Encuentros
Lena Dunham y la madurez
La creadora de “Girls” regresa a la serialidad con “Sin medida”, una serie en la que se evidencia que el tiempo y la vida han transcurrido

La protagonista de Sin medida: alter ego de Lena Dunham.
No hay duda: guste más o menos, “Girls” fue una revolución. Sin aquella serie de HBO sobre un grupo de amigas de clase media alta en Nueva York, no existirían seguramente series como “Fleabag” o tantas otras. Tampoco hay duda: como “Sexo en Nueva York”, otra ficción con el sello HBO, “Girls” tenía sus puntos flacos, sobre todo en cuanto a discurso de clase y de raza. Sin embargo, negar su impronta e incluso su vocación subversiva especialmente en clave de género sería un error. Aquella serie suponía no solo un retrato de la amistad y los vínculos entre mujeres, sino, sobre todo, una exploración del cuerpo femenino y de su deseo. En el centro, estaba precisamente Dunham, que hacía un ejercicio de autorrepresentación poniéndose ella misma ante la cámara en escenas de sexo. La directora y actriz era plenamente consciente de que su cuerpo no se correspondía con la normatividad y no respondía a los cánones de belleza actuales.
De “Girls”, Dunham salió con mucha fama y algunos problemas de adicción. Ha pasado casi una década desde el final de la serie, y la actriz, que apenas tenía 26 años cuando comenzó “Girls”, había caído en una suerte de ostracismo. Ahora vuelve a la televisión con “Sin medida”, en la que ya no es el centro del relato, o al menos no lo es de manera evidente. La actriz protagonista es Megan Stalter, quien encarna a Jessica, una joven que huye de Nueva York después de que su novio la haya dejado por una influencer, y se muda a Londres, donde intenta atravesar el duelo amoroso mientras graba vídeos dirigidos a la nueva novia de su ex. Stalter, quien había tenido un papel secundario pero deslumbrantemente cómico en la serie “Hacks”, se arrima a Dunham, hasta el punto de que por momentos parece un alter ego de la actriz. Hay, de nuevo, una distancia de clase que resulta evidente, pues su protagonista no parece preocuparse ni por el dinero ni por el trabajo. Ahora bien, hay casi una mirada irónica sobre esto, especialmente cuando Dunham retrata el delirante mundo del audiovisual en el que trabaja la protagonista.
Sin medida, la nueva serie de Lena Dunham en Netflix
La propia Dunham sale en la serie, interpretando a la hermana de la protagonista. Ahora bien, su presencia va más allá de este personaje secundario. Los problemas con las adicciones del novio británico de Jessica, las violencias en el mundo del trabajo del audiovisual… todas estas cuestiones, que atraviesan la serie a lo largo de sus diez episodios, tocan en cierta manera la existencia reciente de Dunham. Es aquí, en las heridas de la creadora y de los personajes, que la serie alcanza su mayor profundidad; y que el tiempo transcurrido entre el final de “Girls” y la realización de “Sin medida” se evidencia, pues no es un tiempo cualquiera, sino el tiempo de la madurez. Dunham ha crecido, y por tanto ha vivido, y por tanto ha sufrido. “Sin medida”, da cuenta de todo eso.
“Sin medida” supone el estimulante regreso de Lena Dunham a la serialidad
De Jessica, figura excéntrica, de vestuarios imposibles, acompañada siempre de una perrita sin pelo, con el comentario políticamente incorrecto siempre en la boca, emana el tono de la serie. Sin embargo, esa excentricidad no evita que por momentos aparezca una suerte de tristeza, de melancolía, incluso de depresión. En uno de los capítulos de la serie, la protagonista recuerda su relación pasada, y sobre todo los desprecios de su expareja. En otro de los capítulos, la chica se encuentra con un cineasta en crisis, dolido por una historia de amor, inseguro de su trabajo, pendiente incluso de cualquier comentario de Letterbox. Esos momentos, en los que la serie toca las flaquezas del ser humano, son los mejores. Siempre hay una tendencia hacia la reconciliación, hacia la reparación, incluso en el tono, cuando al final de cada episodio hay un montaje ágil y una cierta noción de recuperación. Sin embargo, es el poso amargo que ronda buena parte de los capítulos lo que hace de “Sin medida” una serie fascinante, y la prueba de que Dunham ya no crea desde la energía jovial, sino desde las heridas de quien ha crecido.