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La Baixada de l’Àliga: el relato de la Tarragona que venció a la lluvia

La Baixada más multitudinaria pasó por encima del agua, que se manifestó con intensidad minutos antes de las 00.00 h. Paraguas al cielo, ni el clima desvistió un ambiente epopéyico con el que la ciudad respondió al cielo

22 septiembre 2024 13:35 | Actualizado a 22 septiembre 2024 21:12
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Quedaban diez minutos para el gran momento de uno de los grandes días de Santa Tecla. Momento por el que decenas y decenas de personas se habían dejado la piel y la ilusión.

La lluvia había hecho acto de presencia durante el día, pero había cesado, prometiendo una tregua. Hasta que volvió en el peor instante posible.

Paraguas al cielo, nada impidió que Paquito el chocolatero sonara con una tremenda fuerza, mientras el Àliga y la Tradiband iniciaban, bajo la atenta mirada de centenares de personas a pie de plaza y otros miles por televisión, su Baixada más multitudinaria.

Paraguas al cielo, nada impidió que Paquito el chocolatero sonara con una tremenda fuerza

La Plaça de les Cols, llena desde horas de la tarde, hizo caso omiso a la meteorología y respondió con una fuerza soberbia. Fue el frenesí, la piel de gallina y el cosquilleo de las y los tarraconenses lo que endulzó una noche que pintaba a amarga.

Lo sabía y lo sintió Josep Maria Solé, encargado de bajar las diecinueve escaleras de la Catedral por segunda vez, después de hacerlo ya en 2019.

La Plaça de les Cols, llena desde horas de la tarde, hizo caso omiso a la meteorología

Como es tradición, el Àliga lució un motivo reivindicativo, este año bajo el lema ‘Tarragona patrimoni festiu, patrimoni mundial?’, con un logo que recuerda al de la UNESCO y la corona de laurel estereotipada que lucían los emperadores.

Sin reducir ni un ápice de la épica y de la magia que se creó en les Cols, la Mulassa fue la siguiente. En su caso, crítica con la falta de limpieza de la ciudad y con el lema ‘Ni un pam de net’ –en referencia a la campaña de limpieza municipal llamada Pam a Pam–.

Como es tradición, el Àliga lució un motivo reivindicativo, este año bajo el lema ‘Tarragona patrimoni festiu, patrimoni mundial?’

A sus lomos, el pequeño Magí Quetcuti, hijo de Adolf, uno de los mulassers históricos, lucía una sonrisa que iluminaba Tarragona, agitaba su brazo derecho dándolo todo y pidiendo jarana.

Debajo, Alfred Icaran y José Miguel Quílez, integrantes de la colla desde hace muchos años y que tuvieron el honor de portar la Mulassa en una noche así de singular.

A lomos de la Mulassa, el pequeño Magí Quetcuti, hijo de Adolf, uno de los mulassers históricos

No hubo música, pero hubo Bequetero con los gritos de los presentes. No iba a bajar la més juganera sin ritmos musicales. Hubo que protegerla al llegar abajo, pues el agua caía con más fuerza y la bestia podía verse dañada.

A pie de plaza, algunos optaron por refugiarse bajo los porches de la calle Merceria, pero para muchos otros era como si no hubiera rastro del agua. Con mamadeta todo es más fácil.

A pie de plaza, algunos optaron por refugiarse bajo los porches de la calle Merceria

El cordón mulasser aprieta los puños. Mano a mano, siente la magnitud de un público que siempre tiene ganas de más. Empujas, te empujan. Empujas, vuelven a empujarte.

Un descontrol irrefrenable y seductor cuando empiezas a vislumbrar lo que escuchabas antes de bajar. Baile, risa y cante, un reguero de manos hermanas protegieron a la Mulassa, ya abrigada, mientras sigue su camino por Merceria.

Le toca al Lleó. Le toca a Albert Ribas delante y a Leila Costa detrás. También sienten esos nervios, esa incertidumbre, que rápidamente se desvanece cuando es su turno.

Él se burla de Adif, con un cartel que luce ‘Alguns dies inclús funciona’ y con un sombrero de factor, para así denunciar el servicio ferroviario en el Camp de Tarragona y en las Terres de l’Ebre. Hubo música de la Fanfara de Torredembarra, y hubo Amparito Roca.

Los Gegants Vells del Cós del Bou se quedaron dentro del Antic Ajuntament para resguardarse de la lluvia, mientras que tanto los Chargrossos como el Braç de Santa Tecla, que tuvo que ser custodiado por unos plásticos, hicieron camino hacia la Plaça del Rei para, en la Baixada de la Pescateria, volver a bajar, ya con destino a Plaça de la Font, mientras que la Mulassa fue directa hacia el Ayuntamiento por el peligro del clima. El culmen de una noche mágica, en la que una ciudad entera venció a la lluvia.

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