Tarragona no es ciudad para perros

Cada vez son más los que se animan a tener una mascota, la mayoría un perro. La familia y el can aprenden a convivir, pero esta costumbre obliga también a la ciudad a adaptarse a los animales

19 mayo 2017 23:42 | Actualizado a 22 mayo 2017 11:29
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El uso de expresiones anglosajonas cada día está más en boga. Una de las últimas es dog-friendly. Se trata del adjetivo que se añade a aquellos lugares o acciones que se pueden realizar con la compañía del perro. Según páginas web especializadas en el tema, Alemania es el país europeo más amigo de los perros, por su abierta mentalidad a la hora de permitirles la entrada en la mayoría de los sitios. En Francia muchos restaurantes tienen cuencos de agua para que los perros puedan beber mientras sus dueños también disfrutan de sus bebidas. Bélgica y Ámsterdam permiten la entrada de perros en los transportes públicos. Pero, ¿dónde queda la ciudad de Tarragona?

Ni en bus ni en comercios

Mientras hace un mes Barcelona modificaba el reglamento para permitir el acceso de perros a la red de metro, aquí «no se pueden transportar animales dentro del autobús excepto en los casos de perros lazarillo». La concejal de Movilidad, Begoña Floría, manifiesta que no hay ninguna intención por parte del Ayuntamiento de dejar subir perros a los autobuses municipales. Añade que «normalmente ninguna ciudad lo permite y en el caso de que se haga, suelen ser líneas que utilizan vehículos articulados». Explica que un vehículo de 12 metros con su capacidad al 80% tiene poco espacio para la convivencia con animales. «Sería difícil controlar sus reacciones».

Viajar, de hecho, suele ser uno de los temas más caóticos cuando se es dueño de una mascota. Los problemas empiezan nada más salir de casa, cuando se busca un hotel u otro alojamiento, y se prolongan cuando se pasea por la ciudad y se quiere entrar en establecimientos, sean comercios o restaurantes.

A la hora de moverse por la ciudad, no solo hay límites con el transporte, sino también en tiendas, restaurantes y otros sitios. Desde la Asociación de comerciantes La Via T, Judith Sentís cuenta que no hay ninguna ley que regule la entrada de animales a las tiendas, que es decisión del dueño del establecimiento. Añade que por norma la gente no los mete, pero que hay muchas tiendas que están dispuestas a aceptarlos. En el caso de que los animales tengan restringido el paso, opina que «una buena solución es la que tienen algunos supermercados que colocan una especie de arnés» para que el perro esté atado y espere. Otra opción propuesta recientemente por la entidad Gent i Gossos de Reus es que los comerciantes coloquen en su puerta una pegatina que ponga «Aquí sí», para que los propietarios sepan si pueden acceder con sus mascotas sin necesidad de entrar a preguntar.

Según la página web Sr. Perro, que se dedica a encontrar alojamientos y establecimientos que permitan perros, en Tarragona hay como mínimo dos sitios que dejan entrar a estas mascotas: el bar La Pepita y el bar Nu-a. Por lo que hace los hoteles, la lista de otro portal dedicado a las mascotas indica que hay 19 en la ciudad, repartidos entre las proximidades de la Imperial Tarraco, la Via Augusta y alguno ya más ubicado en las afueras.

Tampoco en la playa

Si estas vacaciones se realizan en época de verano, al quebradero de cabeza se le añade la playa. Según el artículo 138 de la Ordenanza General de Convivencia Ciudadana y el Uso de los Espacios Públicos de Tarragona, los propietarios pueden llevar sus animales de compañía a las playas del municipio entre el 16 de octubre y el 31 de marzo, respetando siempre la convivencia y la higiene. En cambio, entre el 1 de abril y el 15 de octubre está prohibida su presencia en la playa, a excepción de perros lazarillo.

Hay algunos municipios costeros que se han apuntado al turismo pet-friendly y aceptan visitantes caninos en sus playas a cualquier hora del día, para regocijo de sus dueños. Actualmente las únicas playas de la Costa Daurada donde se permite el paso de animales son la playa del Trabucador, en la Ràpita; la Cala Bon Caponet y la Cala Cementiri, en La Ametlla de Mar, y la playa Eucaliptus, en Amposta; todas situadas en Terres de l’Ebre.

Incivismo

A pesar de las críticas de algunos dueños de perros sobre la escasez de pipicanes, espacios donde los perros pueden andar sueltos, la concejal de Espais Públics del Ayuntamiento de Tarragona, Ivana Martínez, defiende que no hay pocos. Dice que se tiene que entender que Tarragona tiene un tamaño y una ordenación territorial y no se pueden colocar pipicanes según dónde. «Quizás hay ciudades que tienen más, pero también hay algunas que tienen menos».

Otro aspecto criticado es el estado de estos espacios. Un par de veces a la semana la brigada de limpieza comprueba que está todo limpio y en condiciones. «Pueden estar sucios, pero también importa la implicación de los dueños. Las defecaciones de dentro se tienen que recoger, pero aún hay gente que no lo hace», explica Ivana Martínez.

Admite que el pipicán del Camp de Mart «cada dos por tres está cerrado porque hay mucho incivismo. A veces lo rompen y cuesta dinero arreglarlo». Según cuenta, por Santa Tecla alguien rompió las cercas, «hemos llegado a pensar que hay alguien que no lo quiere o que la gente que se reúne allí para beber o hacer botellón lo rompe», dice.

De hecho, el Camp de Mart es uno de los parques que no tiene dispensadores de bolsas. Según la concejal, ya se iba con la idea de no ponerlos desde el principio. «Creemos que el dueño del perro también tiene que llevar bolsas porque el animal puede hacer sus necesidades de camino al parque. Además, nos las roban», cuenta Ivana Martínez.

Aunque haya incivismo por parte de la gente, la edil cuenta que las personas que utilizan los pipicanes están muy concienciadas, pero que aún queda mucho trabajo por hacer.

Una de las iniciativas para concienciar a la gente y reducir el incivismo en la ciudad son las multas. «He hablado con los dueños de perros y se quejan de que hay muchas, pero otros piensan que aún son pocas».

La concejal de Espais Públics, Ivana Martínez, confiesa que desde el Ayuntamiento la intención es ir aumentando los pipicanes anualmente, pero que todo genera un gasto económico. «Es un tema muy delicado» de convivencia entre dueños de perros y los que no les gustan estos animales. «A veces cuesta que la ciudad se adapte a los perros o que los perros se adapten a la ciudad», concluye.

En definitiva, Tarragona tiene mucho trabajo por hacer para ser bautizada como una ciudad dog-friendly. Si lo pretende, tiene que ser más consciente de las necesidades no sólo de las mascotas, sino también de sus dueños.

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