Juan Luis Benítez: «Las montañas empezaron como un hobby y ya no pude dejarlas»

El montañero y espeleólogo tarraconense acaba de publicar ‘2.900: Vivencias de un alpinista’, sobre sus ascensiones en los Pirineos

29 mayo 2021 16:50 | Actualizado a 02 junio 2021 18:17
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La vida de Juan Luis Benítez experimentó un giro radical el día que un buen amigo le llevó a la Serra del Montsant. Aquella excursión entre la ermita de Sant Joan de Codolar y el Clot del Cirer le cautivó tanto que desde entonces, y han transcurrido ya 30 años, prácticamente no hay fin de semana que no se acerque a la montaña. Sobre todo después de que ese mismo antiguo compañero de trabajo, Albert Donado, le descubriera acto seguido el Pirineo, con sendas ascensiones a la Pica d’Estats (3.143 metros) y el Pic Verdaguer (3.129 m.) -las dos cimas más altas de Catalunya- que definitivamente dejaron prendado a Juan Luis.

Tal fue la devoción de este tarraconense de adopción -fue criado en la ciudad desde los siete años aunque nació en la Línea de la Concepción en 1965- que progresivamente decidió seguir con los tres miles ubicados en la cordillera que ejerce como frontera entre España, Francia y Andorra. Los subió absolutamente todos, desde los principales a los secundarios, 212 para ser exactos, a la estela de las referencias que contienen las obras de Miguel Capdevila y Juan Buyse.

«Cogía el coche el viernes, nada más salir de trabajar, y me iba hacia el Pirineo. Esas escapadas de fin de semana empezaron como un hobby, y ya no lo pude dejar. Con el tiempo me fui volviendo más técnico y al final acabé buscando mayores dificultades, como corredores de hielo», explica este planificador en la industria química ahora afincado en Vallmoll.

La progresión natural le llevó luego a las principales cordilleras del planeta, para acometer destacadas ascensiones en el Montblanc (4.810 m.), en los Alpes; al Elbrus (5.642 m.) en el Cáucaso; el Toubkal (4.167 m.), en el Atlas; al Aconcagua (6.935 m.), en los Andes; al Mckinley (6.194 m.), en Alaska; o al Razzadelmaya (6.230 m.), en el Pamir.

También ha estado tres veces en el Himalaya, destacando su ascensión al Cho Oyu (8.201 metros) en el año 2004, en el que fue la primer ochomil para una expedición reusense (la del Centre Excursionista de Catalunya junto a Emili y Dani Duran).

En sus 30 años en la montaña acumula más de 1.000 cimas, entre ellas el Cho Oyu (8.201 metros)

Los Pirineos, sin embargo, escondían muchas más montañas que los conocidos tres miles. Así que una vez completados decidió acometer las cimas de entre 2.900 y 2.999 metros. «Llevaba ya algunas cuando se me ocurrió esta idea, porque siempre anoto todos los detalles de mi salidas. Y así empecé...», explica.

En estos últimos 10 años se ha volcado en este proyecto, que dio forma aprovechando el parón por la pandemia. El resultado es el libro ‘2.900: Vivencias de un alpinista’ Recorrido de mis ascensiones por los 2.900 del Pirineo, editado por Caligrama.

La obra recoge un total de 172 picos, entre principales y secundarios, aunque están descritos 125 más que necesitó recorrer en sus itinerarios para alcanzar sus objetivos. Hay 297 por tanto en total, con un grado máximo de IV+/Vº.

Se trata de una exhaustiva guía en el que detalla rutas con puntos de partida, fechas, horarios, mapas, desniveles y dificultad, el material utilizado y quién le acompañó, o si lo hizo en solitario. «Es una guía del todo práctica», define él mismo. Tiene 492 páginas.

Su primer 2.900 fue el Pico de Comaslesbienes, en 1993, y los últimos el Peytier Hossar y el Aiguille Lamathe, en 2016. «Aparecen desde los más fáciles como el Pic de la Serrera que se sube caminando hasta el más difícil que es el Pointe du Bazillac. Estaba muy mal referenciado hasta ahora y me costó bastante porque es muy técnico», asegura.

Juan Luis, que suma más de un millar de cimas (20 al Aneto, la que más), tiene muchos otros retos pendientes a pesar de la intensa y prolífica relación que ha mantenido con la montaña en estos 30 años. «Me gustaría escalar algún día en la torre Kasterz, en Nueva Zelanda, y el monte Vinson en la Antártida», afirma convencido.

A la espera de cumplir ese sueño ahora está muy centrado en la espeleología. Se dedica a topografiar «las cuevas y cavidades que tenemos en nuestra zona», afirma Benítez, que es socio de la Societat d’Investigacions Espeleològiques de Tarragona (SIET).

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