Estatua para recuperar el fascismo en Tarragona

Mussolini regaló a Tarragona una reproducción de Augusto para recuperar las relaciones con España, neutralizar la República y restablecer su ideario político exaltando el pasado común de la Roma Imperial

19 mayo 2017 18:04 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:16
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El Passeig Arqueològic es una puerta del tiempo. Un viaje al pasado de Tarraco y su importancia como capital provincial del Imperio. Precisamente, este título lo concedió en el año 27 antes de Cristo (aC) el emperador Augusto, que residió en la metrópoli entre los años 24 y 23 aC «dirigiendo las guerras del noroeste peninsular que, una vez pacificado, el emperador incorporó a la Tarraconense», explica Lluís Balart, director del Museu d’Història de Tarragona.

El emperador sigue hoy en día inmortal en el Passeig Arqueològic. Una estatua de bronce regalo de la Italia de Mussolini preside un tramo de este viaje glorioso. Pero la estatua en sí tiene su propia historia y aunque 80 años después es un atrezzo para el conjunto arqueológico, su llegada, colocación merece un recordatorio aparte.

El fascismo y la República

El gobierno italiano, presidido por Benito Mussolini, regaló a la ciudad en 1934 esta impresionante répicla de la estatua de Augusto, que actualmente está en los Museos del Vaticano, pero que en aquel año presidía la Prima Porta –puerta principal– de Roma. «Es una réplica en bronce patinado del original de mármol, con una altura de 210 centímetros», señala Balart, que escribió sobre ella con motivo del bimilenario de la muerte del emperador y que ha sido publicada este año en la prestigiosa revista científica Civiltà Romana.

La copia para Tarragona se realizó en la Fonderia (fundición) Chiurazzi, en Roma, y fue colocada en un pedestal monolítico de piedra con la siguiente inscripción: «El Gobierno de Italia dio en homenaje esta estatua del Emperador Augusto, César, a la noble ciudad de los Tarraconenses, con el fin de sellar en la benevolencia de sus ciudadanos el aprecio del ilustre caudillo y la fama de nombre romano que unos y otros compartieron, siendo Rafael Guariglia Embajador del rey de Italia en la República española, en MCMXXXIV».

El contexto político

Mientras Benito Mussolini consolidaba su poder en Italia, donde accedió en 1922, en España durante estos años se pasó de la dictadura de Primo de Rivera a la Segunda República Española, en 1931. «Para los fascistas, una república democrática parlamentaria era considerada un sistema político anacrónico, opuesto al curso histórico», argumenta el historiador.

El embajador italiano Raffaele Guariglia fue nombrado en 1932 «con instrucciones de mejorar las relaciones con el gobierno de Madrid para neutralizar la creciente influencia de Francia y entrar en contacto con los opositores a la República», señala en historiador. El objetivo era buscar una corriente social que pudiera devolver el fascismo de Primo de Rivera y restablecer la conexión hispanoitaliana, deteriorada desde hacía algunos años.

«El acercamiento de los españoles al régimen italiano debía hacerse a través de la actividad cultural y la huella del Imperio Romano era una buena estrategia para recabar apoyos y confianza al régimen de Mussolini», apunta Lluís Balart.

En 1934, en una visita oficial del embajador a Barcelona, el diplomático se desvió a Tarragona para anunciar el ofrecimiento «de la copia de Augusto de la Prima Porta», apunta Balart.

El ofrecimiento venía precedido de una argumentación política que el embajador había hecho llegar al Ministerio de Asuntos Exteriores italiano donde explicaba la oportunidad que se presentaba para aplicar «la política de penetración cultural que se había diseñado en la legación italiana», explica el historiador.

Del ‘Verdi’ al almacén

Pere Lloret, alcalde de Tarragona en 1934 presidió la llegada de la estatua desde Roma. Fue transportada por el barco Verdi, aunque el regalo debía llegar unos días antes a bordo del vapor Alicantino. Una vez aquí se abrió el debate para su ubicación. El Passeig Arqueològic ganó la batalla a la entrada a la ciudad (actualmente estaría en la zona de la Plaça Europa) y cuando sólo quedaba colocarla con su pedestal, Lluís Companys, presidente de la Generalitat proclamó la República Catalana el 6 de octubre.

El acto insurreccional contra Madrid activó al Ejército, que encarceló a los separatistas y cambió las alcaldías y la autonomía por comisiones gestoras, recuerda Balart. Las convulsiones políticas provocaron que la estatua no se colocara en el paseo y quedara guardada en un almacén en la Torre de Minerva, apunta el historiador.

Fue en 1936, el 8 de abril, cuando se instaló la estatua de Augusto sin festejos. Diari de Tarragona publicaba esos días los actos para la celebración del quinto aniversario de la República. «Si la intención era incluir la inauguración de la estatua en el programa, el gobierno italiano lo desaconsejo», señala el historiador. De hecho, estuvo poco tiempo en el Passeig Arqueológic. El inicio de la Guerra Civil y los bombardeos de la Aviazione Legionaria delle Baleari, en mayo del 1937, propiciaron que el regalo fuera de nuevo guardado.

La inauguración oficial

Fue el 11 de julio de 1939 cuando el ministro de Gobernación Ramón Serrano Suñer y el ministro de Asuntos Exteriores italiano, Galeazzo Ciano, se desplazaban a Tarragona «para exaltar la presencia de la Roma antigua en Hispania», subraya el historiador. El acto culminante de patriotismo sería la inauguración oficial de la estatua, que pocos días antes había sido repuesta.

Desde entonces, la estatua ha presidido este tramo del paseo y sólo ha requerido mantenimiento. Sólo una pequeña grieta en un talón es lo que se vigila atentamente para evitar que vaya a más. Para Balart, «a la estatua quizá debería replantearse su ubicación. En mi opinión haría una copia para el paseo y dejaría la original dentro de un museo para que su conservación fuera todavía mejor».

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