El polémico Hermitage

¿Museo excluyente y mercantilista, o oportunidad que no puede desaprovecharse?

26 junio 2021 22:53 | Actualizado a 28 junio 2021 06:42
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Con la mitad de los museos de Cataluña haciendo malabares para sobrevivir tras el año pandémico, reaparece la polémica por la apertura de un nuevo espacio museístico en la capital catalana. El futuro enclave de la franquicia del museo ruso 'Hermitage' lleva desde 2012 creando un ruido de fondo constante en el panorama cultural y museístico de Barcelona, cuyo último coletazo ha sido el voto del consejo de administración del Puerto de Barcelona a favor de la concesión del solar de la nueva bocana del puerto, desatendiendo la petición de aplazamiento del Ayuntamiento de Barcelona, y dando vía libre a los inversores privados para tirar el proyecto adelante. Pero la aprobación de un convenio entre la institución portuaria y el Ayuntamiento de Barcelona, está condicionada a que en un plazo de dos meses se presente un proyecto conjunto entre el Hermitage y el Gran Teatro del Liceu.

El Ayuntamiento pide que el proyecto cultural venga acompañado de un riguroso estudio de viabilidad cultural, que tenga un fuerte componente local, enraizado en el territorio, que cumpla con el plan urbanístico y que sea, a su vez, sostenible desde el punto de vista de movilidad en un barrio que ya sufrió el impacto de las remodelaciones olímpicas del Moll de la Fusta, el Maremagnum o más recientemente la construcción del Hotel W, que burló impunemente la ley de costas.

Pero el museo, como así también la ampliación del Aeropuerto del Prat o la ampliación del muelle de cruceros, produce un fuerte rechazo entre los profesionales de la cultura y algunas entidades vecinales, por lo que significa para un barrio masificado y una ciudad saturada de turismo como Barcelona. Según el plan de Modificación de la Nueva Bocana del puerto, 16.000 metros cuadrados de superficie estarían destinados a uso cultural. En 2018, los responsables del futuro museo contrataron al arquitecto japonés Toyo Ito, que ya había trabajado en Barcelona con la ampliación del recinto de Fira Barcelona y en el Hotel Suites Avenue, para diseñar el edificio y convencer a la alcaldesa Ada Colau del impacto positivo de contar con una nueva obra de este renombrado arquitecto en la ciudad.

Pero los recelos no dejan de aflorar, no solo por parte de la administración municipal, sino dentro de los profesionales culturales que ven cómo desde la anterior crisis del 2012 numerosos equipamientos culturales de Barcelona sufren falta de inversión pública y recortes presupuestarios, por no hablar de la precaria situación de los trabajadores de museos que padecen contratos abusivos y retrasos en los pagos, siendo cada vez más habituales las huelgas y protestas. El Hermitage, sin embargo, desembarcaría en Barcelona, según datos publicados en 'El Salto Diario', siendo impulsado por la empresa Museo Barcelona Hermitage SL., que forma parte del fondo de inversión suizo Varia Europe Properties, del empresario Jaume Sabater, con un 80% de las acciones, y Barcelona Cultura Development, del empresario Ujo Pallarés, quien estableció un acuerdo con el museo ruso por 50 años en el año 2012. Un fondo que controla además la gestión de seis nuevas promociones de viviendas en Barcelona y su entorno metropolitano.

A esto se suma el hecho de que la sucursal del museo ruso tiene precedentes poco tranquilizadores: su sede en Amsterdam, situado en un enorme edificio del siglo XVII, financiado por capital privado, sin ayuda estatal y que se mantiene solo a la venta de entradas, ha lanzado una campaña para recaudar fondos ante el peligro inminente de cierre tras la fuerte pérdida de ingresos. Así mismo, el Guggenheim Hermitage Museum de Las Vegas, echó el cierre en 2008 tras finalizar su relación con el Venetian-Resort-Hotel-Casino y que fue criticado por su falta de línea curatorial, así como el Vilnius Guggenheim Hermitage Museum en Lituania, proyectado por la fallecida arquitecta británico-iraní Zaha Hadid, que debía inaugurarse en la capital de Lituania en 2011, aunque el proyecto se vio sofocado por un escándalo de corrupción relacionado con una investigación sobre financiación ilegal. Por no hablar de los comisarios nacionales e internacionales que dijeron desconocer completamente que sus nombres figuraban en el informe que a finales de 2019 los promotores del museo entregaron a la Autoritat Portuària, donde daban a conocer la primera exposición y los posibles cinco comisarios que avalaban el proyecto.

Mikhaíl Piotrovski, director del museo de Sant Petersburg, y responsable de parte de la implantación de sus filiales por el mundo, deja clara su estrategia al afirmar que se trata de un “sistema muy móvil, flexible, no constante y que puede cambiar de  órbita como los satélites.”

 

Es por ello que la Asociación de Museólogos de Cataluña (AMC) ha levantado la voz en contra del proyecto al no creer que sea el tipo de iniciativa cultural que necesita la ciudad. En una entrevista con ACN, Damià Amorós, vocal de la asociación, duda de que el equipamiento encaje en el ecosistema museístico de la ciudad y critica la opacidad que envuelve el proyecto y la sospechosa participación del Liceu en el mismo.

Años después del “efecto Guggenheim” el Hermitage es recibido como una fórmula de desposesión del espacio público a favor de una mayor mercantilización de la ciudad, que sigue la estela de los anteriores macro eventos, a golpe de los cuales se
ha ido configurando “la marca Barcelona”, una marca dirigida exclusivamente a aumentar beneficios en el ámbito del crecimiento turístico. Eventos como las Exposiciones Universales, las Olimpiadas o el fracasado Fórum de las Culturas modificaron la configuración urbanística, optando por favorecer los “contenedores culturales” donde lo que menos importa es su contenido, planificación o retorno social.

No obstante, algunas entidades y asociaciones vecinales se han manifestado a favor de la ubicación de la nueva filial del Hermitage en el Puerto de Barcelona. La plataforma 'Més Cultura per a Barcelona' reúne entidades como la Cámara de Barcelona, Foment del Treball o el Gremio de Hoteleros, pero también cuenta con 16 asociaciones de vecinos entre ellos los de la misma Barceloneta, Villa Olímpica, Gòtic, Besòs, Front Marítim o el Raval entre otros, así como escuelas, institutos o asociaciones de fiestas. En su manifiesto reivindican la iniciativa como “la última oportunidad” para mantener Barcelona en la cabeza de emplazamientos de macro eventos, congresos y celebraciones de gran formato. Las asociaciones de vecinos ven también la propuesta del nuevo museo como una posibilidad de atraer un turismo cultural y familiar, alejado del turismo incívico y de mayor poder adquisitivo, que pueda permitirse un hotel y no contribuya a la proliferación de pisos turísticos.

Una visión totalmente rechazada por otra de las asociaciones vecinales como L’Òstia, o voces como las del filósofo y ex-director del CCCB Josep Ramoneda o la historiadora y periodista Clàudia Rius que ven en el Hermitage una trampa disfrazada de iniciativa cultural, un proyecto excluyente y especulador que uniformiza y mercantiliza, más si cabe, la ciudad.

El futuro del museo es hoy en día una incógnita, pero el debate sobre qué tipo de ciudad y de instituciones culturales queremos está sobre la mesa.

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