'Mi osito se ha roto la pata'

Un tiburón con un diente roto, un perro con dolor de tripa... Son algunos de los 'pacientes' que atendió el 'hospital de peluches' en la escuela Pau Delclòs

19 mayo 2017 23:25 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:45
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La escuela Pau Delclòs acogió ayer una especie de improvisado hospital de campaña en el cual fueron atendidos, durante todo el día, unos pacientes muy peculiares: los muñecos de peluche de los alumnos de P3, P4 y P5.

Se trataba de una actividad que organiza la Associació d’Estudiants de Ciències de la Salut, AECS, y que, en el territorio, hasta ahora se había desarrollado principalmente en Reus.

Según explica Andrea Conde, estudiante de tercero de medicina en la URV, una de las organizadoras, el principal objetivo del taller, que ya tiene tradición en Europa, es hacer que los más pequeños pierdan el miedo a los sanitarios, lo que se conoce como el «síndrome de la bata blanca».

El taller comenzaba con los niños, que ayer asumían el papel de padres, explicando lo que les pasaba a sus peluches favoritos que habían traído desde casa. Ganaban los ositos, pero también había un tiburón al que le dolía un diente, un camello al que se le había roto la pata, ovejas, perros, elefantes... La ‘patología’ más común era el dolor de tripa porque habían comido demasiado chocolate.

Desde ese momento los niños comenzaban a manipular estetoscopios, jeringas, vendas, termómetros... Materiales que suelen estar en manos de médicos y enfermeras y que pueden causar cierta aprensión.

Cuando se sospechaba de que podía haber una fractura tenían incluso una simulación de un aparato de rayos x, en el que podía verse exactamente dónde tenía la lesión.

En el quirófano también fueron ataviados con tapabocas y guantes para asistir a la operación de un osito al cual se encargaban de despertar suavemente de la anestesia.

Además de estudiantes de medicina, el grupo que dicta los talleres lo conforman también alumnos de enfermería, nutrición y dietética y fisioterapia. Ayer eran unos 40 alumnos.

Los futuros nutricionistas, por su parte, aprovecharon para realizar juegos sobre la alimentación. Uno consistía, por ejemplo, en colocar comida en la cesta de ‘diariamente’, ‘3 a 4 veces a la semana’ y ‘alguna vez’. Era fácil verles dudar, con un pescado de plástico en la mano, pensando cuántas veces estaban dispuestos a comerlo a la semana.

Las alumnas de fisioterapia les explicaron también cómo hacer estiramientos y cuánto peso colocarse en la mochila.

Al final los peluches salieron curados y contentos. «No pasa nada», susurraba una niña a su ardilla mientras la abrazaba.

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