Ricomà: el mandato de la resiliencia en Tarragona

Pau Ricomà (ERC) está a punto de acabar su primer mandato al frente de la Plaça de la Font. Después de arrebatar en junio de 2019 la vara de alcalde a Josep Fèlix Ballesteros (PSC), el gobierno liderado por Esquerra Republicana ha comandado, con varios socios, la legislatura más turbulenta que se recuerda desde la recuperación de la democracia. «Hemos superados situaciones críticas», reconoce un Ricomà que ayer enfatizó ante buena parte de su gobierno –solo faltaron Paula Varas y Cinta Pastó, de ERC, Dídac Nadal (JxTGN) e Inés Solé (CUP)– que su hoja de ruta se ha basado en «la cohesión, la participación y la sostenibilidad».

Una de las tónicas durante estos cuatro años del ejecutivo municipal ha sido la minoría. Este ha sido, precisamente, el primer punto de resiliencia. En junio de 2019, ERC firmó un acuerdo de gobierno con En Comú Podem –entonces liderado por Carla Aguilar y Hermán Pinedo– que sumaba solo 9 de los 27 ediles del Saló de Plens. El apoyo externo de los tres ediles de Junts per Tarragona y de las dos de la CUP permitió navegar y aprobar el presupuesto durante una primera mitad del mandato que fue especialmente turbulenta.

En octubre de 2019 llegaron las diversas noches de movilizaciones contra la sentencia del Procés; en enero de 2020, la explosión de Iqoxe cambió por completo el escenario de la seguridad química con los tres fallecidos; y, el mismo mes, la tormenta Gloria causó importantes desperfectos. La resiliencia empezaba a consolidarse en la Plaça de la Font, y se estabilizó en marzo del mismo año, con el coronavirus que lo cambió todo tras el confinamiento domiciliario y las posteriores restricciones que se alargaron durante dos años. Por si no fuera poco, en noviembre cayó el POUM por una sentencia del Tribunal Supremo. Pese a ello, Ricomà quiere ver el vaso medio lleno y cree que es «una oportunidad para adaptar la ciudad a los nuevos tiempos, lejos del paradigma de 2008 y de apostar por la calidad sobre la cantidad».

Tras los tsunamis externos –Iqoxe, POUM y Covid– llegó el vendaval interno: el volantazo de 2021 con el cambio de gobierno. Desde la primavera se empezó a hablar de una «ampliación», con la entrada de la CUP y de JxTGN. Sin embargo, los Comuns vetaron pactar con los posconvergentes, por lo que ERC tuvo que escoger: mantener a ECP o apostar por Nadal. Y se optó por lo segundo, por la vía unilateral, un lunes 14 de junio a las 23 horas. Al día siguiente se presentó el acuerdo en la Muralla con la gran duda de Aguilar y Pinedo. ¿Se presentarían? Al final, no acudieron, pero luego se desveló que la portavoz apostó por marcharse y el segundo se quedó, como edil no adscrito, en un gobierno que pasó entonces a estar formado, en minoría, por 13 concejales. Más resiliencia en minoría. «La relación de lealtad ha sido magnífica», afirma Ricomà.

La primera consecuencia práctica del divorcio fue que el gobierno local se quedó sin un nuevo presupuesto para 2022, ya que Aguilar desoyó a la asamblea de los Comuns y votó en contra. Ese año, además, estuvo marcado por los modificativos de crédito y una tensa relación con el PSC por la acusación contra Ballesteros y Floria. Ya en 2023, la polémica por el contrato de la basura ha centrado la recta final de cara a unas elecciones en las que Ricomà tendrá el reto de cumplir con la tradición intacta desde 1979: nunca un alcalde ha gobernado un solo mandato en Tarragona y, además, siempre que un Primer edil se ha presentado ha sido el más votado. Para ello, tras un mandato de Dragon Khan, Ricomà necesitará de una dosis extra de resiliencia para superar con éxito el 28M y aspirar a su reelección en la Plaça de la Font.