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    Un 58% de los mayores de 80 años sufre aislamiento social

    Una encuesta realizada en la Part Baixa refleja que muchos no cuentan con una red de apoyo. Para combatir la soledad no deseada se pondrá en marcha un servicio de comedor donde poder socializar

    11 mayo 2022 20:44 | Actualizado a 11 mayo 2022 20:44
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    «Nos encontramos con sentimientos de soledad muy grande entre los mayores que nos abrieron la puerta de sus casas. La encuesta que teníamos podía hacerse en unos 20 o 25 minutos, pero en realidad la conversación terminaba durando una hora o más. Notabas una gran necesidad de hablar, y eso que no me conocían de nada... Después recibimos muchas llamadas de gente pidiendo que regresáramos a sus casas», cuenta Esther Torres.

    Torres, trabajadora social, fue la encargada de encuestar el año pasado a 317 mayores de 80 años de la Part Baixa. El estudio, realizado por Creu Roja en coordinación con el Institut Municipal de Serveis Socials, IMSST, buscaba medir el grado de soledad no deseado y aislamiento social de los mayores de esta zona especialmente envejecida; aunque la intención es replicarlo en el resto de la ciudad.

    El principal resultado del estudio fue que el 58% de los encuestados sufre aislamiento social. Además, dentro de ese grupo, un 7% sufre aislamiento social extremo.

    María Jesús Costa, técnica del IMSST, explica que para medir objetivamente el grado de aislamiento social se recurrió a la escala de Lubben, validada internacionalmente. Dicha escala consta de seis preguntas del estilo: ¿A cuántos familiares siente usted lo suficientemente cercanos como para llamarles en caso de necesitar ayuda? o ¿Con cuántos amigos tiene usted contacto personal o telefónico al menos una vez por mes?

    La escala es de 30 puntos; quienes puntúan entre 12 y 30 se consideran integrados, y quienes están por debajo de 12 se consideran en situación de aislamiento.

    Esta parte de la encuesta también sirvió para mostrar que el aislamiento afecta más a las mujeres (60% de las encuestadas) que a los hombres (54%).

    Advierte la técnica que no se trata de un tema menor. El estudio reseña que «se han encontrado asociaciones claras entre las redes apoyo social y la salud física y mental. Por ejemplo las puntuaciones bajas en la escala de Lubben se han correlacionado con mortalidad, hospitalización por todas las causas y depresión».

    Necesidades de ayuda

    Pero, tal como explica la técnica, la soledad no deseada es un sentimiento subjetivo (aunque igualmente real) que tiene que ver con las relaciones que la persona tiene y las que querría tener.

    En la encuesta se preguntó también sobre el bienestar emocional y la salud, en especial a las 23 personas que estaban en aislamiento social extremo. El estudio encontró que, pese al aislamiento que padecen, su percepción no es del todo negativa. De este grupo solo dos dijeron no sentirse acompañadas nunca, y 18 tienen con quien hablar a diario «siempre» o «frecuentemente».

    También se preguntó por la necesidad de recibir ayuda para actividades de la vida diaria, como hacer la compra, cocinar, limpiar o para la higiene personal. «Un gran número de personas contestaron que necesitan ayuda, pero la buena noticia es que la mayoría ya la tienen», dice. Solo el 3,15% decía necesitarla y no tenerla.

    Los datos se cruzaron, además, con los de usuarios de Serveis Socials y el resultado fue que más de la mitad de las personas en situación de aislamiento ya estaban identificadas.

    La concejal de Serveis Socials, Inés Solé, fue la encargada de presentar los datos y señaló que el estudio ha servido para «conocer la realidad, identificar los problemas y dar soluciones» y aseguró que la intención es replicarlo en el resto de la ciudad.

    El valor de comer en compañía

    Justamente para dar respuesta a las necesidades detectadas en el estudio el Ayuntamiento, gracias a la colaboración de la fundación Formació i Treball, decidió poner en marcha el proyecto piloto ‘Dinar en Companyia’ en las Llars Munipals de Gent Gran del centro (Carrer Adrià) y el de Sant Salvador.

    Célia López, técnica de Gent Gran municipal, explica que se trata de poner en marcha comedores a los que las personas mayores pueden acudir y establecer relación con otras personas de su edad.

    Aunque el menú será equilibrado y supervisado por un nutricionista, la principal función es ser un espacio de encuentro. El lugar elegido, además, son las llars porque así se fomenta que quienes asistan puedan quedarse después a participar de las actividades que organizan tanto las propias Llars como el programa de Gent Gran activa o simplemente, a ver la televisión.

    El servicio se pondrá en marcha de junio a septiembre y la previsión es que se pongan a disposición una veintena de plazas en cada llar. Está destinado a personas mayores de 65 años que sean autónomas y los interesados podrán apuntarse tanto presencialmente en las oficinas de la OMAC como de manera telemática.

    El precio de cada comida es de 4,50 euros. «No queríamos que el dinero fuera un impedimento», señala López. Y los usuarios podrán decidir si van uno o más días a la semana. La comida se servirá entre las 13 y las 15 horas. El programa ya tuvo un antecedente en el programa ‘Àpats en companyia’, que se puso en marcha en 2019 en la llar de La Granja, pero que debió interrumpirse debido a la pandemia.

    La encargada del servicio es la fundación Formació i Treball, que asume la contratación del personal necesario siempre en colaboración con los voluntarios de cada Llar.

    Justamente la concejal de Gent Gran, María José López, elogió el trabajo tanto de Creu Roja como de Formació i Treball y de los voluntarios y defendió la colaboración entre las entidades y la administración.

    Las cicatrices de la pandemia

    María Ángeles Marín, presidenta de la Llar de Jubiltas de Sant Salvador, es una de esas voluntarias comprometidas y asegura que proyectos como el de ‘Dinars en companyia’ «hacen mucha falta».

    Ha sido testigo de cómo la pandemia ha agudizado el aislamiento de las personas mayores. «Quienes vienen ahora a la Llar no llegan al 20% de los que venían antes», asegura.

    Cree que, pese a la vacunación y cierta vuelta a la normalidad, los mayores siguen sintiendo miedo de relacionarse y eso está lastrando profundamente su vida social, «esto nos impide vernos como antes», resume.

    La propia Marín es viuda desde hace nueve años y aunque tiene contacto constante con su hijo y sus nietos, vive sola. Para ella las diferentes actividades de voluntariado que realiza en el barrio (durante el confinamiento no paró de confeccionar mascarillas) han sido claves para su salud emocional. «Siempre digo que estar como estoy se lo debo al contacto con el barrio y, en especial a la Llar de Jubilats».

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