Cuando TGN ejerce de capital de la cultura

Lo nunca visto. Lo de este fin de semana en Tarragona ha sido histórico. Restaurantes llenos, colas en los bares, plazas repletas y ríos de gente paseando por las calles de la ciudad. Ya se auguraba una Santa Tecla multitudinaria, pero las expectativas han sido superadas con creces. Daba igual que fuera un vermut, una cercavila, un concierto o una paella popular. En la Part Alta, en El Serrallo o en la Rambla. Nadie quiso perderse ningún acto. ¿Dónde están estas personas durante el resto del año? ¿Dónde se esconden?, me he estado preguntando yo durante todo el fin de semana.

La multitud se concentraba el viernes noche en la Plaça del Rei y en la calle Cós del Bou, donde se celebraron las verbenas simultáneas organizadas por las dos grandes collas castelleras de la ciudad. La mañana del sábado fue cuando más actos se solaparon. El premio gordo se lo llevó la inauguración de la Plaça de la Rumba, con la actuación de los míticos Vergüenza Ajena, y la Musclada del Serrallo. Una locura. Lleno al pleno.

La tarde del sábado, sin ninguna duda, fue protagonizada por la Cercavila del Convit dels 700, donde desfilaron elementos festivos de toda Catalunya, siguiendo el orden de nuestro Seguici Popular. Tarragona se convertía entonces –y por unas horas– en la capital catalana de la cultura popular.

El punto álgido llegaba la noche del sábado, cuando jóvenes llegados de todo el territorio ocupaban –en el buen sentido de la palabra– todas las plazas. La Plaça Corsini, llena. La Rambla Nova, todavía más llena. Los restaurantes tenían colgado el cartel de sold out. No había restaurante de la Part Alta o de la zona centro con una sola mesa vacía.

Los bares se veían desbordados y se generaban colas infinitas. Tanto para consumir como para ir al lavabo. Ya se sabe que nunca, por muchos que haya, hay suficientes Poly Klyns. La marabunta se dirigía al único punto festivo más allá de las tres de la madrugada: la Terraseta, en el Parc Saavedra. Poco antes de las cuatro, las luces se encendían, las barras se cerraban y la gente seguía allí, de pie, esperando –sin éxito– que la patrona hiciera un milagro y la fiesta continuase.

El domingo fue el turno de los castells y del concierto de Els Manel. En ambos actos no se cabía. Gente de todo el territorio se acercó a la capital. El primer fin de semana de las fiestas de Santa Tecla acaban siendo un éxito rotundo, bien organizado y con una programación novedosa y sorprendente.

Cuando el alcalde decía, días atrás, que Santa Tecla sería la mayor fiesta de Catalunya, no se equivocaba para nada. El territorio, ahora sí, ha entendido que Tarragona es la capital cultural de la provincia. Así se está demostrando en estas fechas. Y es importante para aquello que tanto nos falta a los tarraconenses: autoestima. De una vez por todas debemos creérnoslo.

Ahora, lo único que necesita la ciudad es ser capaz de generar esta atracción no solo en septiembre y no solo en el ámbito cultural y festivo. Si lo conseguimos, Tarragona volverá a ser lo que fue en algún momento.