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    Violencia vicaria: claves para detenerla a tiempo

    No es normal lo que está sucediendo. En Catalunya han sido asesinados 5 menores en lo que va de año por este tipo de violencia vicaria. En España son siete los casos. Y lo peor es que ya nos estamos acostumbrando

    14 abril 2024 20:05 | Actualizado a 15 abril 2024 07:00
    Jordi Julià
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    Son las siete de la mañana de este pasado jueves once de abril. Suena el teléfono en Madrid, me despiertan con un buenos días con tono apesadumbrado. «Tienes que irte ya mismo a El Prat de Llobregat, un padre ha matado esta noche a su mujer y a sus dos hijos y luego se ha suicidado arrojándose a las vías del tren. Te vas en AVE para allá en una hora». Primero llega el shock, después la incredulidad. Voy corriendo a la ducha y no me doy ni cuenta y llego unas horas después al lugar de los hechos, en la calle Agramunt 12 de esta ciudad.

    La calle era un hervidero entre decenas de vecinos aún incrédulos, y muchos más periodistas y cámaras de televisión. Ese punto se convirtió durante todo el día en un gran plató. Por la tarde se convocó un conmovedor minuto de silencio mientras el ayuntamiento recalcaba que se habían activado todos los protocolos. Nadie veía venir esto, no había denuncias previas. Y los vecinos, aunque decían que el asesino nunca saludaba y era introvertido y antisocial, tampoco se esperaban este drama.

    Pero el día siguiente, este pasado viernes, pasó algo inesperado. Carlos, hermano de la mujer asesinada junto a sus hijos gemelos fue al escenario del crimen a recoger al gato de la familia. Estaba reticente pero pude hablar con él unos minutos. Me contó que esta tragedia «se podía haber evitado, mi cuñado estaba pasando una crisis psiquiátrica profunda. Tuvo un intento de suicidio unos meses antes». Con un semblante inquietantemente sereno, sin atisbo de rabia contra el asesino, prosigue contándome su opinión. «En este caso pienso que las personas que van a cometer un suicidio o van a matar a su mujer e hijos, realmente no quieren matar a sus hijos. Tiene una crisis de personalidad profunda y tiene que alejarse de su familia, es necesario darles un tratamiento si es necesario en un hospital. Una persona así tiene que ser separada del núcleo familiar, atenderlos en un hospital y cuando se sepa que no va a cometer cosas como esta, devolverlos a la sociedad», detalla el hermano. Mi conversación con él acaba con estas frases que pueden abrir un interesante debate: «Nos estamos equivocando en la lucha de violencia de género, hay que ser conscientes de que las enfermedades mentales tienen que ser tratadas de manera diferente».

    Recuerdo que estas últimas palabras causaron gran impresión a los tertulianos de mi programa y seguidamente hubo un acalorado rifirrafe. Y es que, según mi opinión, tal vez las instituciones tendrían que plantearse nuevas medidas para evitar estos asesinatos. Por ejemplo, detectar entre las personas que padecen depresiones profundas o trastornos de personalidad si deben contar con un nuevo programa de seguimiento y protección de los familiares. El gobierno debería tener un plan específico para ello. O un canal privado para que las personas que conviven con un enfermo de estas caracteristicas puedan avisar discretamente a los Mossos o la Policía de cualquier detalle que pueda acabar en situaciones de riesgo. Aquí también entrarían los trámites de custodia compartida, que recordemos, si la pareja vive en una guerra constante puede perjudicar a los hijos. Si es necesario se deben actualizar los protocolos y hacer un rastreo exhaustivo de los casos que pueden desembocar en estas situaciones y aquí entraría el trabajo del Servei Català de la Salut, entre otros, que son los que tienen los informes para que detecten antes de tiempo los perfiles más peligrosos o que puedan tener unos riesgos más elevados de violencia.

    Lo que está claro es que hay que hacer algo ya. No es normal lo que está sucediendo. En Catalunya han sido asesinados 5 menores en lo que va de año por este tipo de violencia vicaria. En España son siete los casos. Y lo peor es que ya nos estamos acostumbrando y esto no puede ser porque es muy doloroso como sociedad. Son seres indefensos de edades entre los tres y los ocho años. No queremos más tragedias, hay que ponerse las pilas ya. Y esto sí que es urgente, hay vidas en peligro.

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