«Si vives en Cala Romana y vas en silla de ruedas, olvídate de ir a la playa o en autobús»

Los vecinos de la urbanización de Llevant denuncian las dificultades de accesibilidad

06 junio 2019 06:52 | Actualizado a 08 junio 2019 16:33
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Herminio, un vecino de Cala Romana, sufrió un ictus hace dos años. Desde entonces se desplaza en silla de ruedas. Casi cada día baja a la playa para tomar el aire junto a su mujer, Elena. Pero nunca puede llegar hasta el agua, porque no hay ninguna estructura o pasarela que se lo permita. Además, Herminio tampoco puede ir a coger el autobús para ir a Tarragona, a no ser que se juegue la vida cruzando la N-340. Para acceder al puente que atraviesa la carretera se deben subir escaleras y Herminio no puede. 

«¿Ir a la playa? Ni hablar. Te juegas el tipo cuando bajas en silla de ruedas. Alguien se estrellará»
Cristina Díez
Vecina Cala Romana

Son muchos los vecinos de Cala Romana con movilidad reducida que se encuentran en la misma situación. Algunos, incluso, han optado por mudarse al centro de la ciudad y así no seguir sufriendo las barreras. La urbanización reivindica mejoras en materia de accesibilidad, sobre todo en la playa, ahora que llega el verano. 

La hija de Herminio, Belén Marrón, explica que «estamos recogiendo firmas porque creemos que se está incumpliendo la normativa. Las personas con movilidad reducida no pueden acceder a la Platja Llarga a través del puente que la conecta con la urbanización. Y no es justo, porque la playa debería ser un bien común. Todos tenemos derecho a disfrutarla». La familia de Herminio no se resigna y, cuando son unos cuantos, levantan a pulso la silla de ruedas para acercarle hasta la orilla. «Hace unos meses, instalaron una pasarela de madera hasta el agua. Pero un temporal se la llevó por delante. Por eso pedimos que se coloque una estructura más fuerte, de cemento, que no quede destrozada a las primeras de cambio», explica Elena Reigosa, esposa de Herminio. 

Por otro lado, Cristina Díez, vecina de Cala Romana, cuenta cómo vive la situación su marido, que también tiene dificultad a la hora de andar. «¿Ir a la playa? Ni hablar. Cuando bajas la silla de ruedas te juegas el tipo. Algún día alguien se estrellará», asegura Díez.

Lluís Roig es el encargado de gestionar la Fundació COAATT, que se dedica al fomento de la solidaridad en el mundo de la construcción. Roig asegura que las playas de la ciudad no son accesibles y que «por mucho que los políticos hagan propaganda y anuncios de mejoras, lo cierto es que las personas en sillas de ruedas lo tienen muy difícil a la hora de ir a la playa. Y al llegar a la arena, ni te cuento».

¿Y coger el autobús, qué?
Otra de las acciones que se convierte en misión imposible para los vecinos de Cala Romana con problemas de movilidad es ir a coger el autobús. Hay quien decide jugarse la vida y cruzar la carretera N-340 para llegar a la parada. «Esto una persona en silla de ruedas no puede hacerlo», asegura Díez. La alternativa a poner la vida en peligro es subir a un puente que atraviesa la vía. El problema es que hay escaleras y, por lo tanto, tampoco es una opción para las personas que van en silla de ruedas. «Como ven, las posibilidades se reducen a una. Ir todo el día en coche particular», asegura Díez, quien añade que «nosotros también pagamos impuestos y tenemos derecho a los servicios públicos». 

«Por mucha propaganda que hagan, las playas de la ciudad no son accesibles»
Lluís Roig
COAATT

Marrón, la hija de Herminio, asegura que «es una auténtica vergüenza que mi padre no goce de absoluta libertad para poder ir a Tarragona».

Farolas encima de aceras
Otro de los problemas con el que se encuentran Herminio y otros vecinos son las estrechas aceras de la urbanización. «No sabemos por dónde pasar. Tenemos que jugarnos la vida paseando por la carretera», explica Belén Marrón. La situación se agrava en la calle Tramuntana, donde se han instalado farolas encima de las aceras. «La vía es de doble sentido porque se utiliza como salida rápida para los vecinos de Bosques. La calle parece una autopista. Los vehículos se exceden de la velocidad permitida. De postre, cuando llega el verano, los coches aparcan encima de las aceras», asegura Marrón, quien añade que «es imposible que una persona en silla de ruedas pueda ir tranquilamente por la urbanización. Las aceras son muy estrechas y en los pasos de peatones no hay rampas. No sirven de nada». 

Las aceras son estrechas y se han instalado farolas que dificultan el paso de sillas de ruedas

Los vecinos piden un plan de urbanización y de acondicionamiento en Cala Romana para adecuar las aceras y el acceso a la playa para personas con movilidad reducida y para los padres que pasean a sus hijos bebés en cochecitos. Por el momento, se han colgado algunas pancartas en la Platja Llarga y se están recogiendo firmas. «Es necesario que se cumpla la ley y que se solucione el problema que llevamos arrastrando hace tantos años en Cala Romana», concluye Marrón.
 

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