«Pensaba que esto era de Altafulla, y no de Tarragona»

Una simple señalización indica el final del término municipal de Altafulla por la línea de costa antes de pasar al de Tarragona. Un cartel que, ahora, parece más reivindicativo que nunca ante la polémica protagonizada por ambos ayuntamientos, que reivindican la propiedad de los terrenos que tienen en medio. Es como decir «aquí se acaba Altafulla; sepa usted, transeúnte, que pasa a terreno ajeno».

«Pues mira que paso habitualmente por aquí y no había visto el cartel, pensaba que todo esto era de Altafulla, y no de Tarragona», decía Marta Vallverdú, vecina de la localidad del Baix Gaià, que se mostraba sorprendida ante el descubrimiento.

A pesar del mal tiempo de este domingo al mediodía siempre es un momento idóneo para salir por el Passeig Marítim y seguir dirección Tamarit. Aunque muchos paseantes no sean conscientes, esto conlleva atravesar una frontera que, en realidad, es más administrativa que humana y que hace llegar el término de Tarragona hasta las inmediaciones del Club Marítim Altafulla. Se trata de unos 500 metros de playa y 70 hectáreas que Altafulla reclama a la capital ya que asegura que presta algunos servicios.

«Me parece lógico que Altafulla reclame este espacio por proximidad al pueblo», manifestaba la altafullense. «Si Tarragona se hiciera cargo de los servicios entendería que se opusiera a ceder el territorio, pero si no lo hace es tener mucho morro», resolvía.

Opiniones parecidas se escuchaban ayer tanto de vecinos de la localidad como de visitantes habituales. María Bueno, arraigada en Altafulla desde hace años, valoraba: «Es extraño que el límite territorial esté aquí, entiendo la reclamación y al final a Tarragona no le viene de un trozo, entiendo que es más por los negocios de arriba». Una problemática que se debería zanjar con la cesión de las 70 hectáreas a Altafulla «sin ninguna contrapartida, porque no sé qué podemos aportar, tendría que ser algo de buena voluntad», afirmaba Bueno.

Una situación que los paseantes definen como un «desequilibrio complicado».

Elisa Gas, vecina de Tarragona, paseaba ayer por la playa con una amiga y tampoco sabían que acababan de traspasar la frontera: «Suerte del cartel», ironizaba Gas. «Se tienen que poner de acuerdo los dos ayuntamientos, la petición de Altafulla es lógica pero quizá tendrían que recibir algo a cambio», afirmaba la tarraconense. Ante la posibilidad de integrar todo el término municipal de Altafulla al de Tarragona, tal como propuso el alcalde tarraconense Rubén Viñuales si los del Baix Gaià querían «compartir servicios», Elisa Gas se mostraba sorprendida: »Esto ya es abusar».

El de la gestión de los servicios como la seguridad, el agua o la recogida de la basura parece ser el argumento base de los vecinos. La estación de tren Altafulla-Tamarit, sin ir más lejos, se encuentra en terrenos tarraconenses. Jorge Bueno y su hijo, veraneantes en la localidad que aprovechaban el domingo, discrepaban en esto: «No creo que el Ajuntament de Altafulla tenga tanto trabajo, esto solo son campos, al final es un modo de decir que hacen algo, así que entiendo a Tarragona con lo que es de su propiedad». Su hijo, en cambio, opinaba lo contrario: «Si es Altafulla quién hace la gestión me parece justo que sea parte del pueblo, no entiendo la posición del Ajuntament de Tarragona, que es de no querer cambiar las cosas cuando les van bien», aseguraba.

Sea como sea, una disputa territorial administrativa que se arrastra de hace décadas y que sigue a la espera de si hace falta cambiar el cartel de sitio o no.