La historia es la historia. Y las inclemencias meteorológicas son irremediables. La mejor prueba de ello fue lo ocurrido en la tarde-noche de ayer en Salou. Una fuerte tormenta caída sobre la capital de la Costa Daurada tuvo en jaque durante casi dos horas a las huestes del Rey Jaume en su partida hacia la conquista de Mallorca y, de paso, también al Ayuntamiento. A las 20.45, el pregonero real anunciaba la suspensión definitiva en el día de ayer del desfile. Desilusión y pena tras le emoción de muchos para vivir una fiesta que llevaban esperando desde hace tres años.
El propio alcalde, Pere Granados, ya anunciaba anoche que se buscará fecha para poder celebrar el desfile en breve y la forma en que se llevará a cabo. Anoche, hacia las 21 horas dejaba de llover con fuerza pero las calles por donde debía discurrir la comitiva estaban inundadas e impracticables. Era un alto riesgo para caballos, animales y personas el transitar hasta a playa de Llevant donde estaba previsto que acabara desembocando el séquito.
Y es que ante los designios del cielo, no se puede hacer frente. La prueba de ello es que durante dos horas la lluvia cayó con gran fuerza sobre Salou. «La próxima vez habrá que contratar a un meteorólogo», sugería un miembro de la plebe a algunos componentes de la nobleza. «Es una señal del cielo», exclamaba otro entre risas pero también decepcionado por la gran ilusión que habían puesto en este acto.
Una fuerte tormenta eléctrica y abundante agua hicieron que la salida desde el Teatre Auditori hacia la Torre Vella ya se convirtiera en un calvario. Los jóvenes del Ball de Bastons tenían que resguardarse ante la orden de Carme, su responsable. Mientras, muchos espectadores seguían inquietos la incertidumbre de lo que podía pasar. Es sí, atechados tomándose una cerveza fresca en una terraza. «Peor lo pasaron hace 793 años», decía Miguel, haciendo referencia a la partida en 1229 de las tropas del Rey Jaume hacia tierra mallorquinas.
Continuaba arreciando la lluvia y la Torre Vella (lugar de donde debía partir oficialmente la comitiva) se convirtió en el lugar de encuentro y donde guarecerse ante el chaparrón que estaba cayendo. Empezaron a llega nobles y plebe, fundiéndose en un multitudinario séquito. Y sin paraguas. Que por aquella época aún no se empleaban. Fueron llegando los grupos de animación, el Ball de Pastorets, el Ball de Bastons, el Ball d’Espases, el Ball de Nobles, el grupo de música Va de Vent o el Granjer de les Oques. Fue el que levantó pasiones y admiración entre grandes y pequeños con sus 40 ánsares, que se movían sincronizadamente a la orden y señas del granjero.
No fue el único atractivo en la Torre Vella mientras seguía el diluvio universal. ¿Es que no había otro día para que lloviera tanto? Al tiempo, por la puerta se asomaban los soldados del rey. Y, entre ellos, uno era reconocible enseguida. «Hola capitán, mi capitán», saludé a un actor salouense sobradamente conocido. William Miller me respondió enseguida entre risas y a tiempo que saludaba a todos los que le rodeaban: «hoy no soy el capitán. Es esta chica que va con nosotros».
Esperanza hasta el final
Aunque las miradas al cielo eran constantes y los ensayos de los bailes de la nobleza se hacían puertas adentro y fuera cuando la lluvia daba un ligero respiro. La esperanza es lo último que se pierde.
Y las preguntas iban en aumento: ¿sería el Rey Jaume siendo capaz finalmente de frenar aquel aguacero. «Es una guarrada», aseguraban José Ramón y Marta, que salían por primera vez en el desfile. Tenían muchas ganas de pasárselo bien.
«Es una pena. Todos querríamos recuperar esta fiesta tan grande y divertida que tenemos en Salou. Dos años sin ella y sin el Cós Blanc por la Covid son mucho tiempo», explicaba Jose, que lucía equipado con atuendo del vulgo. «No hay nada mejor que ser del pueblo», afirmaba Fina. «Pero es que los nobles también nos lo íbamos a pasar muy bien», apuntaba Trini.
Sea como fuere, lo de ayer resultó un ‘hasta pronto’, no un adiós. Todos quedaron pendientes de conocer la nueva fecha. Está previsto que desde mañana se devuelvan los vestidos. Y eso en un año en que se han rehecho los ropajes para ajustarlos realmente a la época. Pero que no los guarden mucho, la fiesta volverá en breve.