Desde el jueves, dos compañeros, y amigos, Alex Saldaña y Javi Díaz, ya no están en el Diari. La plumilla de hoy de Antoni Coll y el Voraviu de Josep Ramon Correal elogian a ambos. Añadir más adjetivos sobre su valía profesional y humana sería reiterativo. Solo comentar que les echaré de menos. Mucho.
Pero la vida sigue. O pasa. Como la gloria en política. El expresident de la Generalitat Pere Aragonès ya ha renunciado y su ‘jefe’, Oriol Junqueras, también, aunque más que una marcha es una solicitud de cariño, de que las bases de ERC le pidan que continúe. Algo así como el periodo de reflexión de Sánchez, tras el que decidió seguir al frente del Gobierno porque, al parecer, ni el PSOE ni España pueden vivir sin Pedro. Tanta generosidad debería emocionarnos. Vamos, todos juntos: «¡Pedro!, ¡Pedro!», «¡Oriol! ¡Oriol!».
Pude contemplar a Junqueras ‘en vivo y en directo’ el 14 de febrero de 2019 en Madrid, durante el tercer día del juicio contra los líderes del referéndum del 1-0 de 2017. El que suscribe se había pasado toda la noche en vela a las puertas del Tribunal Supremo para poder acceder como público a la sala de vistas ya que los puestos reservados a la prensa estaban copados.
Hasta tres patrullas de policía me preguntaron qué hacía en pie a esas horas. A todos les repetía: «Quiero ver cómo juzgan a Junqueras (remarcando la J de la forma más hispánica posible»). Nada de pronunciar la j como y, que la cosa estaba muy calentita en el Tribunal patrio por excelencia. Con la poli y sus señorías no se juega.
En el juicio, y a preguntas de su abogado, Junqueras aseguró, quizá por el día que era (San Valentín, patrón de los enamorados), que «amo a España». Dejó a los jueces con la boca abierta. Oriol en estado puro.
