El Nàstic de Tarragona cae en Andorra y se complica el play off
Los granas caen por 1-0 en Andorra y tienen un margen de solo tres puntos con la sexta plaza, en manos del Athletic Club B

El Nàstic pierde en Andorra y peligran los puestos de play off.
La misma historia de siempre. El Nàstic volvió a marcharse con el rostro desencajado de un campo rival. Jugar fuera del Nou Estadi se ha convertido en un martirio para unos granas que, esta vez, cayeron frente al Andorra y se complicaron algo más la vida en la lucha por el billete al play off.
Lo tienen en sus manos, pero con el tropiezo de este domingo hay menos luz en el horizonte. Del ascenso directo, ya mejor ni hablar, porque siempre ocurre lo mismo: cuando parece que vuelve a estar cerca la posibilidad de pelear por él, la vida y el fútbol te dicen que no, que este año no va a ser el camino.

El Nàstic de Tarragona acudía a Andorra con la fe por bandera. Los granas eran conscientes de que ganar suponía dar un paso de gigante hacia el play off, pero el triunfo tenía doble premio.
Derrotar a los andorranos colocaría a los tarraconenses a solo cuatro puntos del ascenso directo, con nueve en juego. Las matemáticas indican que la brecha sería importante, pero no definitiva. Si se mira el calendario de la Cultural, la Ponferradina y el propio Nàstic, hay motivos para soñar. En todo caso, aspirar a cotas mayores exigía un peaje importante: conquistar el feudo de un equipo que solo ha cedido una derrota en toda la temporada. Palabras mayores.

No se habían cumplido ni diez minutos de partido y ambos equipos ya habían enseñado sus principales argumentos ofensivos. El Andorra quería la pelota, se colocaba para desordenar sin ella y tiraba de paciencia ante un Nàstic que conocía muy bien las intenciones del rival. Los de Dani Vidal querían presionar, pero no se desesperaban si no lograban robar en campo contrario.
Las ocasiones no tardaron en llegar para ambos conjuntos, aunque el Andorra tuvo las dos más claras. De forma prácticamente consecutiva, tuvo que aparecer Dani Rebollo: primero para detener en dos tiempos un disparo de Sergio Molina —el balón incluso parece botar dentro tras la primera parada del onubense, según la repetición televisiva—, y luego para sacar una mano salvadora ante un disparo envenenado de Manu Nieto, que había ganado la espalda a Óscar Sanz en una rápida transición. El Nàstic respondió con dos contraataques en los que no encontró el remate, pero sí los espacios. Es más, en uno de ellos, el penalti sobre Concha parece existir. No obstante, el cuadro tarraconense dejó claro al Andorra que el peligro podía aparecer en cualquier momento, porque existen pocos equipos con la capacidad para transitar como lo hacen los granas.

El partido estaba siendo vistoso, con mucho ritmo y más ocasiones de las que seguramente se auguraban. No había miedo en dos equipos que han entendido que solo siendo valientes pueden alcanzar la gloria de la Segunda División. Al Andorra, en casa, eso no le cuesta nada; al Nàstic, lejos del Nou Estadi, un mundo. Los granas consiguieron amenazar el arco rival con dos ocasiones protagonizadas por Pablo Fernández, tras aquellas contras que habían quedado en nada. En ambos disparos, Ratti no ofreció dudas y evitó lo que hubiese sido un regalo para el Nàstic.
Con el paso de los minutos, el partido se fue atemperando. Ambos equipos lograron plantarse mejor sobre el césped y ofrecieron menos vías de escape a sus rivales. Los ataques comenzaron a ser menos fluidos y una sensación de espesura sobrevolaba el ambiente, cada vez más frío en el sentido literal. Eso sí, el Nàstic había perdido amenaza, porque los repliegues eran más evidentes y la capacidad para montar contraataques había desaparecido.

El final de la primera parte trajo consigo la ocasión más clara de los granas. Los últimos minutos dibujaron a un Nàstic que consiguió acabar en campo contrario y, fruto de ello, encontró un rechace en la frontal que Marc Montalvo estuvo cerca de transformar en el 0-1. El de Riudoms enganchó una volea de primeras que, tras botar en el suelo, se marchó cerca del palo de Ratti. El 0-0 era un resultado que lo dejaba todo más que vivo, con dos equipos que habían perdonado y que ofrecían argumentos para pensar que, en la segunda mitad, todo podía cambiar.
La segunda parte comenzó con una ocasión clara para el Nàstic. Los de Dani Vidal casi penalizan una de esas pérdidas en la salida de balón a las que siempre se expone el Andorra. Pablo Fernández robó y generó una jugada que, tras varios rebotes, cayó en las botas de Concha. El cántabro se fabricó el espacio y soltó un disparo con rosca al que le faltó algo más de maldad. Obligó a Ratti a ir al suelo, pero el meta rival despejó sin demasiados apuros.
Ya bajo la lluvia, Dani Vidal decidió modificar el semblante de su equipo. Cambió hombre por hombre, manteniendo el 4-4-2, pero renovando las bandas y el lateral derecho. Pol Domingo regresaba, y Roberto Torres y Jaume Jardí entraban en los costados para ofrecer algo distinto a lo generado hasta el momento por Narro y Concha, en una mala tarde individual para ambos.

Lo cierto es que, con el paso de los minutos, al Andorra se le veía cada vez más incómodo, y el Nàstic estaba a dos buenos pases en los metros finales de generar una ocasión seria de peligro. Esa jugada apareció en el minuto 68, pero Ratti volvió a ser verdugo. El portero del Andorra atrapó un cabezazo que iba directo a la escuadra de Pablo Fernández. Lo hizo con firmeza y sin buscar la foto, por eso la parada pareció menos espectacular de lo que en realidad fue.
Cuando mejor pintaba todo para el Nàstic, las pesadillas a domicilio aparecieron de golpe. Sin previo aviso. Como más duelen. Como este Nàstic ya está acostumbrado. Una jugada sin aparente peligro terminó en un mal despeje de Jaume Jardí en la frontal que cazó Manu Nieto. El delantero, con historial en Segunda División, controló y se sacó un zapatazo ante el que nada pudo hacer Dani Rebollo. Un golpe directo al mentón grana, que volvía a agachar la cabeza en el momento más inoportuno. Restaba un cuarto de hora, y el Nàstic debía ir a por el empate sin su máximo goleador, Pablo Fernández, que había sido sustituido poco antes.

La lluvia y el granizo aparecieron al final del partido.
Dani Vidal decidió meter toda la carne en el asador y apostó por la entrada de Álex Jiménez, un delantero, por Gorka Pérez, un central. Casi de inmediato pudo llegar el empate en una jugada de estrategia que terminó con un remate plástico de Antoñín que los 200 aficionados granas desplazados a Andorra vieron dentro. Sin embargo, no fue así, porque no era la tarde del equipo más goleador de la categoría. Tampoco hubo sometimiento final porque al Nàstic le faltó fútbol y un corazón cada vez más roto lejos de su hogar. Ojalá siempre se jugara en el Nou Estadi, pero en el fútbol eso no es posible.