a 10 junio 2025 07:00
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Mañana arranca la Prova d’Accés a la Universitat (PAU) para 4.175 alumnos en la demarcación de Tarragona. Se trata de un momento clave para su futuro, pero no es, ni mucho menos, el único que determinará si acceden a la universidad y en qué condiciones. El famoso ascensor social existe, pero la situación socioeconómica de la familia sigue siendo determinante.

Según el informe Via Universitària de la Xarxa Vives d’Universitats (a la que pertenece la Universitat Rovira i Virgili), y que estudia las condiciones de vida de los estudiantes universitarios, se evidencia que la mayor parte son de clase social alta (un 63 % en los estudios de grado). La cifra, además, es superior a la de años anteriores. «El sistema universitario todavía está lejos de lograr la equidad deseada», concluye el estudio, para el cual se entrevistó a 45.000 alumnos de 20 universidades de Catalunya, Valencia, Baleares y Andorra.

Y es que la principal vía de financiación de los estudios universitarios sigue siendo la familia de origen, en especial los padres (50 %). Además, 6 de cada 10 estudiantes viven en casa de los progenitores o de familiares.

El informe advierte que el sistema de becas y ayudas es muy débil. El número de alumnos de grado becados en las universidades del estudio pasó del 17,2 % en 2021 al 13,9 % en 2024.

Por encima de la media

En el caso de la URV, la cifra de estudiantes becados es muy superior. Durante el curso 23/24, los alumnos de grado que tenían una beca eran el 28 %. El dato la coloca muy por encima de las universidades públicas presenciales catalanas, donde la media es del 21 %. En la UPC, por ejemplo, el número de becados era del 14 %.

Con todo, la cifra de los alumnos becados ha ido disminuyendo con los años. Tres cursos antes, los becados en la URV eran el 35 % y, en el conjunto de las siete universidades públicas catalanas, el 26 %.

La cifra podría interpretarse en dos direcciones: una mejoría de la situación de las familias o que alumnos de condiciones menos favorecidas no están llegando a la universidad.

Elegir en función del origen

Pero la situación económica no solo influye en que se llegue o no a la universidad, sino en los estudios que se eligen.

De hecho, otro estudio reciente, de la Agència per a la Qualitat del Sistema Universitari de Catalunya (AQU), muestra que los graduados de una misma titulación tienen la misma inserción, independientemente de su origen social. No obstante, los alumnos de clase alta optan por carreras más exigentes, mejor pagadas y más cualificadas. Así, por ejemplo, en Medicina, Odontología y algunas ingenierías se concentran los alumnos de familias donde los padres tienen estudios superiores y profesiones altamente cualificadas.

En el lado contrario, los alumnos que provienen de un entorno familiar con nivel formativo bajo estudian más carreras de ciencias sociales y jurídicas o humanidades.

Rediseñar el bachillerato

Jordi Tous Pallarès, profesor de Psicología Social y decano de la Facultat de Ciències de l’Educació i Psicologia, reconoce que la educación universitaria sigue suponiendo un coste muy alto para las familias.

Pallarès considera que una de las medidas que se podrían tomar para ampliar la base social de los alumnos que llegan a la universidad sería rediseñar el bachillerato y hacerlo más largo. Cree que con ello no solo aumentarían las oportunidades de tener una mejor preparación, sino que se daría a los alumnos más tiempo para madurar, en todos los sentidos; también en la elección de sus estudios.

En este sentido, el informe de la Xarxa Vives destaca una «subida fuerte» de los alumnos que dependen de su trabajo para poder estudiar, que pasaron del 17 % al 26 % en tres años.

No es un tema menor si se tiene en cuenta que las dificultades económicas suelen estar entre los motivos más frecuentes de abandono de los estudios en lo que llaman «trayectorias complejas», caracterizadas por interrupciones y retrasos.

Marta (prefiere no dar su nombre) tiene 23 años y estudia Derecho en la URV. Trabaja desde los 16 años (actualmente lo hace los fines de semana y en vacaciones), lo que le permite pagarse el alojamiento y los gastos en Tarragona, ya que es de otro municipio. Dice que su madre está sola al frente de la familia y que, de otra manera, no habría podido estudiar. Con todo, su situación económica no le ha dado para obtener una beca (tampoco la tienen las otras cinco compañeras con las que está sentada en el Campus Catalunya). Se lamenta de que no siempre tiene tiempo suficiente para estudiar, por lo que le ha ido quedando alguna asignatura. Cada vez que se vuelve a matricular, el precio de los créditos sube: «Y no quiere decir que no me esfuerce, llevo tres años sin fines de semana de fiesta ni vacaciones», cuenta.

El hecho de compaginar trabajo y estudios, señala Pallarès, puede hacer que estos alumnos tengan que «vivir más de apuntes», puesto que, en general, los estudios están organizados básicamente de mañana, algo que no siempre es compatible con el trabajo. Todo sin contar, además, el esfuerzo que supone estudiar después de una jornada laboral.

Menos horas de estudio

Además de los aspectos socioeconómicos, el estudio también constata que se dedica menos tiempo al estudio. La media se sitúa en las 22,8 horas por crédito, por debajo de las 25 a 30 horas que es el estándar establecido en el sistema europeo de educación superior.

Aunque el 88,5 % de los alumnos dice asistir a clases, el absentismo es una de las preocupaciones que se destacan en el informe.

En este sentido, Pallarès considera que hubo un punto de inflexión con la pandemia, que hizo, entre otras cosas, que los profesores subieran abundante material a las plataformas y que los alumnos consideraran menos importante la presencialidad. En este sentido, apunta que las nuevas generaciones de alumnos se fían más de los apuntes, pero recuerda que aprendemos el 80 % de lo que practicamos, el 50 % de lo que leemos y el 20 % de lo que escuchamos.

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