Un tarraconense, en estado de shock después de salvar la vida en los atentados de Bruselas
Es Joan Martí, hijo del exrector de la URV. Iba a tomar un vuelo de regreso cuando las bombas estallaron a escasos metros de él. Sólo sufrió una contusión.

El secretario de Estado de EEUU, John Kerry, guarda ayer un minuto de silencio en el aeropuerto belga de Zaventem.
Se halla en estado de shock y aún no se encuentra preparado para explicar al detalle la escalofriante experiencia que ha vivido. Pero el tarraconense Joan Martí Piqué sí ha desvelado a sus padres retazos de sus sentimientos, que oscilan entre la incredulidad y el alivio por haber tenido la inmensa suerte de salir ileso del brutal atentado del pasado martes en el aeropuerto de Bruselas-Zaventem. Su ‘milagrosa’ salvación se conoció anteayer jueves.
Joan, de 46 años, acababa de hacer el check in para tomar un vuelo de Bruselas a Barcelona, donde le esperaban sus padres para traerlo a Tarragona. Su padre es Joan Martí, quien fuera el primer rector de la Universitat Rovira i Virgili. Joan aún no había facturado las maletas cuando estallaron muy cerca suyo las dos bombas que acabaron con la vida de 14 personas y provocaron heridas a un centenar más.
‘Diles que estoy bien’
Al desconcierto, el pánico, la incomprensión iniciales, sucedió de inmediato la preocupación por sus padres –«siempre ha sido muy sufridor por nosotros», explica Joan padre– y llamó a su hermano Jordi: «Dile a los papás que estoy bien». Apenas diez minutos después de la llamada, las comunicaciones vía móvil se cortaron. Los otros afectados tuvieron que informar a sus familias a través del whatsapp.
Jordi no tardó ni un minuto en transmitir el mensaje a sus padres. Joan padre aún no se había enterado del atentado ni los medios habían informado de su verdadera magnitud. Una hora después se produjo el segundo atentado en el metro. 17 muertos más.
El exrector de la URV recordaba ayer que «fue la peor mañana de nuestras vidas. Sabíamos que Joan estaba vivo pero no si tenía alguna herida. Le había dicho a su hermano que estaba bien, pero no estábamos seguros de si lo decía de verdad o para que no nos preocupáramos. Hasta mediodía, cuando llegó a su casa, no volvió a llamar. Entonces supimos que sólo había sufrido una contusión en una pierna».
La contusión era una leve herida que ni requirió atención médica. Pero los estragos de aquella explosión, Joan hijo los lleva en el cerebro y en el alma. Ayer declinó hablar con el Diari, pero su padre sí accedió a contar cómo se encuentra su hijo: «Está en estado de shock. Se encuentra muy fatigado físicamente pero sobre todo mental y emocionalmente. Quiere esperar algunos días para hablar con alguien. Ahora está descansando».
Lo que sí han podido ‘arrancarle’ a Joan sus padres es una fugaz confesión: «He vuelto a nacer. No lo olvidaré nunca. Parece que la explosión haya sido un mal sueño, algo irreal. Da la sensación de que no lo he vivido en verdad. No parece posible».Pero sí lo vivió. Y, por fortuna, puede contarlo.
Joan reside en Bruselas porque es funcionario de la Unión Europea. Ejerce como diplomático. Ahora tiene unos días de vacaciones. Regresará el miércoles, aunque en un primer momento se planteó quedarse más días.
Anteayer volvió a Tarragona desde Bruselas en coche. Aunque el aeropuerto donde se produjo el atentado permanece cerrado, podía haber tomado un vuelo desde París. Pero Joan hijo «no quiere saber nada de aeropuertos», explica su padre. De ahí que decidiese regresar en automóvil. Son más de 1.400 kilómetros, que contribuyen a su agotamiento.
El jueves Joan llegó a mediodía. Justo cuando el periodista mantenía una primera conversación con su padre. Por el teléfono se podían oir los gritos de alegría de su madre cuando Joan entró en casa. La noche del jueves hubo cena especial. Y este fin de semana habrá cariño y paciencia. Necesita tiempo para recuperarse del shock, aunque su experiencia le puede ayudar. Como diplomático de la UE ya ha tenido que enfrentarse a retos complicados.
Durante los momentos más tensos de la Primavera Árabe en Túnez (la revuelta popular que acabó con el gobierno de Ben Alí), Joan permaneció a pie del cañón. «Como no está casado, se quedó a vivir en la embajada mientras a los diplomáticos con familia los evacuaban», recuerda con orgullo su padre, que asegura que, pese a que su hijo ha sufrido en sus propias carnes el zarpazo terrorista, no siente odio por los que pretendían convertirle en una víctima más de su fanatismo.