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    11-M, el inicio del fin de los consensos básicos

    10 marzo 2024 20:34 | Actualizado a 11 marzo 2024 14:00
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    Hoy se cumplen veinte años de los atentados del 11-M, los más graves en la historia de España, con 193 víctimas mortales –una de ellas falleció después de pasar varios años en coma– y centenares de heridos. Con un país en estado de shock por la brutalidad de los terroristas, que asesinaron a estudiantes y trabajadores que se desplazaban en trenes de Cercanías a sus lugares de estudio y de trabajo, el papel del Gobierno contribuyó aún más, si cabe, a la tristeza y la convirtió en indignación.

    La desastrosa gestión informativa tras aquella masacre dejó profundas heridas en la convivencia y acarreó la construcción de toda una delirante teoría de la conspiración que arraigó en un sector muy extremista de la derecha. El Gobierno de Aznar alentó la tesis de la autoría de ETA frente al yihadismo a pesar de que los indicios apuntaban en sentido contrario.

    Ni Aznar ni ninguno de sus estrechos colaboradores han rectificado ni han pedido aún disculpas por aquel ejercicio de opacidad

    Mintió para evitar que la ciudadanía pensara que los atentados eran una consecuencia de la participación española en la guerra de Irak. Las concentraciones ante las sedes del PP aquella jornada de reflexión encendieron todas las luces de alarma en Génova y en muchos dirigentes del partido. Los resultados electorales confirmaron la quiebra. Una sombra de deslegitimación se apoderó después de la estrategia de oposición al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, al que se acusó repetidas veces de haber llegado al poder por los atentados del 11-M cuando la realidad era que, más que por el hecho terrorista y el espanto que provocó, la espiral venía marcada por el trauma por el empleo de la mentira.

    De aquellos polvos, estos lodos. La quiebra de algunos de los consensos básicos entre el PP y el PSOE comenzó a labrarse en aquella época y el espíritu de concordia de la Transición saltaba por los aires. Fue un punto de inflexión y seguimos pagando la factura de los puentes rotos.

    Ni Aznar ni ninguno de sus estrechos colaboradores han rectificado un ápice ni han pedido aún disculpas por aquel ejercicio de opacidad y partidismo.

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