Doldellops, una pequeña ciudad del Camp de Tarragona, es testigo de una muerte violenta, la del sacerdote Bernat de Cruïlles, en el huerto de la rectoría. Este es el implacable arranque de L’hort de les ànimes (Crims.cat-Editorial Clandestina), última novela negra de Margarida Aritzeta, con la que la autora estrena ciclo: una nueva inspectora y otra editorial. Aritzeta la presenta este miércoles en la Sala de Graus de la URV, a las 18 horas.
¿Tienen algo en común Mirella Blasco y Mina Fuster?
Es un cambio de etapa. Mina Fuster es un personaje amortizado. Además, era inspectora en un lugar de mando. Por tanto, el trabajo de investigación directa y a pie de calle lo hará mejor Mirella Blasco. Por otra parte, también estreno editorial. Me hace mucha ilusión publicar con Crims.cat porque conozco al director de la colección, Álex Martín Escribà, desde que era pequeño y le debía una novela.
¿Nueva serie también?
No aseguro que continuaré. Mi agente ya cometió el error con Mina Fuster de firmar un contrato por cuatro libros y llegó un momento en que la aburrí.
Usted como Conan Doyle, que odiaba a su personaje.
Lo mató y lo tuvo que resucitar. Yo, por si acaso, no la he matado.
¿Bernat merecía morir?
Pobre. Lo matan en la primera página, por tanto no es ningún espoiler. Yo creo que la mayoría de la gente que muere en las novelas criminales no se lo merecía. Pero, por otra parte, también es explicable que lo maten.
¿Cómo ha sido meterse entre sacerdotes?
Bueno, de momento me tienen que llegar las excomuniones. Me meto entre sacerdotes, pero yo diría que de una manera delicada, a pesar de que la novela por momentos es dura y realista, son historias que también se tienen que explicar.
Doldellops...
Es el nombre de una granja medieval del monasterio de Poblet, en el término de Valls. Durante mucho tiempo vivió allí el arquitecto Cèsar Martinell. No quería que esta novela transcurriera en un lugar concreto para que no ocurriera como le pasó a Narcís Oller, que los lectores empiecen a buscar y a identificar personajes. Los topónimos son realistas, pero el resto es ficción.
Hábleme de la mayordoma...
Es una mujer mayor, que vive sola. Quería retratar un horizonte de personas que también son capaces de sentir la sexualidad, de sentir la vida. Quiero decir, no porque se hayan hecho mayores tienen que desaparecer del mundo. Y Úrsula, la mayordoma, es esto.
También recoge una serie de personajes que viven más o menos al margen.
Es una contradicción. Es decir, hay un montón de gente que quiere consumir sustancias y, en cambio, no quiere ver los problemas de las luchas entre bandas, no quiere ver a los traficantes. Vivimos en un mundo complejo y denso. Una sociedad desmontada que cada vez más la vemos por nuestras calles. Barrios absolutamente degradados. Y luego también está el debate, las discusiones entre el capellán y su amigo, sobre la caridad. Sobre si se tiene que ayudar a la gente o dárselo todo.
Es una novela muy femenina.
Pero además, de reivindicación. Nos hemos abierto un camino en el mundo y la ficción lo tiene que reflejar. Me gusta poner mujeres fuertes porque si no las ponemos nosotras, no las pondrá nadie.
Y muy tarraconense.
Sí, refleja la contradicción de la vertiente bucólica del paisaje, que la tenemos, el del interior y el de costa, esta belleza magnífica y, al mismo tiempo, la cara fea del paisaje, de la que se dice que nos da de comer.